«Hemos ido ganando terreno a la hora de prestarles ayuda»

El aumento de migrantes en tránsito ha llevado a ampliar estas dos últimas semanas los servicios que se les ofrecen en Irun

Diario Vasco, ELENA VIÑAS, 09-08-2018

El jardín de Lakaxita se convierte cada tarde en punto de reunión de cuantos aspiran a atravesar la frontera y continuar su ruta hacia las más diversas ciudades de Europa. La estancia en Irun llega a prolongarse varios días. En ocasiones, incluso hasta dos semanas. Todos los migrantes acaban sabiendo de esta maltrecha villa erigida en el número 20 de la calle Anaka donde se les ofrece ayuda e información sobre los recursos que tienen a su alcance en la localidad.

Bajo un toldo que les protege de la lluvia, más de una veintena de jóvenes de origen africano se sientan en círculo y escuchan las explicaciones de Ion Aranguren, portavoz de SOS Racismo, quien les pone al día de los avances que se han ido produciendo en las últimas horas. Ya no es necesario que acudan a dormir a este antiguo gaztetxe ni tampoco a cenar, porque el Ayuntamiento de Irun ha acondicionado nuevos espacios para ello en el edificio del Antiguo Hospital.

«Les vamos explicando qué nuevos servicios se están poniendo en funcionamiento y por qué razón estamos cambiando nuestro modo de trabajar. Es necesario hacerles entender que tienen que acudir a los lugares que les decimos, como el recurso del frío. El Ayuntamiento amplía su oferta y nosotros somos, en cierto modo, un plus, un añadido mientras no se llega a todo», explicaba ayer a este periódico otra integrante de la misma organización, quien valoraba de forma positiva los pasos que se han ido dando en las dos últimas semanas, desde que detectaron la presencia de migrantes en tránsito pernoctando en la estación de Adif.

Según explicaba, «al principio no teníamos nada, pero poco a poco hemos ido ganando terreno a la hora de prestarles ayuda gracias al Ayuntamiento de Irun. Ya tienen un sitio en condiciones para poder dormir, para comer y desde este pasado martes, también para cenar. Hoy (por ayer) se iban a empezar a repartir bocadillos, pero ha habido cierta confusión que ya estamos tratando de ver cómo resolver».

Desde la ONG añaden que a diario van transmitiendo esas modificaciones que se producen en los servicios municipales y de entidades de ayuda a los migrantes. «Les preguntamos su opinión, queremos saber qué les parece, aunque les suele sorprender que les queramos escuchar. No son conscientes de que tienen voz y tienen que decir lo que les parece. Algunos prefieren continuar durmiendo en la estación del tren, porque sienten más libertad y no quieren recurrir a servicios en los que tienen que guiarse por un horario concreto y un protocolo», manifiestan.

Otros voluntarios se acercan a ellos para prestarles su ayuda, como una joven de origen colombiano que trata de comprender las palabras de un hombre llegado desde Costa de Marfil, al que guía hasta el recurso del frío, donde le reciben miembros de Cruz Roja. «Mañana voy a acompañarle a comprar ropa, porque dice que toda la que le han donado le queda grande. Todos llegan con la sudadera gris y los zapatos negros que les dan en Algeciras, cuando entran en España. Se sienten uniformados, no les gusta en absoluto y en cuanto pueden, se deshacen de esas prendas. A veces encontramos montones abandonados cerca de Mendibil», indica.

«Con la lección aprendida»
El objetivo que todos comparten es el de atravesar la frontera para afrontar la etapa final de un viaje que se prolonga durante meses e incluso años. En ese tema nadie parece tener dudas. No hay preguntas sobre cómo pasar al otro lado de esa línea imaginaria que les acercará al sueño que les ha guiado varios miles de kilómetros.

«En ese sentido, se puede decir que vienen con la lección aprendida. Todos tienen algún familiar o amigo que ya ha conseguido cruzar la frontera. Saben qué tienen que hacer. Les han transmitido la teoría», señala una de las voluntarias de SOS Racismo.

La reunión que se celebra en el jardín de Lakaxita llega a su fin. Ion Aranguren atiende personalmente a otro de los recién llegados. «No somos policías. Estamos aquí para ayudaros. No te preocupes», explica en francés a un joven africano. Es otro ejemplo de las víctimas de lo que él denomina «efecto huida», personas que han tenido que dejar su país y su familia para emprender una nueva vida.

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