Un ataque racista neonazi convulsiona a la sociedad y a la clase política de Alemania

El Mundo, 23-04-2006

Un crimen racista conmociona siempre a un país. Pero más aún si el Estado en cuestión es Alemania, cuya sociedad sigue golpeándose el pecho por el Holocausto (no tanto las nuevas generaciones) y quiere demostrar al mundo que la República Federal actual es abierta, solidaria y nada xenófoba.

Sin embargo, ha ocurrido. En Potsdam, a pocos kilómetros de Berlín, la capital germana, y en una tranquila mañana de hace escasas jornadas, Ermyas M., un alemán nacido en Etiopía, de 37 años, esperaba el tranvía cuando dos ultraderechistas le propinaron una paliza que le ha dejado en coma crítico.


Los presuntos agresores acaban de ser detenidos, según las fuerzas de seguridad alemanas. Y es que la policía tenía registradas las voces de los atacantes, además de haber gozado de una colaboración ciudadana ejemplar.


En el momento de recibir el primer puñetazo, Ermyas M., de profesión ingeniero, casado con una alemana y con dos hijos, estaba dejando un mensaje a su mujer en el contestador automático. Cuando los dos asaltantes empezaron a golpearle el cráneo, el móvil de Ermyas siguió funcionando y grabó todo lo ocurrido, escuchándose cómo llamaban al padre de familia «cerdo y sucio negro», sin cesar de pegarle hasta que le tumbaron en el suelo.


En ese momento, un taxista contempló cómo dos jóvenes (supuestamente, los detenidos, de 29 y 30 años y nacionalidad alemana), vestidos con look neonazi (cazadora bomber y cabeza rapada), se ensañaban con un hombre, completamente ensangrentado, en plena calle. El taxista les increpó, provocando su huida, e intentó atraparles, pero fue en vano. Las huellas de los neonazis encontradas en la zona del crimen fueron el desencadenante final que permitió la captura de Björn L. y Thomas M., quienes se encuentran en prisión por orden del Tribunal Supremo alemán.

Traslado en helicóptero

Los presuntos culpables fueron trasladados de Potsdam a Karlsruhe (sede del Supremo) en helicóptero, y con los ojos y oídos tapados.Allí, el pasado viernes, fueron sometidos a largas horas de interrogatorio, negando ser los autores. El diario Bild se burlaba de ellos en su portada de ayer, ya que «los tipos duros llamaron desde la cárcel a sus mamás».


La canciller federal, Angela Merkel, ha reiterado su dolor ante lo ocurrido y ha calificado el hecho de «abominable, brutal e inhumano».


En la rueda de prensa del viernes del Gobierno alemán, los periodistas preguntaron una y otra vez sobre el suceso al portavoz gubernamental, Ulrich Wilhelm, quien tuvo que dejar bien claro que el ataque no se debe relacionar en caso alguno con la extinta República Democrática Alemana (RDA), como algunos medios de comunicación han dejado caer, asegurando que la pobreza y el paro (muy presentes en el Este alemán, donde se ubica Potsdam) van de la mano de la violencia.


«Los jóvenes ultraderechistas de hoy día ya han crecido o nacido en la Alemania reunificada», zanjó Ulrich Wilhelm, con su fuerte acento bávaro. Sin embargo, no sólo la prensa había creado el binomio violencia ex RDA, sino el propio ministro del Interior alemán, Wolfgang Schäuble. El titular del Interior declaró que era lógico que el ataque se hubiera producido en territorio ex comunista, donde sus habitantes no están acostumbrados a los extranjeros y la xenofobia es mayor.


Schäuble añadió que en Alemania también han sido víctimas de palizas ciudadanos rubios y de ojos azules. Estas declaraciones no han sido sólo rechazadas por su propio Gobierno, sino que además parecen haber sido hechas sin pararse a tener en cuenta un importante detalle: la canciller Merkel procede del Este.

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