berlín. El debate presupuestario en el Bundestag, el Parlamento alemán, desembocó ayer en un ajuste de cuentas con los populistas y ultranacionalistas de la Alternativa para Alemania (AfD) por instrumentalizar la muerte de un alemán en una reyerta con refugiados en la localidad de Chemnitz hace dos semanas para fomentar la xenofobia y el racismo. Las críticas contra el partido que lidera la oposición en la Cámara baja crisparon a los diputados de AfD hasta el punto de que todos abandonaron temporalmente el pleno cuando su política fue comparada con la de los nazis durante la República de Weimar.

El líder parlamentario de la AfD, Alexander Gauland, había abierto la sesión minimizando los sucesos de Chemnitz, en los que destacados miembros de su formación marcharon junto a neonazis y ultraderechistas en una manifestación, y acusaron nuevamente a la canciller federal, Angela Merkel, de ser la culpable de los problemas derivados de la migración y la llegada de peticionarios de asilo. «¿Quién amenaza la paz interna en este país? Nosotros no». Gauland culpó además a los otros partidos de conspirar en su contra: «Tratan de criminalizar a la oposición formando una especie de frente popular contra la AfD».

No le faltó algo de razón. Todos acusaron a AfD de hacer causa común con quienes pretenden acabar con el orden constitucional y añoran el Tercer Reich. En nombre de los cristianodemócratas de Merkel, su líder parlamentario, Volker Kauder, acusó a los populistas de fomentar la violencia en la calle con declaraciones provocadoras y de ser de todo «menos patriotas».

Más duro fue el expresidente del Partido Socialdemócrata Martin Schulz, quien acusó a los dirigentes de AfD de servirse en sus discursos «de los medios del fascismo» y les acusó de reducir todos los males del país a un solo denominador.