Las venas abiertas de la emigración en Iberoamérica

ABC, 22-04-2006


MANUEL M.CASCANTE/CARMEN DE CARLOS. CORRESPONSALES

BUENOS AIRES/CIUDAD DE MÉXICO. Según el estudio «Migración Internacional, derechos humanos y desarrollo en América Latina», elaborado por la Comisión Económica para América Latina (Cepal), adscrita a la Organización de Naciones Unidas, los emigrantes iberoamericanos alcanzan ya los 25 millones de personas, mientras que las remesas que envían a sus países de origen llegan a los 40.000 millones de dólares (35 veces más que en 1980). El deterioro de las economías nacionales, el empobrecimiento de la clase media, la elevada tasa de desempleo y la inseguridad han motivado esta movilidad, tanto entre países de la misma región como hacia aquellos con mejores perspectivas económicas.

En la década de los 90 Argentina se convirtió en el destino favorito de los países vecinos. La ley de convertibilidad, que mantenía la equivalencia entre un dólar y un peso, garantizaba a los inmigrantes jugosos ingresos en divisas estadounidenses. La crisis de 2001 incluyó una abrupta devaluación de la moneda, hoy una de las más débiles de la región. La sacudida provocó una estampida de la mano de obra extranjera, imposibilitada, de la noche a la mañana, de mantener el volumen de envío de remesas a sus países de orígenes. Sin embargo, según la Gendarmería Nacional, la «vuelta a casa» para unos 900.000 trabajadores sin papeles sigue sin ser una opción.

Único país de Iberoamérica que invita, en el preámbulo de su Constitución, a «todos los hombres del mundo» a «habitar» su territorio, Argentina no está en condiciones de acoger a nuevos pobres de las naciones limítrofes. Para los que todavía permanecen dentro de sus fronteras se ha visto obligada a crear el Programa Patria Grande, un proyecto que pretende regularizar la situación de los nacionales de Bolivia, Paraguay, Uruguay, Chile, Perú, Colombia y Venezuela. Esto es, los miembros de pleno derecho y asociados del Mercosur (Mercado Común Suramericano).

Mano de obra barata

Crisol de razas, como se acostumbra a definir este país, los «bolitas» – término despectivo con el que se referían a los bolivianos y que se ha hecho extensivo a cualquiera de piel oscura o cobriza – , los paisanos del presidente Evo Morales, forman la colectividad más numerosa y son permanentemente explotados por gente sin escrúpulos que, en muchas ocasiones, actúa en connivencia con la Policía. En la Capital Federal representan el 1,7 por ciento de la población pero el 80 por ciento de ellos ni siquiera están registrados en la seguridad social.

«Antes de la devaluación uno compraba prendas confeccionadas con mano de obra esclava china. Ahora, en muchos casos, uno compra prendas hechas con mano de obra esclava boliviana en Argentina». La confesión pertenece al ministro de Seguridad del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Diego Gorgal. Los talleres clandestinos de confección de ropa, sólo en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, mueven un negocio de más de 700 millones de dólares al año a costa de la explotación de los miles de inmigrantes, en su mayoría, procedentes de La Paz.

Esta cifra representa casi cuatro veces las exportaciones anuales de vino, dos meses de facturación de la industria automotriz, y el total de las exportaciones de material informático al año. Según un informe de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria, en todo el país se venden, anualmente, unos 1.200 millones de dólares en ropa fabricada en centros clandestinos. Una camiseta «legal» cuesta en el mercado 170 pesos, mientras que la «trucha» (falsificada) vale 45. Una investigación del diario Perfil atribuye sobornos de entre 500 y 800 pesos mensuales a la Policía por parte de cada fábrica ilegal.

Hagan cola

Sin embargo, es el servicio doméstico, básicamente desempeñado por peruanas, bolivianas y paraguayas, el que da trabajo al 63,8 por ciento de las inmigrantes. Las estimaciones del sindicato del sector indican que más del 50 por ciento del millón de empleadas del hogar o «mucamas» están en situación irregular por su nacionalidad. Un estudio de Flacso indica que el 36,4 por ciento de los inmigrantes de países limítrofes trabajan en el sector de la construcción. Aquí la cifra de trabajadores extranjeros irregulares asciende al 50 por ciento.

La situación descrita y en especial el escaso valor del peso han hecho que Argentina haya dejado de ser un reclamo para «todos los hombres del mundo» que la quieran habitar. Lo contrario sucede con la otra América, la del norte. Los movimientos migratorios originados en México, Centroamérica y el Caribe tienen un destino principal y casi único: Estados Unidos. Su frontera sur es la más transitada del mundo: unos doscientos millones de personas entran cada año en la Unión norteamericana a través de veinticinco puertos oficiales. También es la frontera entre realidades económicas más distantes de todo el planeta: 37.500 dólares de PIB per cápita al norte del río Grande, frente a los 9.200 dólares al sur del río Bravo, en datos de 2003.

Los hispanos ya forman la principal minoría de Estados Unidos, por delante de afroamericanos y de asiáticos. Según el censo de 2000, de una población total de 281.421.906 estadounidenses, 35.305.818 tienen sangre iberoamericana; de ellos, 20.640.711 eran mexicanos, 3.406.178 procedían de Puerto Rico, 1.241.685 son originarios de Cuba, y en la República Dominicana tienen sus raíces 764.945 ciudadanos (otros 43.000 se encuentran en España). Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, para el año 2050 los hispanos representarán casi el 25 por ciento de la población norteamericana con cien millones de personas.

México, además de servir como puerta de entrada a la inmigración del subcontinente, reproduce en su frontera con Guatemala problemas similares a los que se desarrollan en el límite con su poderoso vecino septentrional. En muchos países antillanos, alrededor del 20 por ciento de la población ha emigrado. El 14, 5 por ciento de los salvadoreños residen fuera de su país, seguidos por los nicaragüenses (9,6 por ciento), los mexicanos (9,4 por ciento), los dominicanos (9,3 por ciento) y los cubanos (8,7 por ciento).

Dólares y un poco de historia

La importancia de la emigración para la economía mexicana (todavía más vinculada a la estadounidense desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, también rubricado por Canadá) la demuestra el monto de las remesas de divisas, que en 2003 se acercó a los 14.000 millones de dólares. Esta cifra supera la entrada estimada de recursos al país por concepto de inversión extranjera directa y equivale al 79 por ciento del valor de las exportaciones de petróleo, así como a aproximadamente 2,2 puntos porcentuales de su PIB anual.

La relación fronteriza entre Estados Unidos y México tiene, además, un sensible trasfondo histórico. Tras el impuesto Tratado de Amistad y Límites de 1848, México perdió más de la mitad de su extensión territorial: 2.220.000 kilómetros cuadrados, correspondientes a los actuales Estados de Texas, Arizona, Colorado, Nuevo México, Nevada, California, Utah y Oregón.

El problema migratorio es hoy la principal piedra de toque de las siempre delicadas relaciones bilaterales entre las dos naciones vecinas. Mientras el Senado norteamericano aparcaba días atrás una ley de reforma migratoria que afectaría positivamente a casi doce millones de inmigrantes ilegales residentes en Estados Unidos, cientos de miles de hispanos se manifestaban por las ciudades del país en defensa de sus derechos laborales y civiles. El próximo 1 de mayo, los trabajadores inmigrantes indocumentados mantendrán una jornada de huelga y animarán a un boicot comercial.

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