Akram Muti; «Lo que está sucediendo es un genocidio»

Es el portavoz de la comunidad palestina de Canarias, según los expertos la más antigua de Europa. Desde esa posición intenta esbozar lo que están sufriendo en la distancia, sin apenas noticias directas dado el aislamiento al que están sometidos los asentamientos. Vive con dolor lo que entiende como una tibia respuesta de la comunidad internacional a un conflicto enquistado durante las siete últimas décadas y al que le ve una solución lejana.

Canarias 7, , 20-05-2018

— No siempre que se habla de un aniversario es para conmemorar buenas noticias…

— Se han cumplido 70 años de un desastre. De la desaparición de casi 500 poblaciones y aldeas palestinas. Es también el aniversario del estado de Israel, que cumple exactamente los mismos años que llevan sufriendo los palestinos el acoso continúo. Estamos viviendo una ocupación, no hay una guerra de igual a igual. Palestina no tiene ejército. Este es un episodio más que sucede al de 20014, donde hubo más de 800 personas asesinadas en Gaza como consecuencia de la salida del ejército israelí de la franja. También se conmemora el derecho al retorno, que no es más que una manifestación de las acciones sociales y pacifistas en las que se quiere llamar la atención al gobierno israelí de que ya no se puede más. Es la cárcel al aire libre más grande del mundo. Gente que vive en una situación de solo tener al día cuatro horas de luz, dos de agua potable. Un 46% de desempleo. No hay otro camino sino enfrentarse a este estado para mejorar el día a día de los palestinos

— ¿Cómo vive la comunidad palestina sucesos como la mudanza de la embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv o Jerusalén? ¿Sienten que ese tipo de movimientos refuerzan más a Israel?

— Estados Unidos, después de la llegada de Donald Trump, lo que hace es ir en contra de todos los estamentos internacionales como la ONU. Le da igual. Rompe la baraja. Con cosas como los asesinatos de estos días, la masacre que está sucediendo. Que insisto, no es un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Son francotiradores a 300 metros de la frontera que atacan a gente que se manifiesta. Hay imágenes que muestran claramente como los asesinan. Y Trump se salta todo. Aunque otros países, como Sudáfrica, han retirado sus embajadores en Tel Aviv. O Turquía, que ha llamado al diplomático de turno. Eso quiere decir que existen algunas posiciones que hablan de lo que se está viendo, del genocidio. Están matando gente. Pero hay otros que parecen impasibles, como Europa. Que no se posiciona. Se limitan a decir que no debe suceder. Como el padre que regaña a su hijo y le dice que no debe hacer esas cosas y sabe que al día siguiente va a volver a hacerlo.

— ¿Por qué cree que es tan tibia la respuesta de la comunidad internacional?

— Es que estamos hablando de una geoestrategia que cuenta con lo que ha pasado con Irán con el armamento nuclear. Se quiere quedar un solo actor, que sería Israel, que también tiene bombas nucleares. Y de ahí, de paso, entrar y jugar a la baraja que quiere Trump. Que es una guerra. Un enfrentamiento contra Irán. No hay más explicación que esa. Provocar para que la otra parte salte, como lo hizo Irak la otra vez. Esperando que salte Irán o que salte Siria o el Líbano, para ver por donde puede tener una guerra.

— ¿Desde la distancia se vive con mucha impotencia?

— Hay impotencia colectiva, porque indignación ya no es la palabra. Hace que en un momento creamos que no se puede hacer nada. Pero sí que podemos hacer mucho desde la lejanía. En el caso concreto de nuestra comunidad hay información que nos llega desde varios puntos de la zona. Porque no solo hubo manifestaciones en Gaza. También en Ramala o en otras zonas de la parte ocupada. Desde aquí lo vivimos de una manera en la que no podemos encontrar un símil, como se te muere una persona en el otro extremo del mundo y no te dejan pasar a verlo. Sabemos de familiares que están en la zona que están muy angustiados. Las comunicaciones no son tan fluidas. Se corta internet adrede, para que haya un apagón externo para que la información no llegue. Para tener ciego al mundo y no ver lo que sucede. En ningún momento comprendemos como esto sigue pasando en 2018. Hay muchas fórmulas de parar esto. Solo queremos allí más luz, más agua. Condiciones dignas de vida. No se está pidiendo la liberación total del pueblo. La única forma que tenemos para ayudar a nuestro pueblo desde aquí es visibilizar sus causas.

— ¿Cómo de lejano ve el final de estas viejas hostilidades?

— Lo veo difícil, pero no lo veo imposible. Entonces perdería cualquier tipo de esperanza como persona. Y sigo creyendo en las conciencias colectivas. El mundo tiene en estos momentos un círculo de otro tipo de conciencias, que piensan diferente. Lo vemos hasta en la política nacional.

— ¿Cómo está de presente en la actualidad la comunidad palestina en las islas?

— En su momento llegaron entre 800 y 1000 personas, que ahora tienen sus descendientes. Y que también muchos de ellos emigraron a Chile, Argentina, Brasil, tomando Canarias como lo que siempre ha sido, un nexo de conexión con América. Pero aquí se quedó una parte importante; muchos se quedaron porque no tenían dinero para llegar a Sudamérica. Y muchos porque tenían negocios, se casaron, tuvieron hijos. Al final no dieron el salto a lugares como Cuba, donde también hay una comunidad palestina muy grande.

— ¿Qué canales usan para visibilizar sus demandas?

— Tenemos actos. Intentamos hacer uno o dos al año, jornadas digamos comprimidas en las que nos ayuda el Cabildo de Gran Canaria, al que agradecemos su constante apoyo. Siempre han estado con la causa palestina, y eso hace que muchos actos de los nuestros estén dentro de sus charlas o exposiciones fotográficas, como la del año pasado visibilizando la fuerza de la mujer dentro del estado palestino.

— ¿Se siente bien acogida en las islas la comunidad palestina?

— Nos sentimos muy queridos y muy integrados en la sociedad canaria, que demuestra que siempre ha sido muy cosmopolita. Muchos de nosotros somos nacidos en Canarias, más canarios que descendientes de palestinos, pero nos puede la sangre. Mi padre, mi abuelo, mi apellido. Eso hace que se mantenga el arraigo.

— En Canarias ya se dan casos de terceras generaciones de descendientes de palestinos, ¿son también conscientes y están implicados en la lucha que representan?

— Lo son. Lo digo incluso por mi hijo, que forma parte de esa tercera generación. Yo también intento inculcarle su cultura, ya sea la canaria o la palestina. Porque hay unas raíces que deben perseverar. Y luego ser ellos quienes la trasladen a las generaciones posteriores, como mi padre lo hizo conmigo. Que sean conscientes de que hay gente que lleva 70 años luchando por la libertad y no ser oprimidos.

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