Malvivir como refugiado
Pese a la presión migratoria que padece Europa, nuestro continente no es –ni de lejos– el que más campamentos de refugiados alberga ni el que padece las mayores avalanchas de ilegales
La Razón, , 17-08-2018Lo provisional se ha convertido en un modo de vida… durante decenas de años. Sin salida ni solución. Los llamados campos de refugiados no pretendían
–cuando se organizaron, y antes de que se desbordaran– ser una respuesta a largo plazo. Al contrario, la atención que en ellos se presta es de carácter provisional, es decir, hasta que las condiciones sean propicias para que los refugiados puedan volver a sus países de origen y residencia en condiciones dignas. Sin embargo, ese momento se dilata y se retrasa en muchos casos durante decenas de años. La realidad es que en un único campo pueden llegar a vivir cientos de miles de personas. Algo que sucede en África y Oriente Medio. Una situación que lleva camino de extenderse a ciertos países de Europa, donde la presión migratoria de los últimos años ha provocado el hacinamiento en países del Mediterráneo o los Balcanes.
Normalmente son construidos y administrados por organizaciones internacionales como Naciones Unidas o por organizaciones no gubernamentales –ONG– tales como la Cruz Roja u otras organizaciones. Esta situación, que debería ser provisional se acaba estancando. Algunos campamentos de refugiados son sucios y antihigiénicos. Si los refugiados no pueden regresar (a menudo por una guerra civil) puede ocurrir una crisis humanitaria. Eso es lo que estamos viviendo en nuestros días. Frente a estas situaciones enquistadas, de impás, los organismos humanitarios gestionan diversas alternativas como el reasentamiento en un tercer país o la integración de las personas en el país de acogida. En ocasiones excepcionales se gestionan solicitudes de asilo, siempre que los países tengan desarrollados procedimientos y se pueda garantizar el estudio individual de cada caso.
Estas respuestas son las que se dan en naciones europeas, no así en países de Oriente Medio, Asia o África, incapaces de aceptar a esas poblaciones migrantes ya sea por falta de recursos económicos o por el rechazo de sus poblaciones. Esta negativa la estamos viendo también en Europa, donde sus habitantes –especialmente los del norte– han visto incrementar sustancialmente el rechazo a estos inmigrantes políticos o económicos y donde se exige una solución en origen.
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