La Eurocámara frente a la ultraderecha

El Parlamento Europeo aprueba por amplia mayoría abrir la puerta a que Hungría, con un Gobierno xenófobo, pierda su voto en el Consejo, sin apoyo del PP y con tres de sus eurodiputados, Iturgaiz entre ellos, votando en contra

Diario de Noticias, , 13-09-2018

La decisión del Parlamento Europeo de apoyar de forma muy mayoritaria la aplicación del artículo 7 del Tratado a Hungría que puede perder el derecho a voto en el Consejo es un paso histórico en defensa de los valores democráticos del proyecto europeo y una dura respuesta política al Gobierno ultraderechista de Viktor Orban. Además, la votación puso de manifiesto la ruptura ideológica del Partido Popular Europeo, el centro derecha tradicional que cuenta con el mayor número de escaños en la Eurocámara, y al que hasta ahora al menos pertenece el propio Orban. De hecho, la división del PPE se desplazó también al PP español, con tres de sus eurodiputados votando en contra de la medida entre ellos Iturgaiz y a favor de las tesis extremistas del actual Gobierno húngaro, nueve absteniéndose y otros cinco ausentándose de la votación. Una imagen deplorable que sólo acrecienta su giro extremista. La medida se aprobó por 448 votos a favor y 197 en contra e implica sanciones por poner en riesgo los valores fundamentales en materias como principios democráticos o derechos humanos. En el que quizá haya sido uno de sus últimos discursos ante la Euorcámara, Juncker quien deja tras de sí un legado con muchas más sombras, algunas muy negativas, que luces hizo un esfuerzo por advertir a la sociedad europea de los tres déficits actuales que bloquean la consolidación del proyecto de la UE desde la perspectiva europeísta fundacional: una dimensión social acorde con los valores del modelo socioeconómico europeo, una base institucional conectada con los principios originarios de valores democráticos y defensa de los derechos humanos y una asunción honesta de la realidad cultural e identitaria de Europa. La votación en el Parlamento Europeo quizá sea sólo un último intento de recuperar los valores iniciales de la UE para promover iniciativas que aproximen el ideario europeo al ciudadano y recuperen el espíritu progresista de su origen hace 61 años. O quizá sea sólo un último intento desesperado de tratar de detener la ofensiva económica del neoliberalismo de los mercados que ha desmantelado buena parte del Estado de Bienestar y de la ofensiva ideológica de un nuevo fascismo en este siglo XXI. En todo caso, era un imperativo de orden político y ético para abordar con la determinación exigible el fenómeno ultra y xenófobo que desborda previsiones y mugas, afectando a la esencia humana y a los valores que Europa debe compartir, incluida y en especial la Europa de los Pueblos.

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