Dónde ha desarrollado su labor hasta ahora?

–El año pasado trabajé en el Centro de Juventud de Ruzafa como animadora socio – cultural y estuve inmersa en la vida del barrio durante varios meses.


–Ese centro es una experiencia reciente en el barrio, ¿Cómo comenzaron a funcionar?

–Primero tuvimos que conocer a fondo el barrio y tomar contacto con las instituciones y las asociaciones de vecinos, a ellos les preguntamos cuáles eran las necesidades de Ruzafa.


–¿Y cuáles son esas necesidades?

–La gente joven precisa de más equipamientos de ocio, se necesita algún polideportivo y zonas verdes. Y además es imprescindible un nuevo colegio público.


–¿De qué nacionalidades eran los jóvenes que acudían al barrio?

–Acudían tanto españoles como marroquíes, ecuatorianos, colombianos. La población asiática es mucho más cerrada, prefiere no modificar sus patrones culturales.


–¿Existe la interculturalidad en el barrio?

–Es un barrio muy rico en culturas pero no existe la interculturalidad como tal. Una de las principales carencias es la de espacios de uso común donde se dé la verdadera convivencia.


–¿Se va mejorando?

–Poco a poco, con la puesta en marcha del centro de atención juvenil, el hogar del jubilado o la rehabilitación de algunos edificios, pero queda mucho por hacer.


–¿Ha cambiado su forma de ver el barrio desde que trabajó allí?

–Totalmente. Antes lo desconocía. Me movía sólo por las grandes vías. Es fantástico recorrer Ruzafa porque es de los pocos sitios de Valencia donde la gente aún disfruta paseando. Tiene vida.


–Y ahora da el salto y se va a Grecia.

–Voy a participar en el servicio de voluntariado europeo y estaré seis meses en Corintio, también en un centro juvenil. Intento que mi experiencia en Ruzafa me sirva para exportar ideas allí y absorber nuevas experiencias.