Cómo arreglar el mundo en una semana

Organizaciones de la sociedad civil de 109 países se reúnen en Fiyi para compartir ideas y experiencias para salvar el planeta

El País, Alejandra Agudo, 05-12-2017

Cambiar el curso de la Historia porque el actual no tiene un final feliz. Ese el objetivo de la Semana Internacional de la Sociedad Civil (ICSW, por sus siglas en inglés) que celebra su decimoquinta edición en Fiyi. Así lo dijo Dhananjayan Sriskandarajah, secretario general de Civicus, alianza global para la participación ciudadana que apoya a organizaciones de la sociedad civil en todo el mundo, durante el encuentro organizado en colaboración con la Asociación de ONG de las Islas del Pacífico (Piango). Los citados son más de 600 representantes de la sociedad civil de 109 países, activistas que en su lucha por evitar la destrucción del planeta y frenar las violaciones de los derechos humanos enfrentan cada vez más los ataques de quienes quieren mantener el rumbo.

Tal como indica su nombre, en una semana, los asistentes se reúnen en torno a sesiones temáticas para abordar los grandes retos de la humanidad: el cambio climático, la crisis de la democracia y las instituciones, la desigualdad… “Pero no hemos venido solo para hablar y darnos palmaditas, sino para influenciar en las decisiones políticas”, dice Emele Duituturaga, directora ejecutiva de Piango.

Para Fiji, país que acoge esta gran reunión, es urgente que tal viraje en el curso de la Historia se produzca. Esta pequeña isla del Pacífico se hunde: la subida del nivel del mar por efecto del calentamiento global ahoga su tierra, forzando a las comunidades costeras a abandonar sus hogares perdiendo todo cuanto tienen. De ahí la sed de liderazgo de este país insular en la arena internacional, que actualmente ostenta la presidencia de la COP23 y estos días se enorgullece de ser el epicentro del activismo, pues su existencia depende de que su voz sea escuchada y su problema visible.

No son pocos, no obstante, los que en conversaciones de pasillo en la Universidad del Pacífico Sur, donde tiene lugar el encuentro, comentan y calculan la cantidad de emisiones de carbono emitidas en los vuelos realizados para llegar hasta Fiyi. Para compensar, aquí no se permite el papel. Nada de pilas de informes ni folletos informativos. Las sesiones y programas se anuncian vía aplicación móvil o en pizarras.

“No vamos a cambiar el curso de la Historia a menos que los movimientos sociales estén unidos”, reclama Sriskandarajah. “Este es el momento de inspirarnos mutuamente. Defender la libertad y los derechos civiles es difícil en muchas partes del mundo y es importante hablar de nuestra lucha y cómo podemos proteger el espacio de la sociedad civil”, añade. Pero encontrar esos puntos en común, aún debajo del paraguas de la defensa de los derechos humanos, es complicado. Los distintos movimientos sociales tienen sus propias agendas, luchan por los mismos fondos y encaran un relevo generacional en la que los jóvenes tienen el reto añadido de hacerse escuchar en las discusiones.

“La gente joven tiene que tener la oportunidad de hablar y relacionarse con líderes de todas las generaciones”, sostiene Sriskandarajah. Por eso, desde hace una década, Civicus celebra cada año y medio la Asamblea de la Juventud. En la que se ha celebrado en el marco de la ICSW 2017 ha participado Brianna Fruean, de 19 años. Con solo 11 fundó 350.Samoa, un movimiento juvenil contra el cambio climático, y actualmente es miembro de Guerreros por el Clima (Climate Warriors) en su país, Samoa, que enfrenta problemas similares a los de Fiyi. En su opinión, “los mayores guían, pero son los jóvenes quienes dan impulso”. Lejos de relegarles a una reunión monotemática, los jóvenes asamblearios participan tras su jornada en el resto de sesiones, para exponer su punto de vista y experiencia en las diferentes áreas, desde el uso de tecnologías como herramienta para el activismo hasta la lucha contra la explotación infantil.

Para Fruean es fundamental “involucrar y formar a los jóvenes para crear una generación de agitadores y activistas” en las distintas luchas, especialmente contra el cambio climático. Solo así se logrará alcanzar un mundo más justo y sostenible, el que se pretende conseguir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030. La agenda internacional aprobada en 2015 en la ONU sirve de marco de acción a los Gobiernos, pero también a las empresas, las ONG y organizaciones de la sociedad civil. Son estas últimas las que, según la directora de Piango, “pueden insuflar de energía” para conseguir un el futuro proyectado en los papeles. Y hace falta mucha, pues son necesarios “cambios a todo los niveles: en la ciudadanía, las empresas y la política”, apunta Duituturaga. “Necesitamos historias positivas e inspiradoras”, añade.

Tales experiencias de éxito son las que comparten los participantes dentro y fuera de las conferencias, pero también sus dificultades. “Uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos es la falta de respeto por parte de los líderes del mundo hacia el marco legal internacional del que nos dotamos tras la II Guerra Mundial. Y ahora es más importante que nunca. Necesitamos reconstruirlo y pensar en el futuro de la humanidad”, señala Mandeep Tiwana, responsable de programas de Civicus. Tanto es así que no hay apenas un corrillo o charla en el que alguien no mencione a Donald Trump como exponente de mandatario contra cuyas políticas en cuanto al cambio climático o las migraciones hay que levantarse y protestar. “Le tendríamos que haber invitado”, sugieren muchos entre risas.

La cuestión a resolver es cómo defender los derechos humanos y civiles en un contexto cada vez más hostil. Las detenciones y asesinatos de activistas son el pan de cada día. Solo en 2016, 281 fueron víctimas de homicidio por su labor, según datos de Front Line Defenders. Y se cuentan por millones las detenciones y hostigamientos. “En todo el mundo observamos tendencias similares, de un modo u otro, se trata de coartar la libertad de expresión”, apunta Nic Mackay, coordinador de la campaña Speak! (¡Habla!), creada en 2013 “para dar voz a todos y en todas partes”. 

Para Mackay, el primer derecho que hay que proteger es el de la libertad de expresión, pues sin él no se pueden defender todos los demás. Pero hablar no es suficiente. Hay que hacerlo, dice, de modo que el mensaje llegue de forma masiva a la ciudadanía. “Los temas que vemos que le interesan a la sociedad civil son el acceso al agua, la seguridad, los derechos humanos de manera extensa y especialmente los de los niños, las mujeres y las minorías. Y en este tipo de eventos, quienes asisten suelen estar ya sensibilizados respecto a estos problemas, pero hay que llegar a quienes todavía no les preocupan”, afirma. “Por eso, cuando apoyamos a los movimientos para organizar eventos, les decimos que tienen que invitar y llegar a personas que no necesariamente están interesadas en el tema a tratar, sobre todo los jóvenes que no pertenecen a ninguna organización”, abunda.

En la búsqueda de público que se una a las causas que promueves, los activistas también deben cambiar su manera de comunicar, en opinión de Mackay. “Hay que dejar de hablar a la cabeza y hablarle al corazón. A veces ignoramos que la gente no ha vivido el mismo proceso que nosotros para involucrarse en los temas que nos emocionan. No hablamos su idioma”, explica. Algo que sí han conseguido, continúa, los líderes populistas. “Tenemos que aprender de ellos, aunque su mensaje nos parezca equivocado”, afirma. “Su poder es dividir y nuestra oportunidad es comunicar para unir”, matiza.

Con el propósito de conseguirlo, la campaña Speak! promovida por Civicus apoya a movimientos sociales a amplificar su mensaje, sobre todo allí donde los ciudadanos no tienen el conocimiento y las herramientas para hacerlo. Les asesoran para organizar eventos y protestas, y ponen a su disposición su página web para anunciarlos y difundir sus mensajes. Pero, ¿qué pasaría si una organización racista, machista u homófoba solicitara su ayuda? “No hemos tenido el caso, no sé cómo lo encajaríamos. Creo que serían bienvenidos porque usarían sus voces con respeto y para compartir sus ideas”, reflexiona. “Un buen ejemplo es lo que está pasando aquí en Fiji, hay mucha gente que piensa distinto, pero están aquí construyendo algo juntos aunque no cambien su propia opinión”, zanja.

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