«Ya llevo cuatro años en España como un ser humano, en África era como la basura»

Alain dejó Camerún tras la muerte de su padre y llegó nadando a las costas de Ceuta; ahora ha rehecho su vida gracias a Cruz Roja

ABC, CONCHA TEJERINA (EFE), 08-12-2017

Desirée y Alain nacieron a casi 4.000 kilómetros de distancia pero tienen en común una infancia difícil que, por distintas circunstancias, les ha llevado a estar tutelados por la Generalitat valenciana y ahora, ya mayores de edad, reciben la ayuda que les ofrece Cruz Roja para poder afrontar su futuro.

La valenciana Desirée Tur, de 18 años, y el camerunés Alain Abimnui, de 22, forman parte del programa de acompañamiento socioeducativo a jóvenes extutelados y/o en dificultad social, una iniciativa que Cruz Roja en Valencia desarrolla desde hace dos años y en la que ya ha asistido a 72 jóvenes.

Alain conversa con dos trabajadoras de Cruz Roja
Alain conversa con dos trabajadoras de Cruz Roja-EFE
Alain dejó Camerún tras la muerte de su padre y con 12 años y “con el sueño que tiene todo niño africano de llegar a Europa para solucionar su vida” intentó llegar a España en varias ocasiones. No lo consiguió hasta 2013, cuando con un grupo de más de mil personas pudo llegar nadando a las costas de Ceuta.

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Desde allí, al ser menor de edad, fue trasladado a Sigüenza y posteriormente a Valencia, donde permaneció cuatro meses en el centro de Menores de Monteolivete y después en un piso de emancipación, y ahora vive con su pareja, con quien tiene una niña de 6 meses.

“Ya llevo cuatro años como un ser humano, en África era como la basura. Allí hay mucho más racismo que en Europa y España”, asegura a EFE Alain, quien desde hace dos años recibe el acompañamiento de Cruz Roja para ayudarle en su proceso de autonomía personal e incorporación social y laboral.

Confiesa que se acuerda de aquel 17 de septiembre de 2013 en que entró en Ceuta porque sintió que estaba “vivo”, y asegura que su sueño es “encontrar trabajo y tener papeles, porque sin ellos no puedes hacer nada”. Para ello se está preparando en distintos talleres.

El caso de Desirée Tur es muy distinto, ya que con 8 años quedó bajo la tutela familiar de la Generalitat porque su madre no podía hacerse cargo de ella, y desde entonces ha estado en los centros Les Palmeretes en Alboraya y el Hogar Champagnat de Torrent, ambos en la provincia de Valencia, y actualmente en un piso de emancipación.

Un mes antes de cumplir los 18 le propusieron entrar en el programa de Cruz Roja, donde lleva año y medio y cuyos cursos y talleres compagina con sus clases de gestión administrativa, ya que su objetivo es acceder a la universidad y formarse para ser empresaria.

Dejó la gimnasia rítmica para centrarse en los estudios y confiesa a EFE que lo que más ha echado de menos durante sus años de tutelaje es la “libertad”, ya que en los centros “hay unas normas y si no las cumplen, te castigan”.

Lucía Silvestre, responsable del programa Infancia en dificultad social de Cruz Roja Española de Valencia, asegura a EFE que iniciaron este proyecto al detectar que era necesario acompañar en su tránsito hacia la vida adulta a los jóvenes cuando a los 18 años salen de los centros de protección.

Plan socioeducativo

“Ante la carencia que tienen de una persona adulta de referencia, pueden contar con nosotros”, afirma Silvestre, quien explica que la vivienda “es un problema importante pero no el único” y con el programa se hace un plan socioeducativo donde se plantea con ellos los objetivos que cada uno quiere conseguir en su vida.

El programa es voluntario y al mismo pueden acceder desde los 16 años, cuando aún están en los centros de acogida, hasta los 23, señala Silvestre, que añade que algunos no quieren salir de él “porque les da seguridad, aunque al final lo hacen de forma natural”.

También se ofrecen talleres de empleo o de género y jornadas de resolución de conflictos y mediación que ofrece Marina Pitarch, que empezó en el programa durante las prácticas del Máster de Acción Social y Educativa del grado de Trabajo Social y se ha quedado en la organización como voluntaria.

“Me llamó la atención el colectivo de personas extuteladas porque es como si estuvieran olvidadas”, señala a EFE Pitarch, quien ha observado la “desigualdad que existe entre una persona de 18 años con un núcleo familiar y otra de la misma edad con una familia desestructurada”.

Además, señala que aunque la media de edad en la que el joven se emancipa es a los 29 años, en el caso de los extutelados deben hacerlo a partir de los 18, y destaca la resiliencia, el poder a sobreponerse, que tienen estos jóvenes.

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