MUTILACIÓN GENITAL

No todas las niñas tienen una madre como Aminata

La mujer salvó a su hija, nacida en España, de la ablación. No siempre es así: decenas de menores españolas sufren cada año en África esta práctica

El País, Nacho Carretero, 17-11-2018

La primera vez que a Aminata Soucko, 31 años, le vino la regla se pasó 20 días tumbada en la cama. “Llorando”, añade ella. “El dolor era espantoso”. A Aminata le habían seccionado, muchos años antes, el clítoris y los labios vaginales. También fue cosida. Sufrió, siendo niña, una mutilación genital de tipo III, la más agresiva. “En Malí, como en otros tantos países de África, si no te duele la regla, está mal visto. Debes tener dolores o acabarás señalada”, dice Aminata.

Su hija tiene hoy ocho años, nació en Valencia y no está mutilada. “Tenía claro desde el principio que no quería que le ocurriese”. No fue fácil. Cuando Aminata llamó a su madre para decírselo tuvo que escuchar los gritos. “Estaba escandalizada. Me decía que había traicionado a toda la familia. Tuve que decirle que, si no me prometía que iba a respetar mi decisión, jamás iría a verla a Malí. Así que aceptó”.

Aminata regresó de visita a su país cuando su pequeña tenía seis años. “Las mujeres del pueblo empezaron a hablar y a presionar. A decir que había que hacer algo con la niña. Yo decidí pasar al ataque. Las reuní y les expliqué por qué no quería hacerlo: les dije las consecuencias de salud tan graves que tendría para la niña. Me miraban como a una loca, pero accedieron. Me presionaron mucho aquellos días, pero yo las presioné el doble. Y regresé con mi hija intacta. Tuve suerte. Conozco casos de madres que fueron encerradas y atadas por su propia familia hasta que accedieron a que mutilasen a su hija”.

La mayoría de niñas que nacen y crecen en los países donde se practica la ablación quieren ser mutiladas. “Si no lo estás, puedes tener problemas sociales muy graves”, explica Aminata. Malí está a 3.000 kilómetros de España. No hace falta irse tan lejos. Miles de niñas españolas corren el riesgo, hoy, de ser mutiladas. Decenas de ellas, cada año, acaban siéndolo.

Ana es el nombre ficticio que ha elegido una joven de 19 años de un pueblo del interior de la provincia de Girona. Es catalana, hija de gambianos que llegaron hace dos décadas a España. Cuando era pequeña fue enviada a su país “a casarse y a aprender las costumbres”, explica. “Mi familia es mandinga y son un grupo que hace la mutilación. Así que, si te envían a casarte, ya sabes lo que eso incluye”. Ana fue mutilada en el país de sus padres cuando tenía 16 años. Después fue obligada a casarse con su tío. Se queda callada durante un rato antes de explicar lo que se siente. Finalmente, susurra: “No te imaginas cuánto duele”.

Según datos de la Fundación Wassu de la Universidad Autónoma de Barcelona, 65 niñas españolas menores de 14 años fueron trasladadas el pasado año a los países de origen de sus padres y no regresaron. Si ampliamos el margen, según la misma fuente, entre los años 2012 y 2016 se llevaron de España a 404 niñas que, con probabilidad, han sido mutiladas. Solo en la provincia de Girona (la más expuesta al riesgo) 16 niñas no regresaron tras salir a sus países de origen el año pasado, según datos de la Generalitat. En total, en España, hay 18.396 niñas en riesgo de padecer ablación, debido a su condición de hijas de mutiladas y a su origen étnico.

“Si se han llevado a las niñas y no han regresado es que están mutiladas. Seguro, 100%”. Lo dice Yala Diarra, de 43 años, nacida en Malí y vecina de Banyoles (Girona) desde los 15 años, donde ejerce de mediadora entre las instituciones y la comunidad subsahariana. “Claro que están mutilando a niñas españolas. Ocurre cada año”, dice con rotundidad. “¿Tú ves a niñas subsaharianas por la calle? No están. Niños sí, pero faltan las niñas. Se las siguen llevando. Y no regresan hasta que están casadas, años después. Las casan con chicos subsaharianos nacidos también en España. De esta forma, la reagrupación familiar es con el marido y no con los padres, a quienes las autoridades no pueden acusar”, explica.

Rosa Negre, subinspectora de Mossos d’Esquadra y responsable de la Unidad de Proximidad y Atención al Ciudadano de Girona, corrobora: “La realidad es que la mutilación genital femenina no ha sido erradicada en niñas ya nacidas en España. Lo que está cada vez más controlado es que esta mutilación no tenga lugar en suelo español”. El último caso registrado tuvo lugar en 2013.

Hayat Traspas dirige la ONG Save a Girl, Save a Generation: “Todavía hay muchas madres que consideran que deben hacer la ablación, que es bueno para sus hijas. Por eso se las llevan”. Yala añade: “Diría que aún son mayoría las familias que quieren que sus hijas sean mutiladas. Y aquellas que no quieren, reciben muchísima presión del entorno y su familia en el país de origen”.


La ablación es una tradición que se practica en 29 países del mundo, la mayoría de ellos en el África subsahariana. “El primer efecto es de felicidad, porque ese día no te toca hacer nada en la casa. Es una fiesta, vienen familiares y amigos”, explica Hayat. Yala añade: “Una mujer que no está mutilada es, a ojos de la sociedad, una mujer sucia, masculinizada, que huele mal, que no debe tocar la comida. Los hombres la rechazan y los maridos no quieren sexo con ella”.


“La gente va a la fiesta y come y bebe, pero el momento del corte no lo ven. Se llevan a las niñas a un sitio aislado. Los gritos no se escuchan y la sangre no se ve”, dice Hayat. Los días siguientes transcurren con las niñas inmóviles y con las piernas atadas para evitar que se salten los puntos. “Muchas veces se producen infecciones, anemia, hepatitis, contagios por usar la misma cuchilla… Los problemas reaparecen con la regla, el parto…”, explica Hayat. “Hay mujeres a las que les duele toda la vida”.


“Yo nunca he vuelto a poder controlar mi orina”, cuenta Ana, la chica llevada a Gambia. “Me hago pis encima desde que me mutilaron. Y tengo 19 años”.


Existen tres tipos de mutilación. El tipo I elimina parcialmente el clítoris; el tipo II corta el clítoris y los labios menores, y el tipo III consiste en la ablación del clítoris, los labios menores y mayores y la sutura parcial de la vulva.


Cada comunidad autónoma con potencial riesgo tiene su protocolo para prevenir y evitar ablaciones. La hoja de ruta parece clara en todas ellas, pero la implementación y los medios para llevarla a cabo están aún en vías de desarrollo.

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