El ala oeste

A los Reyes Magos

Deia, Estíbaliz. Ruiz de Azua, 03-01-2018

Estimadas Majestades: Sepan que siempre lo he sabido. Sepan que, aunque pueda parecer pretencioso, desde bien pequeña intuía que había un algo que se me escapaba, que intentaba explicar pero que no podía definir. Una realidad que se me había vendido como verdad, pero que no encajaba en esta mente racional que acostumbra a imponerse a mi yo apasionado y emocional.

Cuántos años les he visto recorrer las calles de mi ciudad solemnes, imponentes sobre sus carrozas. Arropados por toda su Corte, recogiendo las últimas cartas entre el fervor de los más pequeños. Cuántas veces ha sido Su Alteza el Rey Baltasar el más aclamado, el que se ha llevado todos los parabienes de los allí congregados sin importarnos su procedencia, su piel, su religión, sus costumbres. Y es que bien lo saben ustedes, Altezas cuánto nos cuesta entender cuando no queremos comprender. Cuando esa realidad ni siquiera tiene un nombre;cuando no podemos enfrentarnos a ella porque no sabemos que existe. No;no hay actitudes racistas ni xenófobas en las miradas ilusionadas y expectantes de los que reclaman sus bondades. Porque no es la piel, ni el color, ni la etnia, ni la procedencia lo que nos produce rechazo y aversión. Es la pobreza y desde pequeños sabemos, Majestades, que ustedes llegan cargados de oro, de incienso y de mirra, y de todos nuestros deseos que deben valer lo suyo.

Ese algo, que siempre he intuido que estaba ahí, tiene un nombre. Se llama Aporofobia, una palabra que explica por qué a ustedes, Majestades, les permitimos adentrarse en esta vieja Europa y por qué levantamos muros que cierran el camino a esos otros que viajan de Oriente a Occidente. Un término acuñado por una mujer, por una filósofa, que se ha convertido en palabra del año y que hace visible una realidad cotidiana. Una realidad lacerante que, sepan, siempre he intuido que estaba ahí.

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