¿Por qué la mitad de Brasil se rindió a la ultraderecha?

El apoyo de los mercados financiero fue la pieza que faltaba para el candidato ultraderechista a la presidencia

La Vanguardia, ANDY ROBINSON, 11-10-2018

Ya se sabía antes del resultado chocante de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil el pasado domingo que el diputado de ultraderecha Jair Bolsonaro había logrado canalizar mejor que nadie la rabia que se siente en la ciudadanía brasileña por la corrupción endémica, la delincuencia violenta y una grave recesión económica que ha restado el 14% de la renta de la familia media en los últimos tres años.

Bolsonaro, elegido por el 46% de los votos, supo consolidar la reacción visceral de millones de brasileños contra los gobiernos del Partido del Trabajo (PT) cuyas políticas de redistribución en uno de los países más desiguales del mundo, sobre todo el programa anti pobreza Bolsa Familia, fueron percibidos por votantes resentidos como asistencialismo, la compra de votos de brasileños humildes para la izquierda.

Logró sintonizar con parte de una ciudadanía que ya había defendido las milicias que “limpiaban” las favelas de Rio

La conversión del candidato de ultraderecha al evangelicalismo bautizándose en el río Jordán de Israel a manos de un pastor pluriempleado como diputado de la derecha cristiana le ayudó a incorporar a 60 millones de neopentecostalistas a su base tradicional de nostálgicos por los años de la dictadura militar. Las grandes manifestaciones que llenaron la avenida Paulista de Sao Paulo en el 2015 y 2016, convocadas por las grandes federaciones empresariales en colaboración con las nuevas redes de la derecha ultraliberal como el Movimiento de Brasil Libre (MBL) –con sus vínculos con los think tanks republicanos en Estados Unidos­–, crearon la base para la histórica reacción contra la izquierda brasileña y contra la democracia plural y diversa por la que Brasil tal vez románticamente se conoce. Pronto el MBL se convertía al conservadurismo social mientras que Bolsonaro se convertía a la ideología de la privatización que acabaría seduciendo a los mercados .

Con su sentido de humor vulgar y barriobajero, el exmilitar convirtió el chiste políticamente incorrecto –misógino, homófobo, racista, y en contra de oenegés, indígenas o medioambientalistas– en un arma político. “Preferirá que mi hijo muriese en un accidente de coche que llegara a casa con algún tipo con bigote (…)”, dijo en una ocasión. “Tuve cuatro hijos y en un momento de debilidad, tuve una hija”, bromeó en referencia a sus prójimos, todos parte de su equipo político y uno, nuevo diputado en el Congreso. “Eres demasiado fea para ser violada”, respondió a una diputada de la izquierda que le criticaba por dedicar su voto en la destitución de Dilma Rousseff al militar que había torturado a la ex presidenta en los años de la dictadura militar . “No sé ni si saben procrear”, dijo en referencia a los afrobrasileños residentes de un quilombo (las comunidades formados por esclavos fugitivos y reconocidos por el gobierno de Lula). Se convirtió en el campeón de la bancada de la Biblia y la bala, juntando a quienes exigían el derecho a formar grupos de vigilantes contra los delincuentes y quienes reivindicaban la Biblia por encima de la diversidad pluricultural de la otra Brasil.

Productos de merchandising de Bolsonaro en Sao Paulo

Productos de merchandising de Bolsonaro en Sao Paulo (Nelson Almeida / AFP)
Cuando Bolsonaro hablaba, con la misma incorrección política que Trump solo que aun más violenta, de que “el único bandido bueno es un bandido muerto” o que “hace falta una guerra civil y matar a unos 30.000” , logró sintonizar con parte de una ciudadanía que ya había defendido las milicias que “limpiaban” las favelas de Rio, donde Bolsonaro fue creando su feudo. Defendía la intervención armada contra la supuesta agenda bolivariana de Lula y Dilma, un plan venezolano que solo existía en las falsas noticias de las redes sociales bolsonaristas.

El excapitán de los paracaidistas de las Fuerzas Armadas brasileñas cumplía con los requisitos de la nueva política de indignación y rabia, en Brasil y en el mundo. Antisistema, porque en Brasil el sistema había sido gestionada por la izquierda durante mas de 10 años. Aunque el verdadero establishment en Brasil es el de siempre: el grupo de comunicación Rede Globo y la federación industrial de Sao Paulo (FIESP), responsable de fomentar la histeria contra la izquierda que abonó el terreno para Bolsonaro.

Parece absurdo pero así es la política en un país atormentado y dividido entre un pueblo confuso y una elite muy dispuesta a confundirlo más

Aunque los datos retrataban al votante típico de Bolsonaro como un hombre blanco de renta media alta, lo cierto es que su éxito al reinventarse como un “outsider” ha logrado arrancarle al PT parte de sus votos. Cuando Lula aun era candidato, era bastante común hablar con brasileños con un nivel bajo de estudios decir: “No sé si Bolsonaro o Lula”. Parece absurdo pero así es la política en un país atormentado y dividido entre un pueblo confuso y una élite muy dispuesta a confundirlo más. Por eso, la prohibición de la candidatura de Lula –cuya intención de voto rebasaba el 35%– ha sido esencial para allanar el camino de Bolsonaro a la presidencia. El atentado contra la vida del candidato de derechas a manos de un descerebrado que le clavó un puñal durante un mitin, lo allanó también cuando los bolsonaristas lo identificaron como un miembro del PT aunque no lo fue.

Faltaba la última pieza en el ascenso irresistible de Jair Bolsonaro, de 63 años, un político de largo recorrido considerado patético más que amenazante en la élite política por sus declaraciones disparatadas, bien fuera la del centro de Fernando Henrique Cardoso o del centro izquierda de Lula. Para que lograse ese 46% de los votos en la primera vuelta hacía falta que lograse presentarse, pese a su discurso populachero y analfabeto, como el hombre capacitado para sacar Brasil de su crisis. De ahí la importancia de su éxito en las ultimas semanas de la campaña por atraer el apoyo de lobbies empresariales como la bancada ruralista de agroindustriales, grandes empresas como la cervecera Ambev, filial de la multinacional Anheuser-Busch; y de los inversores en los mercados financieros brasileños.

Los dos candidatos que se disputan la presidencia el próximo 28 de octubre: Jair Bolsonaro (izuqierda) y Fernando Haddad

Los dos candidatos que se disputan la presidencia el próximo 28 de octubre: Jair Bolsonaro (izuqierda) y Fernando Haddad (Miguel Schincariol / AFP)
Una serie de analistas, entre ellos Goldman Sachs, destacaron que el plan de privatización masiva de Bolsonaro sería valorado favorablemente en los mercados financieros. Efectivamente, la Bolsa se ha disparado en las últimas semanas tras el susto que provocó la subida de Lula en los sondeos y la sensación de que Haddad podía heredar su apoyo. El real –cuya depreciación asustaba a mucha gente en Brasil por su probable impacto en la inflación– se ha apreciado fuertemente gracias al éxito de Bolsonaro en la primera vuelta.

El asesor de Bolsonaro, el Chicago Boy, Paulo Guedes, ha sido elogiado en la Avenida Paulista y en Wall Street por su compromiso por privatizar todas las empresas públicas. El presidente chileno Sebastián Piñeira se sumó a la campaña de hacer respetable a Jair Bolsonaro, pese a todo, al anunciar esta semana que las políticas económicas de Bolsonaro son las necesarias. No queda claro que los votantes de Bolsonaro, quien dijo que Fernando Henrique Cardoso debe ser fusilado por sus privatizaciones en los noventa, entiendan que no están votando a un nacionalista sino a un neoliberal.

El presidente chileno Sebastián Piñeira se sumó a la campaña de hacer respetable a Jair Bolsonaro

Puede ser la nueva configuración global del neoliberalismo en tiempos de rebeliones populistas de la derecha. Como escribe Glenn Greenwald en The Intercept , “todo esto es parte de una tendencia global, que está minando las democracias liberales, debilitadas por sus propios fracasos. No se ve el final. La tendencia parece estar acelerándose con cada movimiento, alimentándose de forma sinérgica del otro”.

¿Ganará Bolsonaro?
¿Es posible que Bolsonaro no gane? “Jamás se ha podido revertir una ventaja así en la primera vuelta; la oleada contra el PT es muy agresiva“, vaticinó Jorge Chaloub experto en la derecha brasileña de la Universidade Federal de Juiz de Fora. El avance del partido de Bolsonaro, casi insignificante hasta las elecciones, ahora el segundo del Congreso, es “asombroso”, añade . Pese a ello, el hecho de que Haddad esté en la segunda vuelta, a diferencia del aniquilado candidato del establishment Geraldo Alckmin, demuestra que una parte importante de la base del PT –sobre todo en el noreste del país– se mantiene intacto .

“El colapso del centro derecha es mucho mayor que el PT”, dice Chaloub, Si parte del electorado del centro preocupado por los instintos anti democráticos y los prejuicios de Bolsonaro se unen a esa base, es posible. En los sondeos, el margen entre Bolsonaro y Haddad es estrecho. Bolsonaro tiene el 45% frente al 43% de Haddad, según Datafolha .“Es complicado pero no es imposible; estas son unas elecciones muy extrañas así que todo es posible, auguró un economista de un banco publico.

No queda claro que los votantes de Bolsonaro (…) entiendan que no están votando a un nacionalista sino a un neoliberal

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