En la frontera de la humanidad

La exigencia a la UE de una respuesta concertada frente al desafío migratorio empieza a resultar frustrante ante el enquistamiento de las dificultades

El Correo, EL CORREO, 09-08-2018

Las fronteras que intentan cruzar miles de personas, huidas de la pobreza y la falta de esperanza para alcanzar la tierra de promisión que representa Europa, se han convertido en la metáfora de esa otra frontera, esta moral, que separa la humanidad de la inhumanidad. Es la doble frontera que encaran este verano los migrantes que llegan a Euskadi desde las costas del sur español y que tratan de pasar a Francia a través de Irún, cada uno con su peripecia vital a cuestas. Quienes están habituados a bregar por la pura supervivencia no van a detenerse ni por su falta de una documentación reglada, ni por las penurias que arrastran, ni por las entregas de la Policía francesa, según relatan los afectados y asociaciones que les asisten. Esta evidencia no puede ocultar la insuficiencia de recursos para que los países más dispuestos a la acogida puedan asumir en su totalidad el desafío que se les plantea; y tampoco que el fenómeno migratorio precisa de una regulación tasada y clara, entre otras cosas por la propia seguridad legal que requiere el tratamiento de la extranjería. Pero en medio, entre la arribada de los migrantes y el desenlace que se le dé a cada caso, los poderes públicos y el conjunto de la sociedad están obligados a evitar que recaiga una nueva inhumanidad sobre la que ya cargan quienes llegan hasta aquí. En este sentido, es significativa la distancia que media entre la denuncia de las ‘devoluciones en caliente’ y sus efectos que efectúan las ONG y el hecho de que existe una cobertura, a través de los acuerdos bilaterales con España, para que Francia identifique de forma selectiva a los subsaharianos que pasan la muga y los envíe de vuelta a Irún. El lehendakari Urkullu pidió ayer que estas entregas se atengan a la legalidad y los derechos humanos, y reclamó al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, «una estrategia compartida». Un mensaje que empieza a resultar frustrante ante el enquistamiento de las dificultades y las diferencias entre los socios, las protestas de aliados necesarios como Marruecos y la cortedad de los avances, en progreso económico y democratización, de los puntos de origen de la inmigración.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)