Duro alegato contra la crisis de los refugiados

'Greensgeval', de Guy Cassiers y la Nobel Elfriede Jelinek, recibe una tibia acogida en el Temporada Alta a pesar de su ambiciosa factura escénica

El Periodico, , 20-11-2017

Era una de las citas más esperadas de Temporada Alta por la ambición de una propuesta que llevaba la firma de dos de los nombres más relevantes de la cultura europea: el dramaturgo belga Guy Cassiers y la Nobel austriaca Elfriede Jelinek. Ambos decidieron unir fuerzas para levantar un espectáculo que pusiera sobre las tablas la hipócrita actitud de Europa en el tema de los refugiados y su incapacidad para asumir este reto humanitario. La inacción ante el problema por parte de los estados y de una sociedad cínica y racista late en el fondo de ’Greensgeval’ (El caso de la frontera), montaje multidisciplinar inspirado en ‘Las suplicantes’ de Esquilo que ha recibido una tibia acogida en el Municipal de Girona, en el que era su estreno en España.

La buena factura de las cinco producciones que Cassiers había presentado desde el 2010 en la muestra hacía que se esperaran mejores resultados de este alegato sobre una cuestión tan candente. El impacto que dejó, el 2016, la adaptación de ‘Las benévolas’ de Jonathan Littlell, con el hilo conductor del trato a los judíos durante la segunda guerra mundial, pesaba en el ambiente antes del inicio de la función. Desde hace tres años, alarmada por la facilidad con la que se intenta ocultar esta situación, Jelinek cuelga en un blog sus reflexiones sobre lo que sucede en el Mediterráneo y cuando las oleadas de migrantes tienen que enfrentarse al rechazo de Europa. La autora de ‘El pianista’, que Michael Haneke llevó al cine, pone el grito en el cielo cuando el populismo invierte los términos del problema para hablar de los refugiados como una amenaza para una comunidad que está siendo invadida.

Estos duros textos incitaron al director de Amberes a edificar esta producción, en la que mezcla el teatro, la danza y las proyecciones audiovisuales, con cinco actores en escena y 16 bailarines. El buen empleo de algunos de estos recursos, entre los que destacan los vídeos que recogen las inquietantes atmósferas pictóricas de El Bosco y las imágenes de los telediarios, no acaba de conseguir que tan inmensa tragedia fluya con naturalidad.

Hay tres partes del relato de este viacrucis. En la primera se muestra a los refugiados cuando emprenden la travesía con los bailarines mostrando los movimientos y agobios en las pateras, mientras los actores miran con fría indiferencia lo que sucede desde el continente.

La confrontación con la realidad del recibimiento de una Europa que no quiere compartir territorio con ellos se refleja en una segunda escena, más colorista y con imágenes más febriles y agresivas, mientras que la última, más oscura, refleja el aislamiento de los recién llegados a la espera de un incierto destino o de una decisión sobre su repatriación, con el único mensaje de esperanza de unos actores que se identifican con su problema. Cassiers quiere que el espectador se implique en la reflexión sobre el tema con una puesta de escena ausente de metáforas y que, pese a su trabajado imaginario estético, no siempre acaba de conectar con las emociones.

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