Macron y el islam

La Vanguardia, , 13-02-2018

UNAS declaraciones de Emmanuel Macron a propósito de la situación del islam en Francia, efectuadas el pasado fin de semana, han suscitado vivo debate. La voluntad del presidente francés pasa, según ha manifestado, por reestructurar las entidades musulmanas que operan en Francia. Pero a nadie se le oculta que, más allá de esta intención, está la de hacer frente al fundamentalismo que crece en el caldo de cultivo de la exclusión social, y por ende la de fortalecer la cohesión nacional.

Uno de cada ocho franceses –en total, 8,4 millones de personas– es de origen musulmán. No hay otro país en Europa occidental con más ciudadanos de esta procedencia. Muchos de ellos, pese a ser franceses de segunda o tercera generación, viven en barrios degradados, en condiciones deficientes, con escasos horizontes, y son presa fácil de la radicalización. En Francia se han producido numerosos atentados de inspiración yihadista –Toulouse, París, Niza, etcétera– que dan prueba de este peligro. Y es perfectamente comprensible que el presidente Macron crea llegada la hora de intervenir para tratar de evitar que se repitan ataques tan odiosos.

Nicolas Sarkozy ya intentó una operación similar, sin éxito. Pero eso no exime a Macron de la obligación de probarlo. Sería muy osado afirmar ahora que estas políticas aún inconcretas van a evitar que se reproduzcan nuevas agresiones. Pero, obviamente, hay una serie de puntos sobre los que actuar. No es tranquilizante, por ejemplo, que muchas mezquitas y muchos imanes estén directamente subvencionados por países extranjeros, cuyos intereses no siempre coinciden con los del país de acogida. Tampoco es deseable que las entidades musulmanas que actúan como representantes de su comunidad e interlocutoras del Estado francés vean cómo escapa a su control un contingente importante de los islamistas franceses. Y, por último, no es aceptable que la vocación de unos y otros no sea la integración y, en la medida de lo posible, la armonía entre practicantes de diversos cultos en el marco aceptado por todos de los valores republicanos.

Los flujos migratorios no van a detenerse. La convivencia es un objetivo supremo en toda comunidad nacional. Y la pertinencia de fundarla sobre los valores de progreso e igualdad parece fuera de discusión. Por no hablar de la necesidad de poner coto a la irracionalidad y a la violencia. Por todo ello, y con la cautela preceptiva cuando sus planes de acción están en fase germinal, respaldamos desde aquí la iniciativa de Macron, encaminada a lograr un mejor encaje de los musulmanes en la sociedad francesa y, por extensión, en la europea.

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