Inmigración: se acabó la propaganda

La izquierda se deshace en sentimientos para remarcar la supuesta dureza de la derecha, pero solo consigue defraudar expectativas de los miles de inmigrantes que creyeron que la respuesta al Aquarius sería la misma para todo

ABC, , 09-08-2018

Al Gobierno de Pedro Sánchez le ha durado la propaganda con la inmigración tanto como ha tardado en darse de bruces con la realidad. A los inmigrantes del buque español Open Arms desembarcados en Algeciras no se les va a conceder ninguno de los beneficios que, a bombo y platillo, se reconocieron a los del Aquarius. Hay que recordar que este barco y sus ocupantes fueron la coartada para el gran espectáculo buenista con el que el Gobierno socialista quería ganarse la credencial humanitaria. Es incuestionable deber de todo Estado de salvar vidas humanas en peligro –sea cual sea su número y su situación legal– y que el drama humanitario que viven las personas que caen en manos de las mafias requiere un solución acorde con las tremendas dimensiones del problema. Pero esta respuesta siempre ha de ser coordinada por la comunidad internacional. Desafortunadamente, ese deber moral de socorro fue manipulado por el nuevo Ejecutivo para hacer de la tragedia de la inmigración un contraste con el populismo de Matteo Salvini y contentar al mismo tiempo a los sectores de izquierda que ven en el multiculturalismo el método para diluir valores políticos y sociales que no soportan. El asalto a la valla de Ceuta y los cientos de inmigrantes rescatados por Salvamento Marítimo –que no da ruedas de prensa ni hace juicios políticos con los rescates– han desmontado la artificiosa política de inmigración del Gobierno, consistente en no tener política de inmigración. La sanidad universal, la supresión de concertinas sin plan alternativo y otros mensajes por el estilo han desatado la llegada de inmigración ilegal, saturando la capacidad de atención de los administraciones directamente afectadas. Los anuncios del Gobierno han sido el complemento perfecto a los exabruptos del Ejecutivo italiano, que ha conseguido descargar en España el peso de las rutas del tráfico ilegal de personas en el Mediterráneo.

Política de inmigración es comprometer activamente a la UE con dinero y barcos, convocar una cumbre bilateral con Marruecos para reforzar la frontera con España y gestionar con los países emisores de inmigración planes de contención. Hay que trabajar, viajar y perseverar, aunque sea en agosto. La izquierda se deshace en sentimientos para remarcar la supuesta dureza de la derecha, pero sólo consigue defraudar expectativas de los miles de inmigrantes que creyeron que la respuesta al Aquarius sería la misma para todos. Un engaño masivo y cruel a personas desesperadas. Sánchez debería explicar por qué siguen las concertinas en su sitio, se mantienen las devoluciones «en caliente» y se han acabado los permisos masivos de residencia a los recién llegados. La demagogia y el sentimentalismo en este asunto son actos de irresponsabilidad; recticar esos errores, una necesidad.

AL Gobierno de Pedro Sánchez le ha durado la propaganda con la inmigración tanto como ha tardado en darse de bruces con la realidad. A los inmigrantes del buque español Open Arms desembarcados en Algeciras no se les va a conceder ninguno de los beneficios que, a bombo y platillo, se reconocieron a los del Aquarius. Hay que recordar que este barco y sus ocupantes fueron la coartada para el gran espectáculo buenista con el que el Gobierno socialista quería ganarse la credencial humanitaria. El incuestionable deber de todo Estado de salvar vidas en peligro –sea cual sea su número y su situación legal– fue manipulado para hacer de la tragedia de la inmigración un contraste con el populismo de Matteo Salvini y contentar al mismo tiempo a los sectores de izquierda que ven en el multiculturalismo el método para diluir valores políticos y sociales que no soportan. El asalto a la valla de Ceuta y los cientos de inmigrantes rescatados por Salvamento Marítimo –que no da ruedas de prensa ni hace juicios políticos con los rescates– han desmontado la artificiosa política de inmigración del Gobierno, consistente en no tener política de inmigración. La sanidad universal, la supresión de concertinas sin plan alternativo y otros mensajes por el estilo han desatado la llegada de inmigración ilegal, saturando la capacidad de atención de los administraciones directamente afectadas. Los anuncios del Gobierno han sido el complemento perfecto a los exabruptos del Ejecutivo italiano, que ha conseguido descargar en España el peso de las rutas del tráfico ilegal de personas en el Mediterráneo.

Política de inmigración es comprometer activamente a la Unión Europea con dinero y barcos, convocar una cumbre bilateral con Marruecos para reforzar la frontera con España y gestionar con los países emisores de inmigración planes de contención. Hay que trabajar, viajar y perseverar, aunque sea en agosto. La izquierda se deshace en sentimientos para remarcar la supuesta dureza de la derecha, pero sólo consigue defraudar expectativas de los miles de inmigrantes que creyeron que la respuesta al Aquarius sería la misma para todos. Un engaño masivo y cruel a personas desesperadas. Sánchez debería explicar por qué siguen las concertinas en su sitio, se mantienen las devoluciones «en caliente» y se han acabado los permisos masivos de residencia a los recién llegados. Los fracasos exigen rendición de cuentas. El Gobierno no puede hacerse el sorprendido ni refugiarse tras la herencia del PP. Sus propias decisiones desde que Sánchez llegó a La Moncloa han marcado un antes y un después. La inmigración ilegal acumula lecciones trágicas y experiencias ineludibles para cualquier gobierno. La demagogia y el sentimentalismo en este asunto son actos de irresponsabilidad.

AL Gobierno de Pedro Sánchez le ha durado la propaganda con la inmigración tanto como ha tardado en darse de bruces con la realidad. A los inmigrantes del buque español Open Arms desembarcados en Algeciras no se les va a conceder ninguno de los beneficios que, a bombo y platillo, se reconocieron a los del Aquarius. Hay que recordar que este barco y sus ocupantes fueron la coartada para el gran espectáculo buenista con el que el Gobierno socialista quería ganarse la credencial humanitaria. El incuestionable deber de todo Estado de salvar vidas en peligro –sea cual sea su número y su situación legal– fue manipulado para hacer de la tragedia de la inmigración un contraste con el populismo de Matteo Salvini y contentar al mismo tiempo a los sectores de izquierda que ven en el multiculturalismo el método para diluir valores políticos y sociales que no soportan. El asalto a la valla de Ceuta y los cientos de inmigrantes rescatados por Salvamento Marítimo –que no da ruedas de prensa ni hace juicios políticos con los rescates– han desmontado la artificiosa política de inmigración del Gobierno, consistente en no tener política de inmigración. La sanidad universal, la supresión de concertinas sin plan alternativo y otros mensajes por el estilo han desatado la llegada de inmigración ilegal, saturando la capacidad de atención de los administraciones directamente afectadas. Los anuncios del Gobierno han sido el complemento perfecto a los exabruptos del Ejecutivo italiano, que ha conseguido descargar en España el peso de las rutas del tráfico ilegal de personas en el Mediterráneo.

Política de inmigración es comprometer activamente a la Unión Europea con dinero y barcos, convocar una cumbre bilateral con Marruecos para reforzar la frontera con España y gestionar con los países emisores de inmigración planes de contención. Hay que trabajar, viajar y perseverar, aunque sea en agosto. La izquierda se deshace en sentimientos para remarcar la supuesta dureza de la derecha, pero sólo consigue defraudar expectativas de los miles de inmigrantes que creyeron que la respuesta al Aquarius sería la misma para todos. Un engaño masivo y cruel a personas desesperadas. Sánchez debería explicar por qué siguen las concertinas en su sitio, se mantienen las devoluciones «en caliente» y se han acabado los permisos masivos de residencia a los recién llegados. Los fracasos exigen rendición de cuentas. El Gobierno no puede hacerse el sorprendido ni refugiarse tras la herencia del PP. Sus propias decisiones desde que Sánchez llegó a La Moncloa han marcado un antes y un después. La inmigración ilegal acumula lecciones trágicas y experiencias ineludibles para cualquier gobierno. La demagogia y el sentimentalismo en este asunto son actos de irresponsabilidad.

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