El 'Hulk' que huyó de África para triunfar en el rubgy: "No saltó la valla de Melilla, la atravesó"

Un jugador camerunés atraviesa Nigeria, Níger, Argelia, Mauritania y Marruecos hasta saltar la valla de Melilla para recalar en el Rugby Club Valencia Pesa 111 kilos y mide 1,73. Ha regularizado su situación gracias al equipo, que le ha hecho un contrato en el polideportivo que gestiona

El Mundo, PEDRO SIMÓN, 13-02-2018

La mañana en que Yves dejó su casa en Bafoussam (Camerún), el estudiante de electricidad metió lo imprescindible en la mochila con la que tenía pensado llegar a Europa.La lista de lo imprescindible según Yves:Algo de ropa.Dinero.Un diccionario de inglés/francés.Una Biblia.Comida no perecedera.Y qué se pensaban un balón de rugby con sus correspondientes botas.A Yves Kepse Tchonang hay que imaginárselo con 21 años y saliendo con un fardo así a la espalda aquella mañana. A su padre le dijo que iba a jugar un torneo del mismo modo que en España hay maridos que dicen que van a comprar tabaco. Puerta, ancho es el mundo, era octubre de 2012 y hasta hoy. Mide 1,73, pesa 111 kilos, tiene unas piernas como dos jamones de Guijuelo, los músculos de un Hulk negro, es el pilier del Rugby Club Valencia y ha logrado los papeles gracias a un insólito despliegue solidario de la gente de la pelota oval. El rugbier se pone a contarnos cómo saltó la valla de Melilla en mayo de 2014 y Fran Baixauli presidente del club y compañero de equipo le corrige levantando una ceja. No, no, Yves, tú no saltaste la valla… Tú la atravesaste.Los rinocerontesEl Torneo de las Seis Naciones se juega en dos meses, convoca a Inglaterra, Gales, Francia, Escocia, Irlanda e Italia y es la competición europea más importante del mundo del rugby. Las seis naciones de Yves duraron dos años y -mochila en ristre abarcaron Nigeria, Níger, Argelia, Mauritania, Marruecos y finalmente España.«En Camerún jugaba en un equipo que se llamaba Los Rinocerontes. Mis padres trabajaban de enfermeros y éramos seis hermanos. No vivíamos mal, pero cuando se jubilaron empezaron los problemas económicos… Todos los que estudiábamos tuvimos que dejarlo. Hasta que vi que lo mejor era que me fuera a buscar suerte: yo quería ser una estrella del rugby en Europa. Y me fui. Salí con 100 kilos de peso y perdí 15. Si llego a saber todo lo que me iba a pasar en el viaje, no me habría ido…».Tienes mucho frío, Yves. Por eso te vas con unos amigos a dormir junto a los raíles tibios de una vía férrea. «Por la noche vino un tren, nos deslumbró, todo nos despertamos y corrimos, menos uno al que no le dio tiempo y murió allí del golpe». Te agarran en Marruecos, Yves, y te devuelven de nuevo a la frontera con Argelia. Hasta 20 veces te devuelven.Te confunden con un rebelde en Nigeria, Yves, ametrallan el vehículo en el que os llevan, te hacen bajar, te encañonan en la sien y entonces sí que piensas que es el final.
Te van capturando en todos los países por los que pasas, Yves, y algunos policías se enfadan mucho y por eso tienes pequeñas cicatrices blancas en el cráneo. Te lanzas con una barca al agua sin saber nadar, Yves. Y a tu alrededor ves cómo se ahoga la gente y cuerpos hinchados flotando como caparazones de tortuga.Te adentras en el desierto cagado de miedo, Yves, todos en fila india como una cuerda de presos, tapado como una momia para protegerte del sol. Y no paráis ni cuando veis cadáveres humanos. «En muchos momentos piensas que te vas a morir, pero en el desierto más. Cada uno lleva el agua que es capaz de cargar a la espalda. Te deshidratas aunque vayas con guantes, gafas, gorros. Nadie le da su agua a nadie. Si aprietas el puño, ves cómo te salen grietas y sangras. Vomitas, toses, te quema el calzado, sientes vértigo… Un chico maliense muere por el calor».El intento definitivo para entrar en España fue a finales de mayo de 2014. Él recuerda unos 130 hombres trepando, de los que sólo lo logran cuatro. Yves se desprende de la mochila y se acerca a la valla. Comienza a escalar. Le lleva 10 minutos eludir el entramado de cuchillas. Los rinocerontes rugen. No hay melé, ni ruck, ni placajes que puedan pararlo a estas alturas.El camerunés llega a la línea de marca. Luego echa a correr por las calles de Melilla.El debut«Nos llegó un correo electrónico de un voluntario de una ONG, la Fundación Cepaim, diciendo que tenían acogido a un subsahariano que había venido desde Almería a Valencia, y que estaba obsesionado con jugar al rugby», cuenta Maite Pellicer, capitana del equipo femenino del Rugby Club Valencia. «Yo pensaba que iba a encontrarme una persona esmirriada y que habría que advertirle del contacto de este juego… Fui a recogerle para llevarlo al campo a su primer entrenamiento. Claro, llego, le veo… y hostias. Me dije: ‘Vaya, esto no va a ser una obra de caridad, sino el fichaje del año’».Por cosas como las que vamos a enumerarles a continuación, este deporte bebe de aquello que decía Hugo Porta, el mítico apertura argentino: «Jueguen con el corazón, que con esa camiseta no se cansa nadie».La primera bicicleta que tuvo se la regaló Fernando Nebot, el tesorero de este club con 52 años de historia y 404 fichas que milita en División de Honor B. Se la robaron a pesar de sus dos candados. Hubo más bicicletas. El primer colchón que tuvo se lo llevó un compañero del equipo. Y no sabemos si era bueno o regular, pero Yves dice que tuvo los mejores sueños del mundo.El primer armario se lo llenaron de ropa nueva los veteranos del club haciendo una colecta.De los primeros papeleos se ocuparon un padre que trabaja en Extranjería con un hijo pequeño jugando en el club y la mujer de una vieja gloria, empleada de una gestoría. Los primeros placeres culinarios se los proporcionó la hermana de un miembro del Rugby Valencia. «Al principio tenía que hacer cola en la beneficencia para comer», cuenta Álex, «por eso mi hermana decidió que fuera a comer gratis a su restaurante [el sofisticado Garnacha tinta, en la zona noble de la ciudad] hasta que mejorara su situación. Estuvo seis meses yendo casi a diario».El primer dinero vino gracias al rugby. «Le dijimos que si quería podía pintar el local de los veteranos del club, para sacarse unos euros. Él es muy bien mandado: lo pintó toooodo de blanco, como le pedimos… incluyendo los picaportes de las puertas». El primer trabajo digno, también. «Para tener papeles necesitaba un contrato laboral, esa era nuestra fijación», comenta Fran Baixauli. «Por eso, cuando nos dieron la gestión del Polideportivo Quatre Carreres, decidimos contratarle para tareas de limpieza y mantenimiento…», añade. «Ahora tiene estabilidad. Regularizó su situación en agosto. Gracias al rugby. Esta historia no ha podido terminar mejor».
¿Qué tipo de persona es?Contesta Antonio Sánchez, jugador del equipo de veteranos del Rugby Club Valencia, buen cocinero, mejor degustador.-Muy agradecido. Muy buena gente. Con muchas ganas de aprender. Muy noble-¿Qué tipo de jugador es?[Sonrisa de medio lado, gira el cuello] El que no te gustaría tener de frente.La convocatoriaHay un vídeo en Youtube en el que Yves aparece jugando al rugby en Camerún, en un erial que recuerda un poco a esas localizaciones de Almería que servían para grabar los spaghetti western. Dura más de media hora. No se le distingue. Las caídas duelen de sólo verlas. Tiene 28 visualizaciones.Para un tipo que ha jugado al oval sobre tierra y piedras, para uno que ha visto morir a compañeros de viaje, para uno que metió un balón de rugby en la mochila en el viaje más importante de su vida; la noticia de la convocatoria para jugar con la selección de su país fue un electroshock. Ocurrió antes del verano. Phillipe Saint-André, ex jugador del combinado galo que hoy entrena a Camerún, le llamó para un stage en Francia. Yves quería ir a pesar de su situación legal. En el Rugby Club Valencia tuvieron que atornillarlo al asiento: no tenía papeles y se jugaba la expulsión de España.Aquello le subió la autoestima. Y allí arriba sigue. Yo soy ágil. Y rápido. Y cuando hay sol en el campo, estoy todavía mejor. Los de los otros equipos siempre me lo dicen: «Eres una máquina». Entro muy fuerte. Y vienen muchos a pararme. Pero no pueden conmigo.-¿Tú tienes abuela, Yves?-No, no -muy serio. Se me murieron las dos.
Le gusta ver el mar, pero no nadar. «Algún compañero del rugby me ha llevado para enseñarme, pero cuando veo que no hago pie, me acuerdo de los ahogados y me entra el pánico».Le gusta moverse, pero no demasiado hacerlo en tren. «Aquella noche en que dormimos juntos a los raíles éramos nueve. El chico recibió un golpe en la cabeza. Grité preguntando por mi amigo y tenía miedo». Uy si le vieran ahora los de su barrio en Bafoussam. Yves vive con cuatro estudiantes en un piso compartido y manda a Camerún algo de los 850 euros que gana al mes, para ayudar en casa y pagar los estudios de Ingeniería de un hermano.Uy si le vieran en casa. Tiene hecha la cama. En la estantería de su habitación hay unas gafas de sol, Espidifen, la Biblia y un libro de autoescuela. Uy si le vieran los All Blacks. Mete en su mochila unas botas. Se cambia de ropa. Tiene marcas de cortes en el esternón, antebrazos y manos; de cuando aquella embestida a muerte en la línea de marca de Melilla. -No, no, Yves, tú no saltaste la valla… Tú la atravesaste -le dice Fran.Viendo la sonrisa de Yves, va a ser mentira eso de que en España no hay quien viva del rugby.

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