Los cayucos también se reciclan

ABC, 07-05-2006


TEXTO: BERNARDO SAGASTUME FOTO: REUTERS

SANTA CRUZ. Operarios municipales, autoridades judiciales, notarios, personal sanitario, cuerpos de seguridad de todos los tipos y colores, grúas y la mirada curiosa de cientos de turistas. El espectáculo visitaba lo patético, en la peor cara de la inmigración clandestina, a pie de playa y en el muelle de Los Cristianos, cuando una nueva oleada de cayucos dejó ayer en el sur de Tenerife 259 africanos llegados en tres de estas embarcaciones mauritanas.

Todo se sumaba a la labor por parte del Ayuntamiento de Arona para deshacerse de las barquillas que se han ido acumulando en el puerto desde que se vivió la oleada inmigratoria de marzo. En lo que va del año, la cifra de «sin papeles» que ha llegado a las Islas – más de 5.000 – supera con holgura la registrada durante todo 2005, principalmente debido a la nueva modalidad, que implica el uso de embarcaciones, si bien precarias, de mayor porte, que permite transportar un número mucho mayor que el de las pateras.

Las quejas y reclamaciones de vecinos y comerciantes de la zona portuaria del sur de Tenerife comenzaron a verse satisfechas el viernes, cuando se hizo efectiva la decisión judicial que permite al Consistorio local retirar las barquillas amarradas, en algunos casos, desde hace dos meses. Los restos de la travesía – ropa, alimentos, restos de combustible – obligaron a que todo fuera hecho con ciertos recaudos, como la limpieza y tratamiento con productos fitosanitarios.

Los cayucos, que en algunos casos superan los 25 metros de eslora, se retiraban con grúas, para después colocarlos en camiones que los transportarían a un depósito municipal, donde se los cortará en pedazos, que después serán enviados a la planta que el Plan Industrial de Residuos Sólidos (PIRS) de Tenerife tiene en Arico.

Espectáculo

Por tratarse de un sábado, el muelle tenía más movimiento que de costumbre, puesto que sirve de enlace con La Gomera. A ello se sumaba un buen número de turistas extranjeros, atraídos por el particular espectáculo que significaba que, por un lado, se retiraran las barquillas y, por otro, llegaran las nuevas que rescataba Salvamento Marítimo en las aguas sureñas.

Agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, personal de Protección Civil y operarios municipales trabajaban en la retirada de los más de veinte cayucos acumulados. En un principio, se había especulado con la posibilidad de hundirlos en los fondos costeros donde, con el tiempo, podrían formarse arrecifes, una idea cuyos propulsores defendían argumentando que ya se había hecho en otros sitios. Esta solución suponía menos ingenio que cierto riesgo medioambiental, pues no se trataba más que de vertido de basura.

Y todo mientras, a escasos metros de allí, la Cruz Roja y el Servicio de Urgencias Canario daban asistencia a los nuevos inmigrantes clandestinos que iban llegando. Al mismo tiempo, los rumores sobre la llegada de nuevos cayucos alimentaban la sensación de que se podría estar ante la repetición de aquella avalancha ya vivida en marzo.

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