Un día con los manteros consentidos de Carmena

El Ayuntamiento de Carmena dice que la sensación de que hay más manteros en el centro es un "efecto visual" Un reportero acompaña un día a los vendedores para constatar si, como sostiene un sindicalista de la Policía Local, están consentidos En Barcelona, ante tanto mantero, han pedido la cabeza de Ada Colau

El Mundo, , 14-08-2018

Jueves. Gran Vía de Madrid. 13.30 horas. Una pareja de policías municipales, avisada por una de las tiendas de la calle, patrulla en busca de manteros. Les tienen a menos de 10 metros, les miran. Pero hacen que no les ven. Su paso, sosegado, indica a los vendedores ambulantes que no hay peligro. “No todos los policías son malos, hay algunos buenos”, nos dice un joven que ha escapado andando junto con otros camaradas hasta una de las calles perpendiculares. Algunos, incluso, optan por meterse entre las obras de la arteria centenaria. Los agentes les observan como diciendo: ni vosotros ni nosotros queremos estar aquí. Nadie se altera. Tras 15 minutos paseando, una vez cumplido el expediente, los municipales desaparecen. Es entonces cuando vuelven a extender las mantas: “Así es nuestro día a día”. Cierta incertidumbre y el estar siempre alerta son una constante desde que amanecen en el barrio madrileño de Lavapiés. Allí empieza todo. Modou lo suele hacer a las 9:30, en un piso de poco más de 40 metros. Es joven, 26 años, y de origen senegalés. Comparte casa con cinco compatriotas, pese a que ésta sólo disponga de dos habitaciones. “Otros tienen peor suerte”, dice, restándole dramatismo. Sale a la calle cuando su reloj marca las 11. Sobre sus hombros, una manta que envuelve decenas de camisetas de fútbol. Son falsificaciones, pero de gran calidad. No tarda mucho en llegar a su lugar de trabajo, un trozo de acera en plena Gran Vía donde jugará al gato y al ratón con la Policía mientras intenta vender sus imitaciones.

Manteros en una manifestación en Barcelona. SANTI COGOLLUDO
“Nosotros no le quitamos el dinero a nadie, es la única forma que tenemos de buscarnos la vida. No robamos, no hacemos daño…”, explica Modou mientras enrolla la cuerda de su manta entre los dedos de su mano derecha. No logra mantenerse quieto más de un minuto seguido. Siempre oteando de izquierda a derecha que no aparezca algún agente entre las decenas de viandantes. La semana no está siendo tranquila para este colectivo. El incidente de Barcelona, en el que unos manteros agredieron e hirieron a un turista, ha enrarecido una situación ya de por sí tensa. En la Ciudad Condal, la oposición pide la cabeza de la alcaldesa Ada Colau alegando “inseguridad ciudadana”, al ser ella también la responsable de Seguridad. La vinculan con el auge de manteros en las calles. Desde éstas, el mismo jueves se oyó la voz de los propios vendedores ambulantes. Manifestaron ser las víctimas, hablaron de “circo mediático” y aseveraron que el visitante agredido era, en realidad, el agresor. Pero, apenas 24 horas más tarde y nueve días después del suceso callejero, el senegalés de 32 años que atacó al turista fue detenido por los Mossos.En Madrid se teme que se puedan repetir sucesos como el acontecido el pasado 12 de julio, cuando una joven fue arrollada (terminó en el hospital) por un grupo de manteros que huían de la Policía. «Ahora ya sabemos para quién y para qué está ampliando las aceras de la Gran Vía Manuela Carmena», ha llegado a decir José Luis Martínez-Almeida, portavoz del PP en el Ayuntamiento. Él habla de una supuesta “impunidad total y absoluta de la que gozan los manteros”. ¿Y qué opinan los propios manteros? “Nos persiguen mucho, pero desde lo de Barcelona, más”. Quienes más preocupan, tanto a Modou como a sus compañeros de profesión, son los policías municipales. Los nacionales no tanto. De hecho, mientras compartimos la mañana con ellos, varios coches del Cuerpo Nacional de Policía patrullan a pocos metros sin que un solo mantero se inmute. “A algunos ya les conocemos. Nos dicen que nos levantemos y siguen su camino”, dice Sergio, otro mercader ilegal también de origen senegalés.

Manteros en el centro de Madrid. JAVIER BARBANCHO
Llegan las 12 del mediodía, hora de máxima ebullición. Alrededor de 40 mantas decoran las aceras de Gran Vía. Una hilera que se extiende desde Montera hasta Callao. Y justo en la mitad de esta fila, la tienda oficial del Real Madrid. En ella, las camisetas del club blanco cuestan entre 99 y 109 euros. A escasos dos metros de la entrada, un joven camerunés las vende por entre 20 y 25. “Cada media hora llamamos a la Policía, pero nada. Vienen y se pasean. Mientras, los vendedores ambulantes se esconden un momento y a los cinco minutos vuelven a extender sus mantas”, relata un responsable que lleva dos años trabajando en el establecimiento. Este encargado recuerda que antes sí había más huidas y carreras, pero en los últimos meses ya no ve tantas. Y resalta la «impotencia» que siente al ver cómo clientes que entran en su local acaben optando por comprarles a ellos: “Salimos muy perjudicados”.El veinteañero de Camerún que vende las camisetas merengues, y que opta por no revelar su nombre, no entiende la postura de las tiendas: “Nosotros no le hacemos perder dinero a nadie, los comerciantes mienten mucho”. Pasadas las dos de la tarde, Modou, Sergio y otros compañeros enfilan el camino a casa para comer y descansar. Según el Ayuntamiento de Madrid, que se remite a la cifras de la Policía Municipal, entre 150 y 200 manteros hacen negocio en las calles de la capital. Para los comerciantes y vecinos de Preciados y Gran Vía, el número ha crecido en los últimos meses. Luis Pacheco, presidente de Confederación del Comercio Especializado de Madrid, estima que pueden llegar a ser 700, con unas pérdidas en los locales de la zona de entre el 30 y el 40 por ciento. La respuesta de la Alcaldía ante ese supuesto incremento ha desconcertado a muchos: se debe a un “efecto visual”. Según fuentes policiales consultadas por este periódico, en julio y agosto los manteros se van a zonas costeras, pero vuelven a mediados de septiembre: “De cara a Navidad se verá todos los que son. Además, se han vuelto más violentos y se enfrentan continuamente a la Policía, que a su vez ha visto reducida su plantilla. No hay órdenes de no ir a por ellos, pero los agentes deben de medir el peligro: cuando los manteros huyen echando a correr suelen empujar a algún menor, mujer o persona mayor que pasee por allí en ese momento”. Las mismas fuentes admiten la «manga ancha» que las administraciones les otorgan. Creen que este clima puede desembocar en una situación insostenible, e ironizan sobre la creación del Sindicato de Manteros: “Por esa regla de tres debería de haber una asociación de carteristas, de violadores… el género que comercializa esta gente o es robado o falsificado”.José Francisco Horcajo, responsable del sindicato CSIT UP de la Policía Municipal de Madrid, critica el poco respaldo recibido por parte del Ayuntamiento, destacando que, cuando ha habido problemas, Carmena no ha querido recibirles, pero a los manteros sí: “Tienes la sensación de que están consentidos”.

Manteros en el interior del Metro de la Ciudad Condal.
Pocos minutos después de las seis de la tarde empiezan a regresar las primeras mantas a las aceras. Hasta las siete, la Gran Vía no volverá a tener el aspecto de por la mañana. Con una diferencia: “Por la tarde es más peligroso ya que hay más vigilancia”, dicen los subsaharianos. Los focos de venta vuelven a ser los mismos, la centenaria calle y la Puerta del Sol, aunque esta última hoy estaba más vigilada por municipales montados en segways. «Este trabajo depende de la Policía», nos dice Amdy, que lleva siendo vendedor itinerante desde hace cinco años. «Es mejor no arriesgar, puedes perderlo todo», señala. A él le han cazado dos veces. Ser detenido puede conllevar el decomiso de la mercancía, tres días en el calabozo y un juicio rápido. Algo que, según nos explica, todos han experimentado alguna vez. Y, cuando pasa, «se les hace muy complicado llegar a fin de mes». Llenar la manta de productos supone a estos vendedores un coste de 750 euros y les genera unos beneficios de más o menos el doble. «Es jodido. Al mes solemos ganar entre 500 y 900 euros. Pero cuando nos quitan los artículos nos quedamos a cero. A veces no tenemos dinero para el alquiler, la comida… Muy jodido», detalla Ibra, nacido en Ghana.Cae la noche en Madrid. El día acaba sin haber presenciado ninguna persecución. Sin altercados más allá de ocasionales pilla-pilla a cámara lenta. Son las 10.30 y las calles comienzan a vaciarse de manteros. Mañana, de nuevo volverán a ocuparlas: “Si la Policía nos deja”.
La ciudad de Colau tiene más
MADRID: de 150 a 700. El Ayuntamiento estima que hay entre 150 y 200 manteros, aunque desde el sector del comercio creen que el número se acerca más a los 700. Venden sus imitaciones en Gran Vía y en la Puerta del Sol.

BARNA: de 800 a 2000. Algunas voces dicen que existen unos 800 manteros en la Ciudad Condal, y otras que la realidad es que rondan los 2.000. En estas fechas se sitúan en la zona del puerto.

INCIDENTES EN MADRID. Dos a resaltar. La muerte de un mantero tras sufrir un paro cardíaco el 15 de marzo y el atropello a una joven que sufrió heridas y fracturas tras ser arrollada por una docena de subsaharianos que huían de la Policía el 12 de julio, en la Gran Vía.

INCIDENTES EN BARCELONA. Además de la agresión a un turista del 1 de agosto, el verano pasado ya hubo violentos enfrentamientos entre la Guardia Urbana y algunos manteros que intentaron colarse en el metro.

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