Los 'mercheros', siempre clandestinos

El Mundo, 08-05-2006

Los mercheros podrían calificarse como una etnia aparte. Dicen de ellos que eran moriscos que volvieron a entrar en España después de ser expulsados. Llegaron clandestinamente y en las sombras han vivido mucho tiempo.


A principios del siglo XX, y ya desde el XIX, se dedicaban en gran medida a arreglar y vender objetos de metal: la quincallería, de donde nació la palabra quincalleros, que derivó en quinquilleros y, a su vez, en quinquis.


Todo empezó porque algunos escritores del finales del XIX redactaron mal esta palabra, aunque al final se aceptó quinquillero y hoy ‘quinqui’ casi nos suena a jerga antigua. A ellos siempre les molesta el tono en que se los llama ‘quinquis’, pero no sólo por el sentido peyorativo que tiene actualmente, asociado a la delincuencia, sino porque la quincalla era su trabajo y no su grupo; ellos en realidad son mercheros.


Solían ser un pueblo nómada, ni payo ni gitano, siempre al margen de la ley por ser perseguidos y clandestinos. Pero a mediados del siglo XX dejaron de vagar y fundaron campamentos.


Se asentaron sobre todo en poblados de chabolas, donde se juntaron con muchos gitanos y comenzaron a celebrar bodas entre sí y a compartir sus costumbres. De ahí que se los confunda a menudo con gitanos, ya que vivían juntos, y muchas familias tenían miembros de ambos grupos.


El Lute, El Lolo o El Quinqui han sido algunos de los mercheros que han pasado a la historia por sus delitos, especialmente el primero, cuya historia ha sido escrita, filmada y comentada hasta la saciedad.


Eleuterio Sánchez Rodríguez, famoso ladrón al que todos llamaban El Lute, sigue vivo y volvió a ser detenido hace sólo dos meses, después de varias denuncias por presuntos malos tratos.


En sus años mozos, se dedicó a robos de gallinas, atracos a joyerías, sufrió condenas a muerte, protagonizó dos espectaculares fugas de la cárcel y mantenía 97 causas que le suponían una pena de más de un millar de años. Esa pena se desvaneció en 1981 con un indulto general.


No ha estado exento de polémica pese a que su fama le llegó en los años 60, cuando fue un azote para la Guardia Civil y cuya detención de 1966 se hizo famosa, especialmente por la imagen de su arresto, con el brazo en cabestrillo y la cara llena de golpes.


En 1971, aprovechando el descontrol y el bullicio generado por la Nochevieja en el penal del Puerto de Santa María, Eleuterio Sánchez se descolgó por los muros del presidio y anduvo errante y perseguido durante dos años y medio.


Aquella vez le habían caído 30 años de cárcel después de haberlo estado a punto de sufrir la pena de muerte.


Sin embargo, pese a su último arresto, es un personaje al que, quizá por las películas que protagonizó Imanol Arias, la sociedad tiene cierto cariño.


Los mercheros que se han dedicado a la mala vida han sido delincuentes muy duros y la lucha de la Ley contra ellos nunca ha sido fácil, según recuerdan mandos policiales que han investigado muchos casos con ellos. La Guardia Civil también los conoce bien, pues ellos trabajan en pueblos y localidades pequeñas, donde tradicionalmente ha habido muchos mercheros.


En la última década, sin ir más lejos, han protagonizado numerosos delitos y sucesos graves, aunque no hay que tomarse la palabra merchero como sinónimo de delincuente, porque no sería cierto.


Ya en esos años en los que acabó el nomadismo, muchos abandonaron los campamentos y se asentaron en ciudades y pueblos. Éstos se han acabado mezclando e integrando con los payos y hoy en día no se los distingue. Su aspecto, tono de piel o el pelo es el mismo que el de cualquier otro payo y, al revés que los gitanos, los mercheros no han mantenido una cultura propia. Por eso puede que muchos descendientes de mercheros ni siquiera sepan que sus antepasados vivieron en la clandestinidad y fueron nómadas. También por eso es muy difícil obtener información de estos grupos, pues hay pocos escritos que hablen de ellos.


Nueve de los 11 detenidos en la Operación Renacimiento eran mercheros; es decir, todos menos los dos turcos. Estos no vivían en las zonas más habitadas por gitanos que quedan hoy en la Comunidad, pero de los viejos tiempos les quedaba la relación y, en cierto modo, muchas costumbres, como la vida familiar estructurada en torno a un clan.


Todos tenían varias identidades, algo muy habitual entre su gente.La habilidad que tenían para conseguir partidas de nacimiento y cambiarse los nombres es única. Los propios jefes de los dos clanes detenidos, Paquita Romeiro y Luis Calzado, son hermanos, pese a tener el primer apellido distinto, aunque coinciden en el segundo.

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