ROSALIND WILLIAMS ICONO DE LA LUCHA ANTIRRACISTA

“Muchos casos como el mío no salen a la luz porque la gente pierde la esperanza”

Williams logró tras una larguísima batalla que la ONU pusiera en evidencia al Estado español por una identificación policial motivada por su raza

Deia, , 18-12-2018

GASTEIZ- Rosalind Williams, española nacida en New Orleans, “nunca” olvidará el 6 diciembre de 1992 cuando un policía de paisano salió a su paso en la estación de tren de Valladolid y le pidió la documentación por el simple hecho de ser negra. El caso terminó en denuncia a la propia Policía y al Ministerio de Interior, pero tras ser tumbada por la Audiencia Nacional primero y el Tribunal Constitucional después, en enero de 2001, esta luchadora decidió buscar la justicia negada en el Comité de Derechos Humanos de la ONU. Ocho años después, el organismo radicado en Ginebra emitió un dictamen favorable a su demanda, la primera de este tipo presentada en el Estado, con un claro mensaje: La policía no puede tratar a nadie de forma distinta por su color de piel. Pese a que para Williams, que vive en Madrid desde 1968, “fue una alegría bastante importante”, su historia no ha tenido “un final realmente feliz”, porque el Estado “sigue sin buscar vías para empezar a aplicar lo que la ONU sugirió” y, en consecuencia, casos como el suyo “siguen sucediendo”. Williams participó en el I Congreso de igualdad de trato y no discriminación que organiza Eraberean, invitada por la Comisión de Ayuda al Refugiado (Cear) en Euskadi.

26 años después de todo lo que sucedió, ¿es difícil olvidar?

-Sí. No se olvida nunca. Pero al mismo tiempo… cómo lo diría. Creo que tengo una misión [ríe]. No suelo dar entrevistas, pero de una manera muy sutil me gusta participar en este tipo de congresos o en encuentros con abogados que quieran conocer y utilizar mi ejemplo. Yo ni siquiera sabía que hasta que sucedió mi caso nunca había habido una queja oficial en España. Pero ha sucedido y sigue sucediendo, y hay muy poca gente que pone una denuncia como yo hice.

Desde entonces solo ha habido una demanda más similar a la suya en España, la de Zeshan Muhammed. Parece que algo no encaja, que hay muchos casos que no salen a la luz.

-Sí. Y no salen a la luz porque muchas personas pierden la esperanza o son más negativas. En mi caso, tengo suerte porque mi marido me ha animado mucho a hacerlo. Él es un antiguo y gran luchador antifranquista que me empujó totalmente. Y que me financió, porque no hay fondos públicos para esto. Cuando yo estaba un poco desanimada, él siempre decía: Hay que seguir, hay que seguir.

Pasó muy malos momentos.

-Claro. Seguí, aunque te desanimas. En Madrid también me he encontrado con mucha prensa amarilla que ha querido aprovechar el caso para decir que los españoles son racistas, pero hablamos de un problema muy complejo. No es tan sencillo como decir que todos son racistas. Hay quien sí y quien no, pero no es algo generalizado. Por eso trato de huir del periodismo y sobre todo de la televisión que quiere aprovecharse de la situación.

¿En algún momento se arrepintió de haber denunciado?

-No, nunca.

“Me he encontrado con mucha ‘prensa amarilla’ que ha querido aprovechar el caso para decir que todos los españoles son racistas”

¿Y qué sintió cuando la ONU le dio la razón en el año 2009, tras una lucha de tantos años?
-Fue una alegría bastante importante porque fue un logro. Pero en España siguen sin buscarse vías para empezar a aplicar lo que la ONU sugirió. Por eso digo que no es una historia con un final realmente feliz.

Más allá de esto, ¿ha recibido algún gesto o una disculpa por parte del Gobierno español o la Policía?

-A nivel casi personal, sí. No porque fueran amistades mías, pero sí se han dirigido a mí, como persona, desde el Ministerio de Asuntos Exteriores y el de Interior. Pero creo que no fue suficiente, no. Porque no se ha puesto en marcha lo que sugirió la ONU. Tuve una entrevista en el Ministerio del Interior con el secretario de Estado y le pregunté qué es lo que se podía hacer. O empezar a hacer, al menos. Porque esto no se arregla en una legislatura y va más allá de los partidos.

¿Pero desde las instituciones se ha hecho algo para acabar con estos espacios de impunidad?

-En Madrid, que es donde vivo y lo que más conozco, en Fuenlabrada por ejemplo, hay un comisario que dentro de su sector ha tratado de mejorar el trato que la Policía da a la ciudadanía. Pero no está generalizado. Aunque a nivel de distintas organizaciones tipo SOS Racismo, se han organizando encuentros y reuniones, como las que estamos haciendo aquí, para mezclar a la Policía con distintos grupos y sensibilizarles. En Madrid hay muchos problemas, porque hay un aumento de emigrantes, que pueden o no ser legales, vinculado a la venta ambulante, que es un punto de conflicto importante donde no se buscan soluciones. Todavía nadie ha llegado a sentarse y pensar cómo se puede educar a la población de cara a esto.

La educación es la clave.

-Claro. Yo personalmente creo eso. Pero desde parvularios.

¿Qué le diría a alguien que se vea en un caso similar al que usted vivió?

-Paciencia y corrección. Siempre hay tiempo para enfadarse.

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