El eterno retorno del fascismo

Diario de Noticias, TXEMA MONTERO, 11-12-2018

Ciertamente, no;pero cada vez con más frecuencia observamos que de repente todo ha cambiado así en Italia, Austria, Hungría, Gran Bretaña, Holanda… y lo ha hecho sin anunciarse, delante de nuestras narices. El inesperado resultado de las elecciones en Andalucía solo se puede interpretar como fruto del miedo a la inmigración, del resquemor por la situación política catalana, la lacra de la corrupción y el odio al gobierno de una elite que desde hace cuarenta años viene haciendo de la política su medio de vida. El descalabro electoral de los partidos tradicionales y el estancamiento a la baja de quienes querían “tomar el cielo por asalto” han alimentado el fascismo de Vox que, como todos los fascismos, necesita del apoyo de sectores sociales diversos y un clima de benévola aceptación mediática para pasar de la calle a las altas instancias del Estado.

La veterana política norteamericana de origen checo Madeleine Albright, quien fue secretaria de Estado con el presidente Bill Clinton, sostiene en un ensayo recientemente publicado Fascismo. Una advertencia(Paidós 2018) que “el fascismo no es un estado excepcional de la humanidad, sino que forma parte de ella”. No puedo estar más de acuerdo con quien a los siete años tuvo que huir junto con su familia judía de una Praga a punto de caer bajo las zarpas nazis.

Albright analiza en su libro la situación en Polonia, Turquía, Hungría, Eslovaquia, Rusia… democracias formales pues sus respectivos líderes llegaron al gobierno sin transgredir la Constitución y por medio de elecciones, pero que una vez en el poder restringen la libertad de expresión, limitan la independencia de los jueces o anulan los derechos de las minorías. El presidente húngaro, Viktor Orban, ha acuñado el término de “democracia iliberal” para calificar el sistema de su país;democrática porque respeta la voluntad de la mayoría, iliberal porque ignora las inquietudes de las minorías europeístas, inmigrantes, feministas, homosexuales, otras religiones… y disidentes políticos en general.

Gente de la más diversa extracción social, trabajadores, funcionarios, jóvenes, profesionales, propietarios de tierra, campesinos, mujeres, han votado a Vox porque, como en Algeciras, ciudad de 120.000 habitantes con un 20% de inmigración magrebí, ven al extranjero como una amenaza contra su identidad y el buen orden social y consideran necesaria una mayor autoridad para resolver el problema. En El Ejido (Almería), llamada “mar de plástico” por la inmensidad de sus invernaderos dedicados al cultivo de frutas y verduras, la percepción más real que imaginada de que los extranjeros les quitan sus puestos de trabajo han llevado a votar al 30% de sus 88.000 habitantes a favor de Vox, sin que me quede claro si esos mismos votantes estarían dispuestos a trabajar para cobrar los 400 € mensuales, diez horas al día, que pagan a los extranjeros por la recogida de los aguacates.

DESPLUMANDO EL POLLOComo recordaba Jonathan Swift, el autor de Los viajes de Gulliver, la falsedad vuela mientras la verdad se arrastra cojeando detrás de ella. Y quien extiende la falsedad son determinados medios de comunicación, sobre todo radiofónicos en el caso de Andalucía, que consiguen la más eficaz persuasión: aquella, a decir de Goebbels, en la que el individuo no es consciente de que se le está persuadiendo. La difusión constante de informaciones falsas, como que los ancianos son postergados en la atención médica en favor de los inmigrantes;que la mayoría de los magrebíes son distribuidores de droga;o que los presos catalanes trataron de llevar a cabo un golpe de Estado más peligroso obsérvese la comparación que el de Tejero, consiguen paso a paso que se acabe defendiendo lo moralmente intolerable: la creencia de que todos los seres humanos no son iguales.

De acuerdo, fascista ha acabado por ser un insulto que lo abarca casi todo y que, en demasiadas ocasiones, se utiliza contra lo que no es. Cierto es que llamar fascista a Vox, movimiento que dice respetar la convivencia y al resto de los partidos, puede parecer una vacuna de caballo para atajar una infección incipiente. Pero la historia nos enseña y el propio Mussolini explicó mejor que nadie que el acceso al poder es como desplumar un pollo: pluma a pluma, cada paso que da el fascismo prepara para el siguiente paso y provoca daños a la gente y a la sociedad.

Vox ha levantado bandera de guerra contra el feminismo, que cuestiona la prevalencia de los hombres sobre la otra mitad del género humano;ha propuesto anular la Ley de Memoria Histórica, para blanquear sus orígenes ideológicos;también suprimir la necesidad del conocimiento de las lenguas cooficiales para el acceso a determinadas trabajos funcionariales, con el fin de uniformizar la lengua administrativa;o ilegalizar los partidos que sostengan políticas “inconstitucionales” como la autodeterminación, para acabar con la disidencia política;y, por último, suprimir los Tribunales Superiores de Justicia, los conciertos económicos y las autonomías, para recentralizar el Estado. Pluma a pluma, ayudados en cada una de esas demoliciones por gente que piensa que nunca irán hasta el final y que las renuncias parciales a la democracia son aceptables, hasta que de golpe y porrazo ya no quede democracia a la que renunciar.

DE TIRANOS E IDEASGeorge Orwell decía que el fascismo es matonismo político. Lo recordé el pasado lunes cuando oí la advertencia que Abascal hacía a Pablo Iglesias responsabilizándole de todo lo que podría pasar por haber llamado el líder de Podemos a la movilización contra Vox. ¿Son plenamente conscientes los andaluces, los españoles, de que por muchas que sean las dificultades presentes renunciar por partes a la democracia, pluma a pluma, es dar paso al fascismo? ¿Acaso ignoran que la inclinación a la complacencia y la falta de sensibilidad moral ante los ataques a los débiles y minorías posibilitan el fascismo? Como concluía Madeleine Albright en su ensayo: “Los buenos no siempre ganan, sobre todo cuando están divididos y menos resueltos para la acción que sus adversarios. El deseo de libertad puede germinar en cualquier persona, pero también la inclinación a la complacencia el desorden y la cobardía. Y perder tiene un precio”.

Conocedor de la historia del pueblo vasco y de la historia de su propio partido, Andoni Ortuzar ha llamado a las fuerzas progresistas para que se agrupen en defensa de una democracia que, lejos de reformarse para dar cabida a todos, parece desplazarse al pasado, al Estado español que todo lo abarcaba, fuera del que no pueden existir otros valores que los que proclama la unidad, grandeza y libertad para los afines. El “nunca más” parece que está ocurriendo de nuevo. Porque, “es más fácil acabar con los tiranos y los campos de concentración que erradicar las ideas que los engendraron” (Harry Truman, presidente de Estados Unidos).

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