Las redes internacionales de proxenetas operan con ayuda de ciudadanos españoles

La Vanguardia, 07-05-2006

. – El 21 de febrero de 1999 la policía desarticuló en la Costa del Sol una red rusa de delincuentes que controlaba a nada menos que 235 mujeres procedentes de Ucrania, Bielorrusia y Rusia. Las chicas estaban distribuidas por diferentes clubs de alterne de la zona. No quedó claro si todas estaban sometidas por la fuerza, pero las declaraciones de varias de ellas evidenciaron que los criminales las obligaban a prostituirse a base de palizas, latigazos y retenerlas esposadas durante interminables horas. A las más rebeldes, las destrozaban pegándoles con una bola de billar metida en una media.
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Siete años después, el 18 del mes pasado, la policía detuvo a un centenar de personas de una red rusa dedicada a la introducción ilegal en España de mujeres también rusas destinadas a ejercer la prostitución en Andalucía, Canarias y Zaragoza. En este caso no hay noticia de que las torturaran físicamente, pero sí que lo hacían psicológicamente, manteniéndolas apresadas, exigiéndoles el consabido pago de la deuda eterna y vendiéndolas como mercancía inerte. Aunque el asunto no se ha cerrado todavía, los agentes ya están seguros de que las forzaban a prostituirse.
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Si hubiera que sacar factor común a ambos casos, el más evidente es el de la nacionalidad de las redes (rusas), otro es el maltrato físico y psicológico de las chicas, y el tercero, el menos visible, pero de gran importancia, es que siempre había ciudadanos españoles estrechamente ligados a estos grupos mafiosos. En los dos ejemplos señalados, los españoles tomaban parte en la explotación final de las víctimas.
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Un repaso a las redadas más importantes efectuadas en nuestro país durante los últimos años evidencia que la presencia española es un hecho que apenas tiene excepciones. Tanto es así y tanto se repite, que puede afirmarse que los grupos criminales extranjeros dedicados a la prostitución y el tráfico de mujeres sólo operan en España con la ayuda de españoles.
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Para los agentes especializados en delincuencia organizada, el asunto tiene una explicación bastante simple: las redes necesitan ciudadanos españoles para montar los lupanares, al tiempo que muchos de los clientes que literalmente compran las chicas son también españoles. Únicamente en algunos casos en los que las jóvenes eran explotadas al aire libre – carreteras, parques, descampados – se han descubierto grupos en los que todos los proxenetas eran extranjeros.
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Los delincuentes que desembarcan en nuestro país proceden de los lugares más dispares, casi igual que las chicas a las que engañan. A título de ejemplo puede señalarse que han sido detectadas redes – además de las rusas ya mencionadas – búlgaras, rumanas, albanesas, nigerianas, marroquíes, colombianas, brasileñas, bolivianas, moldavas o ecuatorianas. También se han descubierto redes chinas que traían chicas de su país, pero sólo al servicio de chinos.
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Pero detrás de una fría lista de nacionalidades hay historias de terror, y aunque todos los casos se parecen, los archivos de Interior guardan algunos que llaman más la atención. Por ejemplo, la red nigeriana descubierta en noviembre del 2003 que operaba entre Nigeria, Ceuta, Algeciras y Madrid. Su principal actividad era el tráfico de mujeres nigerianas desde Argelia a España. Los delincuentes viajaban periódicamente a Nigeria, donde seleccionaban cada vez entre cien y doscientas personas que deseaban trasladarse a la Unión Europea. Para ello contaban en Marruecos con un grupo encargado de trasladarlas en pateras hasta las costas españolas. Los delincuentes utilizaban a sus propios hijos menores para que acompañasen a las mujeres al cruzar la frontera marítima de Ceuta y no llamar la atención de la Policía. Una vez en España, las jóvenes eran explotadas sexualmente por los integrantes de la red, que en ocasiones las vendían de un grupo a otro. El capo era una mujer de 25 años, también nigeriana, llamada Pricess Owais.
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Otro caso para olvidar es el de la organización lituano – rumana descubierta en Madrid que vendía esclavas sexuales a proxenetas albaneses que inmediatamente las violaban y las torturaban para someterlas. Las víctimas eran reclutadas ante la posibilidad de casarse en España con ciudadanos de buena posición o de conseguir un trabajo digno.
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