Familias que rompen campos de refugiados

Si solidaridad se aplica a todos los refugiados, sean de donde sean, hago un llamamiento a que visiten la página de vacaciones en paz y se animen a participar en este programa

El País, LUCILA RODRÍGUEZ-ALARCÓN, 14-02-2018

Hace unos días tuve la suerte de poder pasar un buen rato con una chica saharaui maravillosa de 19 años. En el tiempo que pasamos juntas me contó una vida llena de vivencias, y llena de vacíos, que ha transcurrido en uno de los áridos y aislados campamentos saharauis. En este campo de refugiados, que cuenta con una población de unos 165.000 refugiados, el tiempo pasa muy lento porque no hay nada que hacer. Esa es sin duda la característica principal de cualquier campo de refugiados, que los que moran en ellos están ahí recluidos, no pueden salir y no hay nada que hacer. Pero esta chica tuvo la suerte de participar en el programa de vacaciones en Paz cuando tenía 8 años. Durante 5 años vino a pasar dos meses en verano con una familia de acogida en Málaga. Esa experiencia cambió su vida y sus perspectivas vitales. Ahora quiere conseguir salir del campo, quiere venir a estudiar a España y quiere escribir.

La familia que la acogió en verano es otra familia para ella. Siempre es así. Me cuenta Pilar Ordóñez, la actriz y coordinadora durante 10 años de programa de invitados del festival Fisahara, que la niña que ella acogió es sin duda una hija, y de hecho lo es durante los dos meses que entra en la familia. Es lo mismo que cuando aquí, en el norte, las familias que pueden mandan a sus hijos a Estados Unidos. Este tipo de intercambios enriquecen a ambas partes enormemente. Los niños y niñas que vienen aprenden otras realidades. Muchos de ellos duermen en cama, o usan un WC por primera vez en su vida. Pero al mismo tiempo aportan a los niños y niñas de aquí y a sus familias otra realidad. La fusión genera conocimiento y vínculos inimaginables. Es interesante para ambos.

Andrés López Ropón me cuenta que él tuvo que esperar a estar jubilado para poder tener la capacidad de acoger a un niño. Y que ha vivido la acogida como una vuelta al pasado. Ahora él y su pareja quieren participar en la educación universitaria del chaval. La hija saharaui de Pilar no podrá venir a estudiar porque no tiene pasaporte, se encuentra en un limbo legal y salvo que se solucione el tema de la población en los campos, la chica no podrá volver a salir de ahí. Ni ella ni la mayoría de las personas que viven en ellos.

Andrés me contaba el otro día desesperado que el año pasado el Ayuntamiento de Madrid aportó dinero suficiente para financiar la llegada de más niños. Pero muchos niños no vinieron porque no hay familias de acogida suficientes.

¿Cómo es posible? Recuerdo cuando el Ayuntamiento de Madrid lanzó la campaña de Madrid ciudad refugio, las centralitas se colapsaron con gente que se ofrecía para ayudar y para acoger a los refugiados que lo necesitaran. Entiendo que esa solidaridad se aplica a todos los refugiados, sean de donde sean. Si esto es así entonces se trata de un problema de comunicación y falta de información. Así que desde este pequeño espacio que tengo hago un llamamiento a la solidaridad y el enriquecimiento, les invito a que visiten la página de vacaciones en paz y se animen a participar en este programa. Conviértanse en una familia de esas que conseguirán romper y acabar con los campos de refugiados.

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