Los menores marroquíes que emigran solos a Cataluña lo hacen ahora con el apoyo de su familia

ABC, 07-04-2006


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BARCELONA. El perfil de los menores marroquíes que emigran solos a Cataluña está cambiando. Ya no se trata de «jóvenes errantes» que llegan en pandilla y a la aventura, sino de un proyecto consentido y apoyado, incluso económicamente, por la propia familia. Ésta ve en la partida del hijo una oportunidad de mejora para todo el núcleo familiar que el propio país no ofrece. El objetivo del viaje es la búsqueda de trabajo y el asentamiento.

Estas constataciones pertenecen al estudio «Menores que emigran solos a Cataluña», elaborado por las antropólogas Marta Comas y Violeta Quiroga para la Fundación Jaume Bofill, que se presentó ayer en Barcelona.

Las familias de las que proceden los menores son muy numerosas y viven en condiciones de extrema pobreza, por lo que hacen una apuesta por el hijo menor como actor de cambio de la economía doméstica, sin tener plena conciencia del riesgo al que se exponen dutante el trayecto, según indicaron las autoras del estudio.

Hasta hace poco, los chicos, de entre 14 y 17 años, procedían del norte de Marruecos y tomaban unilateralmente la decisión de emigrar, sin el apoyo o incluso con el rechazo de su familia. Les movían factores económicos, sociales o culturales y se trasladaban a España como polizones de barcos, en los bajos de los camiones o en autobuses que viajan a España atravesando el estrecho de Gibraltar.

Entre 800 y 1.500 euros

Los nuevos menores inmigrantes proceden del sur del país y llegan aquí principalmente en pateras, un viaje que es costeado por sus familias, que suelen pagar entre 800 y 1.500 euros. «Toda la familia (padres, hermanos, tíos) ayuda a sufragar el coste del viaje en patera como una inversión colectiva» de la que «se espera recibir frutos a largo plazo», señala el informe, que asegura que, teniendo en cuenta el bajísimo nivel de ingresos de estas familias, «el esfuerzo que les supone el viaje es desorbitado».

Según el estudio, estos jóvenes suelen tener amigos y familiares en Barcelona y conocen de antemano el sistema de protección del menor en Cataluña. Marta Comas indicó que los chicos que llegan a las ciudades españolas no son en origen niños de la calle, sino que ésta es una condición que acaban adquiriendo aquí, muchas veces como consecuencia de «una protección y una atención ineficaz de las administraciones». El estudio concluye que este fenómeno no es «coyuntural sino estructural», por lo que las autoridades deben impulsar «servicios estables y no de emergencia» para atenderlos en condiciones. La antropóloga Marta Coma manifestó también que deben reducirse las repatriaciones, sobre todo las de la frontera, porque la Ley de Protección del Menor está por encima de la de Extranjería.

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