“No somos una mercancía que se traslada de un sitio a otro”

Varios menores inmigrantes deambulan solos por las calles de Marchena (Sevilla) desde hace días tras escapar para no ser trasladados de centro

El País, EVA SÁIZ, 14-09-2018

Jalid, Ridwan, Youssef, Tachos, Mohamed y Mohamed Said tienen entre 16 y 17 años. Todos han llegado en patera desde Marruecos a España en el último año. El miércoles, a las 11 de noche, cuando cerró el parque del Galeón en Marchena (Sevilla), se despidieron ente ellos. Unos Jalid, Youssef, Tachos y Mohamed Said volvieron al centro de menores, donde han pasado los últimos meses o semanas. Ridwan y Mohamed se buscaron la vida para dormir cobijados en los alrededores de la zona, como llevan haciéndolo estos últimos días. Ellos son dos de los 12 menores no acompañados que se fugaron el pasado martes cuando iban a ser trasladados de su centro, el Santa Teresa de Jesús, a otro de gestión privada en Guillena, a 90 kilómetros.

“No somos una mercancía que se traslada de un sitio a otro”, dice Mohamed en un castellano precario. Queremos estabilidad. Aquí estamos integrados, tenemos todo lo que necesitamos y los monitores nos tratan muy bien”. Mohamed y sus compañeros visten como el resto de los jóvenes de su edad: gorras, pantalón corto, camisetas o polos y zapatillas de deporte o chanclas. Apenas hablan castellano y lo entienden con dificultad.

Nadie se hace cargo

Los centros de menores de la Junta de Andalucía son abiertos y los chavales pueden entrar y salir cuando lo deseen. Los que han huido, sin embargo, al haber sido trasladados a otra instalación dependen de esta última y no pueden ser readmitidos en Marchena, salvo que se hagan excepciones. La Junta, sin embargo, elude referirse a ellos como fugados. “Los centros no son cárceles, nadie les impide que se vayan o vuelvan”, explican desde la Consejería de Igualdad y Política Social de la Junta. Si algún menor no regresa, el Gobierno andaluz cursa la correspondiente denuncia por desaparición a la Policía Nacional y a la Fiscalía de Menores. “A partir de entonces, la labor ya es policial”, señalan desde el Gobierno andaluz.

La plaza del Galeón, donde se mezclan los jóvenes del centro con los que se han fugado, está a escasos metros del cuartel de la Guardia Civil de Marchena, la responsable de la búsqueda de los menores por encontrarse dentro de los límites del municipio. “No podemos detenerlos porque no han cometido ningún delito. Cuando los identificamos, lo ponemos en conocimiento de la Junta”, indican desde el Cuerpo. “Aquí hay un vacío legal. Estamos dejando a unos menores abandonados en la puerta del centro. Legal no sé si es, inhumano sí”, se lamentaba Esperanza Cortés, trabajadora del Santa Teresa de Jesús, el miércoles, en referencia a este protocolo endiablado sobre el reparto de responsabilidades respecto de los menores.

Este jueves a mediodía, Youssef, Tachos, Mohamed y Mohamed Said acababan de llegar al parque del Galeón. Estaban tranquilos, pero con cansancio en sus caras. Los huidos eluden concretar dónde han pasado la noche y quién les ha dado de comer. Varios vecinos y los propios trabajadores del centro de Marchena les están ayudando con comida y dinero, pero ellos eluden confirmarlo. No tienen miedo de que los pille la policía o la Guardia Civil. A lo único a lo que temen es a ser trasladados al centro de Guillena. “Es horrible. No hay camas, tampoco sitio para comer, ni ducha, te llevan agarrado”, aseguran.

El misterioso cortijo para menores de Guillena

El lugar del que huyen los menores no acompañados en apariencia es un emplazamiento idílico. Se trata de El Águila Real, un cortijo especializado en la celebración de bodas y que, en los últimos meses, se ha reconvertido en centro de acogida para menores inmigrantes. El hermetismo que rodea al recinto es total. En Internet sigue anunciándose como un restaurante para banquetes y nadie coge el teléfono. A vista de pájaro no parece la cámara de los horrores que describen los menores. “¿Usted cree que aquí se puede estar mal?”, dice un empleado a la puerta del cortijo, antes de impedir el paso al fotógrafo. Sin embargo, testimonios de trabajadores sociales que están en contacto con los jóvenes solos lo describen como “una cárcel sin barrotes”. Cada vez que la Junta ordena un traslado de menores de los centros de acogida públicos de la provincia a Guillena, se producen huidas generalizadas.

Mientras Youssef, Tachos, Mohamed y Mohamed Said, pasan la mañana sobre el césped del parque, Jalid y Radwan, esperan al tren camino a Sevilla. Radwan, uno de los fugados, dice que acompaña a Jalid, que sigue en el centro de menores, a un curso de cocina a la capital andaluza. Lo cierto es que el curso de cocina hace rato que ha comenzado tal y como confirma, minutos después, a las puertas del centro de Marchena, la monitora encargada de trasladar a los chavales a esas clases a Sevilla. Jalid no se encontraba con ellos.

En el centro no quieren hablar sobre la fuga de los menores y se remiten a la Consejería de Igualdad. Su responsable, María José Rubio, reconoció ayer en el Parlamento andaluz que se teme “un agravamiento” de la llegada de menores inmigrantes no acompañados. La Junta ha atendido en lo que va de año a 4.650 jóvenes solos. El pasado fin de semana hubo otro repunto en las llegadas y la Consejería ha tenido que habilitar 500 nuevas plazas de acogida de emergencia.

En los últimos días la Junta ha ordenado el traslado de menores de Carmona y Marchena a Guillena, coincidiendo con las protestas de los trabajadores por las condiciones tan precarias en las que tienen que realizar su trabajo. Sin embargo, las llegadas de migrantes no cesan y tal y como se vacían, los centros se vuelven a llenar. El martes se autorizó el traslado de 20 menores de Marchena a Guillena, de los que 12 se escaparon. Desde la pasada madrugada hasta el medio día de hoy, han llegado nueve. Del centro de Carmona salieron 14, pero en las últimas horas han entrado 20, según informan desde el comité de empresa de esta última instalación. La intención de la Consejería es ir distribuyendo a los jóvenes que llegan a la provincia de Sevilla entre los centros de titularidad privada, como el de Guillena, para garantizar que los que pertenecen a la Junta no rebasan su capacidad. En Marchena, habilitado para albergar a 24 niños ahora hay 29 y en Carmona residen 40 en un centro previsto para 20, informan desde el comité.

Hasam y Ali Salhi, de 17 años, acaban de llegar esta madrugada a Marchena. Pasean sonrientes por los alrededores del centro de acogida, contentos por estar en España. Ignoran que muy probablemente acaben en Guillena, el destino que, de momento, han eludido Jalid, Ridwan, Youssef, Tachos, Mohamed y Mohamed Said. Salvo Ridwan, que quiere regresar a Marruecos, el resto quiere quedarse en España y no contempla ir a otro país, aunque realmente no se plantean seriamente qué quieren hacer. Aquí, ninguno tiene familia. A corto plazo, aspiran a pasar las tardes como hacen siempre: en el parque hasta las 9 de la noche momento en que los que no se han escapado, vuelven al centro a cenar y luego regresar hasta que se cierre. Una rutina que a algunos vecinos no les molesta y a otros les inquieta.

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