Estudio económico

¿Son los refugiados realmente una carga para Europa?

A largo plazo, mejoran el rendimiento económico y el balance fiscal público de los países que los acogen

La Vanguardia, , 20-06-2018

El flujo de refugiados en Europa Occidental no supone una carga para los países que los reciben, sino que a largo plazo mejora el rendimiento económico y el balance fiscal público, según una investigación liderada por la Escuela de Economía de París (Francia) y el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS por las siglas en francés).

“Nuestros resultados sugieren que la actual crisis de migración experimentada por Europa probablemente no provocará una crisis económica, sino que es en realidad una oportunidad económica”, escriben los autores de la investigación en la revista
Science Advances
, que publica hoy los resultados.

El estudio se ha basado en datos obtenidos entre los años 1985 y 2015 en quince países europeos: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Holanda, Irlanda, Islandia, Italia, Noruega, Reino Unido, Suecia y Portugal. Los investigadores han elaborado modelos económicos para evaluar el impacto del flujo de refugiados y de inmigrantes que se establecieron en los países de destino permanentemente.

En los treinta años que ha abarcado el estudio, Europa Occidental acogió dos grandes olas de refugiados: al principio de los años noventa, por las Guerras de Yugoslavia, y en 2015, cuando se inició la avalancha de desplazados por las guerras de Siria y Oriente Medio. Ese año, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR por sus siglas en inglés) registró el mayor número de personas desplazadas desde el final de la Segunda Guerra Mundial, con 16 millones de refugiados y tres millones de solicitantes de asilo humanitario. Solo Europa recibió un millón de esas solicitudes.

Los resultados de la investigación revelan que, a corto plazo, la llegada de solicitantes de asilo no perjudica a la economía de los países que los reciben. A partir del momento en que llevan dos años en su país de acogida, además, se registra un aumento del producto interior bruto (PIB) por cápita y una bajada del desempleo. Los impuestos que el estado que los acogió recauda de ellos compensan totalmente el gasto público que hubieran podido ocasionar, hasta el punto que a la larga generan un balance fiscal (beneficios de los impuestos menos gasto público) positivo. Estos efectos se mantienen hasta pasados siete años desde su llegada.

El flujo de inmigrantes que no solicitan asilo humanitario, por otra parte, tiene efectos positivos en la economía desde el mismo año en que llegan al nuevo país, tanto en el PIB por cápita, como la tasa de empleo y en el balance fiscal. La diferencia se debe a que “los solicitantes de asilo generalmente no tienen derecho a trabajar mientras su demanda está siendo revisada por la administración”, explica por correo electrónico Hippolyte d’Albis, investigador del CNRS en la Escuela de Economía de París y autor principal del estudio.

“Creo que hay demasiado miedo hacia estas personas”, declara d’Albis. “Parte de estos temores parten de la creencia de que los solicitantes de asilo y los refugiados suponen un gran coste para las finanzas públicas de las economías europeas”. Según los resultados del estudio, es una creencia totalmente infundada.

“No podemos negar que los grandes flujos de solicitantes de asilo en Europa suponen muchos retos políticos”, escriben los autores en Science Advances. “Sin embargo, estos retos políticos se podrían afrontar mejor si se pudiera disipar el cliché de que la migración internacional está asociada a una ‘carga’ económica. En particular, creemos que el mecanismo de distribución de solicitantes de asilo debería depender más de consideraciones políticas y diplomáticas que de preocupaciones económicas”, concluyen.

“Estrictamente hablando, con nuestro estudio no estamos evaluando las políticas. Sin embargo, a la luz de los resultados, recomendaría lograr que los solicitantes de asilo empiecen a trabajar lo antes posible, garantizándoles el derecho al empleo e invirtiendo en su formación para ayudarles a adquirir las aptitudes que necesiten”, valora d’Albis.

En 2017, el número de personas desplazadas volvió a batir un récord mundial: 68,5 millones, contando refugiados (casi 20 millones), solicitantes de asilo (tres millones), y desplazados dentro de un mismo país (39 millones), entre otros, según datos del UNHCR.

Durante el periodo y en los países analizados, España fue el país con un mayor flujo neto de inmigrantes: de 456 por cada 100.000 habitantes cada año. La siguieron Noruega y Austria, con 407 y 406 nuevos inmigrantes por 10.000 habitantes al año, respectivamente. No obstante, los solicitantes de asilo en España fueron una minoría: solo 15 por cada 100.000 habitantes al año. En Noruega y Austria, fueron alrededor 200 por cada 100.000 habitantes al año. “España es un país rico y antiguo comparado con el resto del mundo”, explica Hippolyte d’Albis. “Experimenta llegadas de inmigrantes permanentes que generalmente son jóvenes y que por lo tanto deberían ser beneficiosas, desde un punto de vista económico”.

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