La vida que ladra

Deia, Jon Mujika, 13-03-2018

QUÉ poco han cambiado las cosas 500 años después. Nicolás Maquiavelo era clarividente. De todas las cosas humanas, una vez examinadas de cerca, se demuestra que no pueden apartarse los obstáculos sin que de ellos surjan otros, dijo entonces. Con alguna que otra variación, la realidad sigue igual de compleja. Y se siguen vendiendo entradas para la perra vida y, lo que es más llamativo, se siguen comprando.

Hoy se alumbra en estas páginas la historia de tres mujeres marroquíes y sus dificultades para encontrar vivienda, pero quizás lo mismo encaja en el relato tres niños de Sudán que esnifan pegamento en la calle o tres obreros polacos que no encuentran una obra que llevarse a la boca. Es la perra vida, ya lo dije. Se quejan con razón de que la dificultad se duplica al ser mujer y emigrante y desenfundan el dedo acusador: sueldos precarios, racismo, injurias, destierro… Están en su derecho pero no han de olvidar que a su alrededor no florece el cuerno de la abundancia en el que se duplica el salario de los demás, que existe una discriminación por la edad la juventud y el otoño de la edad madura son desterrados de las bolsas de trabajo…, y las viviendas dignas no crecen en los árboles. Que no olviden que, para muchos, la vida ladra.

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