Dentro del "infierno" del campo de Moria

Unos 8.000 migrantes malviven en condiciones infrahumanas en este centro de detención en Lesbos

El Mundo, LLUÍS MIQUEL HURTADO , 16-07-2018

Yavad Husein escruta concienzudamente el cambio que le acaban de devolver en el economato. “Disculpe”, interpela al vendedor, devolviéndole un billete de cinco euros, “me ha dado cambio de más”. Yavad Husein, huido de Afganistán “porque los ataques y la extorsión de los milicianos hacían la vida imposible”, paga su honradez durmiendo entre rejas y alambres de espino; en la infame Moria, un antiguo campamento militar que desde el pacto Turquía-UE de 2016 es, oficialmente, un centro de detención.Este periodista logra penetrar en el recinto burlando la casi ausente un problema añadido seguridad policial. Dentro del teóricamente modelo de ‘hotspot’ para inmigrantes, propuesto por Pedro Sánchez y Emmanuel Macron para alojar a quienes pretendan llegar a la UE irregularmente, la adecuación infraestructural, las condiciones higiénico sanitarias y el respeto por la vida son inexistentes. Moria es basura hasta las cejas, minutos de espera frente a baños salpicados de heces y un hacinamiento sofocante.Un canal de aguas sucias y su pestilencia, franqueando la entrada principal, dan la bienvenida al recinto. Lo administra el Ministerio griego de Políticas Migratorias, cuyas casetas prefabricadas destacan junto a las de la agencia de seguridad fronteriza de la UE y las de las oficina europea que ayuda a gestionar los procesos de asilo. El resto es una sucesión de habitáculos tendente al horror: de contáiners a tiendas de lona, de tiendas de lona a iglús, de iglús a un amasijo de catres bajo una gran carpa.Moria se ha desbordado y quienes llegan ahora deben alojarse en tiendas raídas instaladas en un olivar junto al recinto. Este periódico recorre ambos. Tras las alambradas del centro de detención no cabe un alfiler. La gente debe hacer cola para ir al baño, para lavar la ropa o para recibir un alimento a todas luces insuficiente. Entre las hileras de tiendas asoman rostros mohínos. Caras carcomidas por el tedio. De una tienda de campaña diminuta sale un anciano con problemas cardíacos: la desprotección de los migrantes más débiles es un hecho.“La situación dentro de Moria es inhumana. La misma organización reconoció que cabían menos de dos mil personas, y hoy hay aproximadamente 8.000. No nos hacemos a la idea de que casi la mitad son niños”, alerta Idoia Moreno, coordinadora que la clínica pediátrica que Médicos Sin Fronteras estableció fuera de Moria, tras retirarse de su interior en 2016 para no ser “cómplice” de las políticas europeas con los refugiados. MSF ha tenido que hacerse cargo de colocar unos baños en el olivar.Hace dos semanas, en medio de una noche de tormenta, Samira, una joven iraquí viuda, madre de una bebé de mes y medio y de una niña de cinco años, se despertó en Moria con el toldo de la tienda vencido sobre ella y las chiquillas. “Llovía muchísimo”, recuerda, “y la tienda y todas las mantas se mojaron. Pedí ayuda ACNUR está presente y no me dieron nada. Al día siguiente tuve que ir yo misma a comprar mantas nuevas al mercado”, lamenta. Yavad Husein, que deberá sobrevivir en Moria al menos hasta el próximo febrero, fecha de su entrevista para pedir asilo, corrobora el caos vivido por la lluvia: “Mi tienda de campaña quedó anegada aquella noche”.Cuando no se sufre por la lluvia, se sufre por el frío. Una anciana y un niño murieron a finales de 2016 cuando uno de los hornillos usados dentro de las tiendas provocó un incendio. En el enero siguiente hubo tres muertes más, al menos una de ellas relacionada con la inhalación de monóxido de carbono. Cuando no, es violencia: reyertas, linchamientos, abusos, violencia sexual y batallas campales, en las que la policía griega apenas interviene, se han convertido en el día a día. Los niños son testigos.Toda esta tensión es consecuencia del limbo en el que viven 58.000 solicitantes de asilo tras el acuerdo Turquía-UE, que entró en vigor en marzo de hace dos años. El cierre de las fronteras colindantes de Grecia y la lentitud burocrática del proceso de tramitación de asilo, durante el cual la mayoría no puede salir de Lesbos, provocan una incertidumbre que crece entre los rechazados, principalmente los considerados “migrantes económicos”, bajo riesgo de deportación. La insalubridad de Moria, de donde los internos pueden salir pasados 25 días desde su llegada a la isla – de donde la gran mayoría no puede salir – es la gota que colma el vaso.“Hay personas que han llegado a decirme que hubieran preferido morir en Siria antes que permanecer aquí”, asegura Idoia Moreno durante una de las pocas treguas para la siempre ajetreada clínica. “Estamos asistiendo, sobre todo, infecciones respiratorias, diarreas y problemas cutáneos, tres enfermedades directamente relacionadas con el hacinamiento, la falta de higiene y de agua potable. Aparte, están aumentando drásticamente, entre adultos y niños, problemas de salud mental, ataques de ansiedad”.“Qué asco, ¿tú te crees que podemos comer esto?”, exclama el gazatí Tarek, mostrando una bandeja de arroz, en aparente mal estado. La lanza a un cubo con desdén. Su compañero de tienda, Nkobo, un camerunés que llegó hace siete meses a Moria, y que da por hecho que no recibirá asilo, trata de mantener el temple: “Yo, como cualquiera, sólo quiero trabajar”. Nkobo señala la carpa de enfrente, que aloja docenas de catres bajo un calor asfixiante: “Esto es peor que una cárcel, esto es un infierno”.Dentro de esa carpa, los gritos nerviosos de quienes se apelotonan para recibir los 90 euros mensuales que cada migrante recibe para sus gastos, hacen temer otra pelea. MSF reconoce que el desvío de fondos de la UE al Gobierno griego en vez de a otras ONG’s que las ha forzado a retirarse de Lesbos, y la incapacidad de las autoridades griegas para atender la crisis han sobrecargado su labor. Estos días, su clínica pediátrica debe incluso tratar a personas heridas en las reiteradas peleas que se producen en Moria. El hartazgo dentro de Moria se reproduce verjas afuera. Tal y como certificó EL MUNDO, los vecinos de Lesbos han expresado reiteradamente su disconformidad con la situación. El alcalde de Moria, el municipio más próximo al campamento, hizo en junio una huelga de hambre en Atenas en protesta por lo que, considera, un perjuicio contra sus convecinos debido al caos en el campamento. Lesbos escora peligrosamente hacia la ultraderecha.“La gente no debería estar contenida en esta isla”, denuncia Caroline Willemen, coordinadora de MSF en Lesbos, “y, mientras están aquí, no hay en absoluto excusa para que estén en malas condiciones. Todo esto es resultado de decisiones políticas. Alguien ha decidido que es así como debe ser. No hablamos de un terremoto, de un desastre natural o de una guerra compleja”, remacha, “hay una política europea que dice que ocho mil personas deben vivir en condiciones horribles e inseguras. Es inaceptable”.

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