«No perdoné a mis padres que me devolvieran a la España de Franco»

Fue Sancho Panza e inolvidables personajes televisivos y da el salto a la dirección con 'Un franco, 4 pesetas', relato biográfico de la emigración a Suiza en los 60 y la vuelta a la España franquista desde la que reflexiona sobre el presente

Diario Vasco, 05-05-2006

Un Franco, 14 pesetas relata las vivencias de un hijo de la emigración española en los años 60 marcado por el choque entre la modernidad europea que se encontró en Suiza y la España de Franco a la que regresó.

– Actor metido a dirección, suele dejar transcurrir más el tiempo hasta dar el salto¿no?

– Yo no he dado ningún salto, me lo impuso el productor. Me dijo: interesa el proyecto siempre y cuando tú lo dirijas.

– ¿Por qué?

– Entendían que la historia era muy personal. Si la hacía otro, no iba a tener ni mi alma ni la suya.

– ¿Qué es lo que más le costó?

– La financiación. Quería que se rodara en Suiza, que se ha portado de una forma increíble.

– Ese comportamiento del país de acogida es el tema de la película

– Lo es. En los 60, soy hijo de emigrantes, salimos 4 millones entre legales e ilegales. Mis padres fueron de los ilegales.

– ¿Por qué ahora este filme?

– Me parecía higiénico recordarlo ahora que nuestro país se llena de inmigración. Es sorprendente. La mayoría habla castellano cuando entonces, la lengua – el alemán – era un handicap. Pensé que éramos unos nuevos ricos tontos que no soportan tener a alguien inferior que viene a pedirte a ti.

– ¿Por qué?

– ¿Porque has pasado por la misma circunstancia!: había que contar como nos trataron y cómo los tratamos nosotros ahora.

– ¿Han cambiado los tiempos?

– La sociedad suiza fue infinitamente más justa de lo que somos nosotros. No olvidemos que entonces, como ahora, se necesitaba mano de obra. Allí, el que te contrataba, te arreglaba los papeles.

– Y a este mundo llega usted niño

– Salí de un sótano y un vagón y llegué a un jardín con río y bosques, donde andaba en bici en verano y en trineo en invierno. Allí aprendí que lo que es de todos es más mío que lo mío. Esta es una historia de inmigración contada al revés. Volví a Madrid y discutía con los otros chavales porque decían que los niños nacían del ombligo, cuando yo recibía en Primaria educación sexual.

– ¿Y el alemán?

– Era crudo de aprender. Yo lo aprendí de crío, pero los adultos… La clave de la película, y de lo que sentimos muchos, es la vuelta.

– La vuelta ¿a qué?

– A una España casposa, gris, triste, en todos los sentidos. La comparación entre esos dos mundos no se sostenía y me ha perseguido durante toda la vida. Nunca les perdoné a mis padres que me hubieran traído de vuelta a esto. Volví con 12 años de un mundo impensable con lagos nudistas, chicas que te sacaban a bailar y llevaban la iniciativa.

– Qué ha pasado para que se pierda la perspectiva de esta manera?

– El dicho castellano, ni sirvas a quien sirvió ni mandes a quien mandó lo resume todo. Hemos sido un país que ha servido a otros y ahora no sabe por donde salir porque llaman a su puerta porque son otros los que intentan conseguir algo de aquí. Vamos ahora a hacer la puñeta, por decirlo en fino, porque nos lo han hecho a nosotros cuando se oye que los emigrantes salvan la Seguridad Social, los índices de natalidad ¿eso es bueno o malo? que trabajan en la economía sumergida como los españoles en los 60.

– ¿Es una leyenda urbana que rodó en la casa donde vivió?

– Fue cierto. Hacía una semana que se libró el piso, llamé al casero y alquilé la casa y pude rodar mientras se abrían las mismas ventanas que había abierto de crío, con los árboles más grandes.

– ¿No se quiere recordar lo que se ha sido?

– Venimos de un mundo triste y pobre. La anécdota del papel higiénico, de para qué servía, me la contaron, sin exagerar, 20 de 58 familias. Somos un país difícil. Vivo en la sierra. Los que trabajan los jardines hablan nuestro idioma. Mis vecinos pasan a través de ellos sin saludarles, sin dirigirles la palabra. Siempre me pensé, no se por qué, que mi país iba a ser generoso cuando llegaran emigrantes.

– Y no.

– Ha sido generoso con los turistas, los que venían con los bolsillos llenos y las pechugonas. Pero con los feos, los pobres, pues no.

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