Populismo y xenofobia

La Vanguardia, Lluís Foix, 12-04-2018

En todas las elecciones europeas recientes los partidos antieuropeos, xenófobos y nacionalistas van ganando posiciones. En el caso de Hungría, Viktor Orbán, del partido Fidesz, consiguió las dos terceras partes de diputados en su tercera victoria consecutiva. Orbán dirige un partido conservador que se ha caracterizado por atacar las libertades, la judicatura, la oposición y las organizaciones cívicas.

El segundo partido ha sido el Movimiento para una Hungría Mejor, de derecha extrema, que obtuvo un 20% de los votos. El partido socialista quedó en un discreto tercer lugar con un 12% de los votos.

Los avances de la derecha antieuropea y xenófoba se han consolidado en Polonia, República Checa, Hungría y Austria. En la misma Alemania el partido de la oposición es Alternativa para Alemania, que entró en el Bundestag por primera vez con más del 12% de votos. El antieuropeísmo triunfó en las elecciones italianas de marzo, en un país que hasta hace bien poco era el más europeísta de todos.

El día que Orbán disfrutaba de la tercera victoria en nombre de la tradicional identidad cristiana europea, el papa Francisco publicaba su exhortación apostólica sobre la santidad y en la que uno de sus mensajes era el de tratar humanamente a los inmigrantes cuya causa era tan importante para los católicos como la oposición al aborto.

Mientras que en la política europea y en la de Estados Unidos de Donald Trump el debate sobre los inmigrantes condiciona las campañas electorales inclinando la balanza hacia aquellos partidos que levantan muros y fronteras para protegerse de los extranjeros, el Papa insiste en su discurso de abrir los brazos a los refugiados que huyen de la miseria, la guerra o la persecución. A veces se afirma que a lo largo de la historia ha sido la religión la que ha intentado controlar el poder político, pero ha sido frecuente también que el Estado haya intervenido en las instituciones religiosas para legitimarse o, en nuestros tiempos, para que uno o varios partidos consigan alcanzar o mantener el poder.

El nacionalismo inglés, construido con un discurso antieuropeo y xenófobo, consiguió la victoria del Brexit del 2016 iniciando un proceso de separación de la UE cuyas consecuencias son inciertas y, en cualquier caso, ha dividido al país que no contempla recuperar su histórica armonía política debido a la visión supremacista que se ha apoderado de una de las sociedades más multiculturales del mundo.

La demagogia populista y xenófoba centra buena parte del discurso político en las democracias occidentales. La guerra comercial entre Estados Unidos y China es el embrión de confrontaciones que pueden diversificarse en conflictos sociales en un mundo en el que la ley del más fuerte se impone a los mas débiles. Una Europa que cierra las puertas a los de fuera es más pobre y más deshumanizada.

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