Descubre al equipo de fútbol con 35 nacionalidades

Los Dragones de Lavapiés, en Madrid, son uno de los muchos ejemplos de integración a través del deporte, que abre las puertas a personas de origen extranjero

El País, Jacobo Pedraza , 15-04-2018

Seis de la tarde en las canchas de Casino de la Reina, Madrid. Un grupo de niños en chándal realiza ejercicios de entrenamiento con balones de fútbol: carrera en zigzag y terminar chutando a portería. Practican y ríen. Aprenden y hacen amigos. Se divierten y se respetan. Jean Pierre es de origen peruano. Fabián, venezolano. Ayoub, marroquí. Son miembros de los Dragones de Lavapiés, el equipo que demuestra que el fútbol une. El club nació en 2014, y ya cuenta con más de 170 jugadores y jugadoras de 35 orígenes distintos, todos vecinos del barrio. “A través del fútbol logramos crear una comunidad con los chicos y sus padres. Hay un sentimiento de pertenencia. Vengan de donde vengan, ahora son Dragones”, dice Jorge Bolaños, presidente del club.

La idea de Dragones nació para ofrecer un espacio deportivo a los niños y jóvenes de Lavapiés, uno de los barrios con mayor diversidad de culturas de la capital (más de un 25% de la población es extranjera, según el último padrón municipal). “Vimos que muchos padres no podían permitirse pagar escuelas deportivas y que en el barrio apenas había. El fútbol es una actividad con muchísimo arrastre entre los niños y a través de su práctica se pueden transmitir valores”, explica Ana Sánchez, filóloga, profesora y vicepresidenta del equipo, que cita entre las virtudes que propaga el fútbol el compañerismo, el esfuerzo y la empatía, “además de la diversión, que es imprescindible en estas edades y no siempre posible para las familias”.
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Las madres (y algún padre) de los niños charlan sentadas junto a las canchas esperando a que terminen los entrenamientos. Vanesa, la madre de Jean Pierre, estudia enfermería y trabaja como empleada del hogar para costearse la universidad: “Mi hijo tiene siete años. Ya es su segunda temporada en el equipo. Se lo pasan muy bien y hacen amigos de muchas culturas. Y tienen un sitio en el que jugar al aire libre. Nuestro piso es muy pequeño y no es bueno que estén ahí metidos todo el día”. Los padres pagan 10 euros mensuales para mantener el equipo y 20 más para tramitar las fichas de la competición.
La afición también une

En 2005, el Atlético de Madrid lanzó Carta, un spot en el que un emigrante ecuatoriano escribe a su familia. Les dice que le va muy bien, que vive en el puro centro, que respetan y quieren a sus paisanos y que el panorama laboral es tan estupendo que cada semana cambia de empleo. Todo mentiras piadosas. “Los domingos vamos al fútbol… Me hice socio… Me hice socio del mejor equipo de acá. ¡Lo ganamos todo!”. Es del Atleti.

Sra. Rushmore es la agencia responsable de todos los grandes éxitos publicitarios del Atlético en los últimos 15 años. “Eran otros tiempos y otro Atlético, menos ganador, más pupas, pero igualmente único”, explica Miguel García Vizcaíno, director creativo de la empresa (y colchonero hasta la médula).

El anuncio vinculaba al Atleti con la población latinoamericana en España. “Está basado en hechos reales. Trabajamos en Gran Vía y vemos muchísimos inmigrantes que exhiben orgullosos la rojiblanca. Quizás porque, aunque por una vez podrían elegir ir con el que gana, el fútbol no es solo eso. Probablemente se identifican más con el que sufre, con el tiene que luchar y que se gana todo con el sudor de su frente”.

Ahora el Atleti ha pasado de ser ese “maravilloso perdedor” al “luchador glorioso”. Pero esa imagen sigue teniendo pegada entre la afición latina. Javier Vélez tiene 26 años y trabaja en un gimnasio. Es ecuatoriano, como el protagonista de Carta. Y no conocía el spot. “Igual que él, yo voy a veces con mis amigos, sean madrileños de nacimiento o latinos”, compara. “A mí me encanta el fútbol y me parece que el Atleti vive el fútbol más como se vive allí”. Vélez representa la otra cara de la integración gracias al deporte: la que se produce desde la afición. “Ser del Atleti me ha dado muchas alegrías, amistades y vivencias”. No es el único caso.

Acaba el entrenamiento. Jefferson Paredes, uno de los técnicos, se queda viendo cómo los niños siguen jugando: “Lo importante no es quién es el mejor. Todos son buenos en diferentes cosas, se divierten, pasan tiempo fuera de sus casas con una actividad sana. Y son un equipo”. Jeffer es ecuatoriano. Tiene 23 años y es monitor de tiempo libre. Ahora estudia para tener el título de entrenador. Gracias al fútbol se integró en el barrio, ha hecho amigos y ha descubierto su vocación. Los Dragones entrenan y compiten de prebenjamines (hasta siete años) a juveniles (máximo 18 años).
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De Irlanda a Vallecas

Paul Reidy vino a España por primera vez en 1993, con 25 años. “Venía a ver un torneo de fútbol, yo ya era muy hincha, pero en aquellos tiempos era imposible que un irlandés conociese al Rayo”. Le hablaron de un equipo con un presidente “algo friki, que se viste de Superman [por Ruiz-Mateos]” y aquello le atrajo: “Fuimos al Corte Inglés y vi la camiseta del Rayo, con ese poliéster de los 90. Me la compré y salí por la noche con ella”. No entendía exactamente por qué, pero medio Madrid le adoraba. “Incluso me invitaron a una copa. La camiseta tenía tirón”. De aquel viaje volvió con un equipo y una novia españoles. “La novia ahora es mi mujer y tenemos dos hijos. Y el Rayo es hoy el equipo de mi corazón”.

Reidy, conocido por parte de la hinchada rayista como “Pablo Preparado” por una traducción sui géneris de su apellido, se trasladó definitivamente a Madrid en 2003. “Entonces aprendí todo lo que implica ser del Rayo, su compromiso social, su cultura de barrio. Me llega al alma como ninguno. Nada más llegar me saqué el DNI y el abono del Rayo. Justo esa temporada bajamos a Segunda B”, bromea. Gracias a sus contactos en el equipo vallecano pasó de la industria musical al periodismo deportivo. El fútbol impregna su vida.

Los responsables del equipo tratan de acompañar a sus pupilos en su desarrollo. “A partir de los 14 años entran en una etapa complicada. Pueden empezar a no ir a clase y meterse en una dinámica de fracaso escolar”, señala Bolaños. En ese momento su pertenencia a Dragones puede convertirse en un salvavidas. “El absentismo y las situaciones familiares, con relaciones difíciles o padres que trabajan todo el día para mantener su hogar, hacen que a veces seamos el único modo de saber cómo están, incluso para Servicios Sociales. Y tratamos de utilizar sus ganas de jugar para que vuelvan a la escuela o estudien”.

José Enrique tiene 17 años. Es dominicano y, desde que llegó a Dragones junto a su hermano Erik, todos le llaman Manito. “Llevo ya cuatro años y lo más importante es cómo te tratan desde el principio. Te acogen como una segunda familia”. Juega de extremo zurdo. “Empezó siendo un poco conflictivo, tenía problemas con los entrenadores y jugadores, pero ha evolucionado mucho”, recuerda Ana Sánchez. Además del ámbito deportivo, desde Dragones se organizan actividades para complementar la formación de los chicos, identificar sus habilidades y ayudar a los padres en periodos vacacionales. “Ofrecemos visitas a museos como el Reina Sofía, campamentos urbanos en los días laborables de Semana Santa y también terapias de grupo cuando surge algún conflicto”, expone el presidente.
Crear red

El de Dragones no es el único proyecto que busca la inclusión de colectivos de inmigrantes en la sociedad gracias al fútbol. El club de Lavapiés cuenta con la ayuda de la Fundación Atlético de Madrid, que ofrece desde el año pasado equipaciones y otros recursos materiales además de ceder varios entrenadores y seguir el progreso del proyecto. Clubes de Primera y Segunda División como Tenerife, Villarreal, Barcelona, Real Madrid o Rayo han creado o apoyan, a través de sus fundaciones, escuelas o campus de fútbol para que personas en riesgo de exclusión, muchas de ellas de otros países, encuentren un apoyo a través del deporte.

En el seno del Centre d’Esports Manresa, club de la división regional catalana, nació en 2012 la ONG Diapo, que significa “unir” o “crear red” en wolof, lengua de una etnia homónima original de Senegal y Gambia. “Entrenamos a más de 70 niños de distintos países y competimos en el ámbito catalán con tres equipos de fútbol mixtos. Fomentamos el desarrollo personal, la integración y el valor de la diversidad”, narra Moctar Thera, de origen senegalés, su fundador.

Alma de África es el hilo conductor de la serie The New Arrivals en EL PAÍS, un proyecto en el que este periódico participa junto a The Guardian, Der Spiegel y Le Monde. Se trata de un equipo de fútbol compuesto por inmigrantes con sede en Jerez de la Frontera, muy cerca del estrecho de Gibraltar, desde el que muchos han logrado llegar a España. Compiten en regional andaluza. Unos buscan convertirse en profesionales. Otros distraerse. Todos se consideran hermanos.
Niños y niñas del equipo se preparan para un partido. ampliar foto
Niños y niñas del equipo se preparan para un partido. Dragones de Lavapiés.
¿Partidos de tres tiempos?

El empleo del fútbol como vehículo de inclusión social es una práctica con éxito global. Dragones de Lavapiés viajará en junio a Colonia para participar en un torneo organizado por la asociación alemana Streetfootballworld. “Llevamos 15 años construyendo una red de organizaciones que hacen del fútbol una herramienta para el desarrollo, el impacto social y la integración. Nosotros somos un puente entre esas asociaciones y las instituciones o empresas que pueden aportar recursos económicos y humanos”, desarrolla Elvira González-Vallés, directora de comunicación de la sociedad alemana. Streetfootballworld apoya a 124 organizaciones de fútbol para el desarrollo en 81 países. Para fomentar el uso de este deporte como instrumento de cambio han inventado su propio concepto de partido, dividido en tres tiempos. Es el fútbol 3.

El fútbol 3 se juega sin árbitros, solo hay un mediador que no valora el cumplimiento de las reglas, sino que trata de moderar la comunicación entre los dos equipos para que ellos mismos controlen el partido en función de una normativa diferente a la de la práctica normal. Esa normativa se define en el primer tiempo. “La idea es que desde las propias reglas se promocionen valores como la deportividad, el juego limpio, la igualdad de género, el trabajo en equipo y el respeto”, asegura González-Vallés. Cada partido tiene reglas distintas. De este modo, los goles pueden valer menos que las paradas. O puede acordarse la no discriminación por nacionalidad o sexo a la hora de configurar los equipos. En el segundo tiempo se juega en función de esas reglas. Y en el tercero, con el mediador, se debate en grupo qué tal ha ido todo y qué se puede aprender de la experiencia.
Descubre al equipo de fútbol con 35 nacionalidades
La Peña guiri del Tete

Chris Todd llegó a Tenerife hace casi 30 años. Recuerda la primera vez que fue al Heliodoro Rodríguez: “Fue genial, acabábamos de ascender y jugábamos contra el Mallorca. Marcó Rommel Fernández”. Aquel veinteañero inglés que veraneaba en Canarias se enamoró del Tete. Tanto que en 1992 fundó una peña, Armada Sur. “Hoy tiene 80 miembros fijos, casi todos guiris”, bromea. Son ingleses, escoceses, alemanes… “Pero no nos perdemos ni un partido en casa desde hace 14 años”, presume.

“Gracias al Tenerife he hecho amistades de todas partes, españoles y de fuera, de las que duran toda la vida”, confiesa este empresario turístico. Algunos de los amigos que ha conocido por el fútbol ya no viven en la isla, pero se siguen viendo cuando el equipo viaja a la península.

Los Dragones ya han probado en varias ocasiones el modelo del fútbol 3, por ejemplo en su torneo 17 Goles, celebrado en mayo de 2017 para promover los 17 objetivos de desarrollo sostenible de la ONU: “También lo aplicamos cuando nos visitan otras organizaciones del ámbito de Streetfootballworld. Al principio es complicado de adoptar pero sí consigue que haya más diálogo, comunicación y entendimiento entre todos los jugadores”, valora la vicepresidenta Ana Sánchez. González-Vallés destaca el valor que puede aportar en comunidades multiculturales como la de Lavapiés: “Ayuda a superar las barreras del idioma, refuerza el liderazgo y la autoestima, promueve la igualdad de oportunidades y ayuda a crear un espacio seguro para todos, siempre desde el juego limpio”.

Más de una decena de entidades europeas asociadas con Streetfootballworld se dedican a ayudar a la población extranjera y refugiada a través del fútbol: SARI (Sports Against Racism Ireland) en Irlanda, RheinFlanke en Alemania, Oltalom en Hungría o CAIS en Portugal. Otros equipos funcionan con un modelo parecido al de Dragones o Alma de África. En Hungría, el Inter CDF acoge a refugiados o inmigrantes que quieran jugar al fútbol. El FC Lampedusa de Hamburgo une a personas venidas de otros países, la mayoría llegadas desde la isla italiana. El club está apoyado por el Sankt Pauli, equipo alemán conocido por su compromiso social. Todos son ejemplos de la capacidad transformadora del deporte

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