El voto y las derechas

Canarias 7, , 10-10-2018

Vox concita protagonismo con el éxito de su mitin en Vistalegre. Con el discurso estilado en la derecha ortodoxa o nuevo populismo escorado, reivindican temas como la unidad nacional, la recentralización, la inmigración y la recuperación de valores perdidos. Ya están marcando de alguna forma parte de la agenda. Nada hace pensar que PP y Ciudadanos deban estar preocupados. Pero ya el mismo mitin y su resonancia mediática hacen que estos dos partidos deban tener en cuenta sus propuestas. En una competición por la derecha entre Pablo Casado y Albert Rivera, los votos potenciales que pudiera tener Vox podrán ser atraídos por ellos. Y eso implica concesiones. Ya en su momento el ultraderechista Blas Piñar fue diputado en Cortes por Madrid (1979-1982), justo la circunscripción donde ahora Vox si acaso puede conseguir algo en las generales.

Los comicios europeos son el escaparate idóneo (circunscripción nacional) donde los terceros partidos de ámbito estatal pueden irrumpir o crecer. Ya conocemos el caso en 2014 de Podemos y Ciudadanos, un tren al que Vox quiere sumarse en 2019. A mayor descontento social motivado por los efectos que aún perduran de la crisis económica o por la desafección ciudadana ante las instituciones, aumenta las posibilidades de nuevos partidos que rompan los moldes tradicionales. Es en ese rebumbio donde parte de la sociedad busca refugio en otras siglas a las arraigadas.

La expectación causada por el mitin de Vistalegre me obliga a preguntarme cómo tuvieron que ser las escenas políticas de José Antonio Primo de Rivera durante la Segunda República. Puede que ellos digan que no tiene nada que ver. Pero uno y otro nacen escorados a la derecha, desbordan a las formaciones que giran en torno al centro ideológico (democratacristianos) y tanto aquella época como la actual tienen como distinción la incertidumbre social y el cuño del cambio tras el derrumbamiento del orden preexistente. Por eso se suele aludir en el presente al periodo de entreguerras europeo que permitió que afloraran los extremismos ideológicos. Entonces abundaban los pistoleros y las trifulcas en las calles, ahora vemos en Cataluña episodios incívicos que preocupan. Es verdad, la Historia no se repite. Pero asusta cuando valoramos los acontecimientos de hoy desde el prisma del siglo XX, tan cruel y tan despiadado. Hay una escena en la película ‘Siete días de enero’ (1979) donde el protagonista dice que los males de España (en plena Transición) se resolverán cuando los militares se decidan a intervenir, lo manifiesta con premura, como inquiriendo el porqué de tanto retraso, casándolo con el cultivo idóneo para la ultraderecha: la unidad nacional. Los nacionalismos periféricos han tirado demasiado de la cuerda. Y ya asoma Vox pidiendo el voto, aunque sea desde la marginalidad. Suena a fracaso. Pero ninguno podía esperar muchas cosas que han ocurrido en estos años y, sin embargo, han pasado.

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