Hambre y migración forzada: relación y soluciones

En 2017, 821 millones de personas sufrían hambre en el mundo, 37 millones más que en 2014

El País, Alberto Casado, 07-11-2018

En la actualidad, hay cerca de 70 millones de personas desplazadas en el mundo. Esta cifra incluye a los 40 millones de desplazados internos, los casi 26 millones de personas refugiadas y los más de 3 millones de solicitantes de asilo. Pero estos datos no contemplan los millones de personas que se mueven por causas que aún no están suficientemente categorizadas. Aquellas que se ven obligadas a abandonar sus hogares por las llamadas crisis de desarrollo lento –originadas por el cambio climático que afecta a los medios de vida–, o aquellas que abandonan contextos de violencia generalizada como los que producen las “maras” en Centroamérica. Todos, engrosen cifras o no, huyen de escenarios donde no es posible desarrollar una vida digna. Y el hambre, juega un factor importante como causa o consecuencia de la movilidad.

El pasado 16 de octubre tuvo lugar el Día Mundial de la Alimentación, fecha en la que se presentó en Bruselas ante parlamentarios y altos funcionarios de la Comisión Europea, el Índice Global del Hambre 2018 (GHI en sus siglas en inglés). Este índice evalúa las tasas de hambre en países en desarrollo –en concreto para los 119 países de los que hay datos disponibles, reflejando datos de 2013 a 2017– y contribuye a conocer los avances y retrocesos para reducir el hambre crónica en el mundo.

Desde el año 2000 hasta la fecha, el nivel de hambre y desnutrición en el mundo disminuyó un 28 %. Este progreso es lento y se debe a las políticas acertadas, pero a todas luces insuficientes, que los diferentes gobiernos y la comunidad internacional han puesto en marcha. Sin embargo, si nos aproximamos a los datos por países podemos ver una foto que nos da ya avisos de que el ritmo de recuperación para llegar al ambicioso –y justo– objetivo de Hambre Cero al que nos hemos comprometido en el ODS 2 no se conseguirá en 50 países. Como mínimo. Uno de los datos más alarmantes y preocupantes es que el hambre aumenta por tercer año consecutivo. El número absoluto de personas que sufren hambre alcanzó en 2017 los 821 millones, siendo en 2014 de alrededor de 784 millones. 37 millones más de personas desnutridas en apenas tres años.

El hambre como factor de causa y efecto de los desplazamientos de población

Este 2018 el GHI se ha enfocado, a la hora de orientar sus recomendaciones a los decisores de políticas europeas, en la relación entre el hambre y las migraciones forzadas. La gran mayoría de las personas que se desplazan forzosamente lo hacen por una combinación de factores, en donde el hambre ocupa a menudo un lugar destacado. Los conflictos violentos, los disturbios políticos y/o la pobreza extrema han provocado flujos sustanciales de migración forzada, que están estrechamente relacionados con la inseguridad alimentaria. Muchos de los países con mayor incidencia de hambre también son lugares afectados por conflictos, violencia política y desplazamientos de población. Además, hay siete países donde no se pudieron calcular los indicadores del GHI; Burundi, República Democrática del Congo, Eritrea, Libia, Somalia, Sudán del Sur y Siria… y nada hace presagiar que los datos de hambre sean buenos en estos lugares.

Las recomendaciones se dirigen a las políticas europeas en su conjunto, pero también deben asumirse por los gobiernos europeos como el español. La Unión Europea, pese a su pobre papel en la gestión de los flujos de personas desplazadas en los últimos años, sigue siendo líder en la lucha contra el hambre y debe enfocar y acentuar su actuación si quiere seguir enarbolando sus valores de justicia y solidaridad. Es necesario no dejar a nadie atrás y poner el foco de la acción internacional en aquellas regiones del mundo en donde hay mayor número de desplazados; el 85% de las personas desplazadas se encuentran en países de ingresos bajos y medios. Además, en estos contextos hay que extremar las acciones dirigidas a mujeres y niñas, una población cuya vulnerabilidad se acentúa en los desplazamientos.

También hay que poner en marcha soluciones de largo plazo, como puede ser el incremento de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Sin embargo, hemos conocido esta semana que el presupuesto para cooperación de los países europeos ha caído por primera vez desde 2012, según el último informe AidWatch. La AOD no existe como freno a la migración, ni es su objetivo, pero sí ayudaría a que las personas no lleguen a tomar medidas desesperadas cuando se trata de migrar.

La atención a la población desplazada que puede encontrarse en esta situación durante años o generaciones, no se debe circunscribir únicamente a la ayuda humanitaria, se necesitan soluciones a largo plazo para estos colectivos, incluidas las oportunidades de generación de ingresos, educación y formación. En este sentido, el Gobierno español se encuentra en el mejor momento si de verdad quiere contribuir a este reto global de acabar con el hambre. En el momento actual de negociación de los presupuestos generales del Estado, tiene una oportunidad de salir del agujero en el que se encuentra la AOD española, que ha reducido su volumen a menos del 0,2% de la RNB (llegó a estar en el 0,4% en los años antes de la crisis y en el acuerdo presupuestario entre PSOE y Ahora Podemos está desaparecida). Recuperar y reorientar esta senda del 0,4% antes del fin de esta legislatura sería una prueba que traduciría la voluntad política en realidad.

Por último, es vital mostrar solidaridad y compartir la responsabilidad. Los lugares de destino de la población desplazada (la mayoría países de renta baja) enfrentan una carga desproporcionada que países como el nuestro –y Europa– pueden y deben de compartir de manera concertada.

El GHI está elaborado y liderado por dos ONG europeas de alcance mundial, Concern Worldwide (irlandesa) y Welthungerlife (alemana), con el apoyo de todas las organizaciones miembros de Alliance2015, una plataforma de ONG europeas entre las que se encuentra Ayuda en Acción desde el pasado septiembre.

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