Letizia Buzón, fabricante de jabón de Alepo; emplea a refugiados sirios en la frontera turca

Tengo 41 años, casi todos vividos por el mundo: Londres, Kenia, Uganda, Somalia y ahora Turquía, donde tengo marido, presidente de Médicos sin Fronteras, y 3 hijos. He montado la fábrica de jabón para dar a 50 refugiados lo que más necesitan: trabajo. Y su clima seco lo convierte en un jabón único

La Vanguardia, Víctor Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet, 09-08-2018

Cómo se le ocurrió montar una fábrica en la frontera siria?

Porque era donde hacía más falta. Y porque me preocupan los refugiados.

¿Ya era usted empresaria?

Soy abogada y me especialicé en derecho laboral en un gran bufete, Garrigues. Trabajé en él desde Madrid y Barcelona.

¿Por qué se fue?

Me cansé de despedir a empleados. Y me fui a estudiar a la London School of Economics y luego estuve trabajando en Kenia. Me doctoré en Políticas en la Complutense con una tesis sobre la integración laboral de los refugiados sirios en Turquía.

¿Cómo se hizo empresaria?

Digamos que por la convicción personal de que lo mejor que puedes hacer por un refugiado es darle un buen trabajo. Así que monté una empresa en el 2015.

¿A qué se dedicaba su empresa?

Conocí a un dermatólogo en Kenia y gracias a él monté una empresa de aparatos de estética: láser, sérum, limpiaporos… Trabajaba con cirujanos plásticos y dermatólogos de toda Europa. Y la empresa creció tanto que me la compró un fondo de inversión.

¿Y cómo llegó a Turquía?

En Kenia me había casado con un médico turco con quien tengo tres hijos, de 11, 6 y 1 año.

Enhorabuena.

Los dos hemos trabajado en tareas humanitarias y él ahora es presidente de Médicos sin Fronteras en Turquía. A mí siempre me interesó lo que pasaba después de que los refugiados salían del hospital.

¿Qué hacía usted por ellos?

En Kenia monté una harinera con 90 empleados seropositivos. Hoy es el orfanato de Kibera.

Ya llevaba carrerilla emprendedora.

En Turquía trabajé en la integración de los refugiados sirios y en darles una salida laboral. Descubrí que muchas familias no traían joyas ni dinero con ellos: lo único que se habían llevado de Siria era su jabón, jabón de Alepo.

¿Por qué esa devoción por él?

Porque el clima de la región es uno de los más secos del planeta, lo que le confiere propiedades genuinas.

¿Cómo se fabrica?

Se hace a mano de forma artesana a partir de una fórmula ancestral cuya base es el aceite de oliva y de laurel. Se cuece y se extiende en planchas que se equilibran, se cortan, se sellan y se secan –esa es la fase crucial– nueve meses.

¿No se hace así nuestro jabón ibérico?

También de aceite de oliva y laurel, sí señor, son ingredientes mediterráneos que unieron nuestros jabones y a las dos culturas. Es muy posible que los árabes lo llevaran a España.

O que lo trajeran de Siria los cruzados.

En cualquier caso, se trata de una tradición milenaria que los sirios han mantenido viva.

¿Dónde está su nueva fábrica?

En Gaziantep, a 50 kilómetros de Alepo. Busqué a refugiados sirios que dominaran la industria, los encontré en la frontera y enseguida conectamos. Decidimos entre todos el nombre de la marca y eligieron ponerle el mío. Hicieron el logo y participaron en diseñar el packaging.

Veo que tenían ideas claras.

En la región de Alepo antes de la guerra había más de un centenar de fábricas de jabón y ahora sólo quedan dos operativas, pero la cultura de su fabricación está en todas las familias, y muchos siguen siendo auténticos expertos.

¿Ya han acabado su primera remesa?

Estamos en fase de secado. He tenido en mi empresa a 50 refugiados empleados durante tres meses, que es lo que dura la elaboración. Lo primero que hicimos fue comprar aceite de oliva y laurel en octubre-noviembre. Y después se cocina desde enero hasta abril.

Y una vez fabricado, ¿qué hace con el jabón? ¿Hay mercado en Turquía?

Ese es el problema, claro. No hay ninguna empresa de transporte dispuesta a transportar el jabón desde Siria. Así que hemos tenido que fletar nosotros mismos el transporte.

¿Camiones?

Lo llevamos hasta el puerto de Latakia, por carreteras con una seguridad muy precaria aún.

Usted es politóloga: ¿volverán algún día esos millones de refugiados a Siria?

Yo me temo que no. Sólo en Turquía hay cuatro millones de refugiados sirios registrados. El impacto en la sociedad turca es tremendo. Y en Europa y América hay desplazados más de ocho millones de sirios, muchos con víctimas de la guerra entre sus familiares.

¿Sirios y turcos tienen algo en común?

Apenas la religión musulmana, pero todo lo demás es diferente: lengua, cultura y educación. Tienen que volver a empezar de cero.

¿Qué pasará con Siria?

El régimen de Bashar el Asad ya no controla nada en el país, y lo que estamos viendo es el rediseño geoestratégico de todo Oriente Medio. Y me temo que aún está por decidir quién manda. Así que la inestabilidad continuará.

¿Volverá usted algún día a España?

Yo tuve mucha suerte al nacer en una familia acomodada, pero eso es sólo mi origen, y estoy labrando mi propio destino, que va a estar unido al de estos refugiados.

¿Se adapta bien con sus hijos a Turquía?

Tienen un padre musulmán y una madre cristiana, pero todos somos abiertos y tolerantes. Y esas virtudes son las que queremos que hereden nuestros hijos.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)