La nueva crisis del ‘Aquarius’

La Vanguardia, , 14-08-2018

El Aquarius, que navega con 141 migrantes africanos a bordo, rescatados el viernes entre Malta e Italia, no podrá atracar por ahora en un puerto español. Fuentes de la Moncloa manifestaron ayer que “España no es el puerto más seguro según la ley”. E hicieron hincapié en que este caso no era comparable al de los 629 migrantes que transportaba en junio esa misma embarcación y que, por orden de Pedro Sánchez, fueron entonces autorizados a desembarcar en España.

Aquella simbólica decisión, una de las primeras tomadas por Sánchez, marcó distancias con las políticas de su antecesor, el popular Mariano Rajoy. Y fue positivamente recibida por formaciones de diversa orientación. En consecuencia, la decisión de ayer podría ser objeto de críticas por tales formaciones. Y será quizás señalada por otras como una muestra de las contradicciones y la incoherencia del Gobierno.

En esta línea, la reunión mantenida el pasado fin de semana en Doñana y Sanlúcar de Barrameda por la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, invita al optimismo. Ambos mandatarios se comprometieron a lograr un reparto “justo” de la inmigración entre los países de la Unión Europea. Esto no ocurrirá mañana. Pero hay posibilidades de progreso hacia una postura común que podría ser refrendada en la cumbre europea del 20 de septiembre en Salzburgo. Alemania y España trabajan para que Francia y Portugal compartan sus criterios y se integren en un frente europeísta amplio.

El problema migratorio es muy complejo. La capacidad de absorción de migrantes de la Unión Europea es limitada. Pero las políticas de rechazo total impulsadas por el Gobierno populista italiano, lejos de atajar tal problema, tratan tan sólo de desentenderse de él. Hay que trazar políticas comunitarias. Hay que incentivar la colaboración de los países del norte de África, concretadas en ayudas económicas como la acordada el pasado fin de semana a Marruecos, que ya ayer dio algún fruto. Y, sobre todo, hay que respetar los valores de la Unión Europea, entre los que no figuran la discriminación, el racismo ni las conductas de lesa humanidad.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)