DIARIO ITINERANTE

Trump externaliza la seguridad hasta la frontera del sur

La Vanguardia, ANDY ROBINSON, 14-11-2017

Tapachula (México), “Voy a cruzar en Tijuana; la única forma de hacerlo ya es por el mar; me han dicho que hay un acantilado en el lado mexicano que es más alto que el muro, así que te tiras de allí hasta el otro lado”. Lo dijo Sergio Antonio Vallecillo, un albañil nicaragüense de unos 45 años que no parecía estar en condiciones ni para tirarse de la escalera de la iglesia donde estaba sentado junto a otros inmigrantes centroamericanos en el parque Hidalgo de Tapachula, a media hora de la frontera con Guatemala.

Herman Suazo, hondureño de 39 años, escuchaba con interés. Venía desde San Pedro Sula huyendo de los extorsionadores de la temida banda salvadoreña la Mara Trucha que lo amenazaban de muerte. Su destino: Canadá, donde vive su hermano.

Ambos centroamericanos habían cruzado el río Suchiate desde Guatemala. Pretendían subir al norte en autobús. Ya no sale de Tapachula el notorio tren conocido como la Bestia, en el que los centroamericanos pagaban 1.000 pesos o más a la mara (o quizás a la policía mexicana) para que no les arrojasen a las vías. De modo que, al menos, en Tapachula, ya no se ven aquellos mendigos sin piernas. Aunque las pandillas aquí también amedrentan. “Por la noche, si duermes en la calle como yo, hay mucho peligro; te pueden secuestrar o te pueden apuñalar”, explicaba Sergio.

Al otro lado de la ciudad, iluminada con focos potentes, una inexpugnable fachada de hormigón blanco escondía otro posible destino para Sergio y Herman: la Estación Migratoria Siglo XXI, el centro de detención de inmigrantes más grande de América Latina, con capacidad para 960 inmigrantes en vías de deportación, aunque suele haber muchos más. En un parking colindante esperaban los autobuses de la empresa Pullman de Chiapas que horas después llevarían la próxima veintena de deportados a Honduras, Guatemala o El Salvador. “Conducir esos buses es uno de los mejores trabajos que hay en Tapachula; si haces muchas salidas, puedes ingresar 5.000 pesos (240 euros) por semana”, explicaba el taxista.

La cárcel se financia en parte con dinero estadounidense procedente de la llamada Iniciativa Mérida del 2008, mediante la cual Washington presta apoyo para la seguridad fronteriza y operaciones contra el narcotráfico y la delincuencia organizada en el sur de México.

Ahora, con Donald Trump en la Casa Blanca, esta estrategia de externalizar la seguridad fronteriza entra en una fase más intensiva, aseguran defensores de derechos humanos en Tapachula. “Yo voy dos veces a la semana al centro de detenciones y he visto a funcionarios del departamento de Seguridad Interna estadounidenses. La semana pasada iba a asesorar a un detenido que denunciaba la corrupción en el centro y lo encontré en una entrevista con un estadounidense”, dijo Diego Lorente, director del centro de derechos humanos Fray Matías de Córdoba. Hay gente que insiste en que hubo un encuentro secreto el pasado 30 de enero en Tapachula entre el general John Kelly, el hombre fuerte de la estrategia de seguridad de Trump y Luis Videgaray, el canciller mexicano, estrecho amigo de el yerno del presidente Jared Kushner.

Aunque a 30 kilómetros más al sur, en el pueblo fronterizo de Ciudad Hidalgo, queda claro que esta frontera no tiene nada que ver con el muro hermético y tecnológico en la frontera de EE.UU. y México. Cientos de jóvenes cruzan el río en grandes neumáticos transportando cajas de cerveza o aceite a la orilla guatemalteca Es un tráfico de contrabando, pero la policía no hace nada.

En Talismán, 20 kilómetros río arriba, cruzan los inmigrantes en balsas o a nado. En el puente, cuadrillas de jóvenes campesinos guatemaltecos cruzan cargados de bolsas enormes para ir a trabajar en las fincas de Chiapas recogiendo café. Aunque la caída del peso frente al quetzal empieza a menguar la oferta de mano de obra guatemalteca. “Deberíamos tener la misma moneda”, dice Lázaro Matías, que cambia dinero en la calle delante de los vendedores indígenas de pan y queso. Y añade: “Deberíamos tener el mismo país”. Y lo cierto es que Guatemala y Chiapas son iguales. “La unica diferencia es el tono de voz” dijo Rafa Victorio Ruiz, del periódico Escenario en Tapachula

Al otro lado, una larga cola de coches se extiende por más de un kilómetro de la carretera. Son centroamericanos afincados en EE.UU. que regresan cargados de los objetos de consumo. Muchos tendrán que pagar un soborno en la frontera. “En EE.UU. todos los latinos estamos unidos contra Trump; pero aquí los mexicanos son unos cabrones”, dijo el guatemalteco Óscar Álvarez, de 46 años, que había conducido un autobús escolar desde Nueva Jersey –tres días de viaje–, para venderlo a una escuela en Ciudad de Guatemala.

Se calcula que unos 400.000 centroamericanos cruzan la frontera mexicana cada año. Bajo presiones de EE.UU., México ha aumentado las deportaciones hasta la cifra récord de unas 120.000 personas anuales.

En lugar de construir un muro físico en los 700 kilómetros de frontera sur, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, parece estar apostando por mayor presencia policial y militar, según una estrategia para combatir la delincuencia organizada y el narcotráfico y frenar inmigrantes.

El plan Frontera Sur incluye un reforzamiento de la seguridad y la creación de seis zonas económicas especiales. En la carretera entre Tapachula y la capital de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, ya lejos de la frontera, hay dos grandes controles de la policía de inmigración. Se ha multiplicado por dos la presencia de policías federales en la zona sur.

Es una estrategia diseñada, en gran parte, desde Washington, para la seguridad regional. En dos cumbres este año, los presidentes centroamericanos se reunieron con representantes de las administraciones de Trump y de Peña Nieto, así como altos mandos del ejército, para pactar ayudas militares. Se acordó establecer parte del centro de operaciones militares de EE.UU. en América Latina, en una base militar guatemalteca en Petan, muy cerca de la frontera. “Con su apoyo, las fuerzas armadas de México y Guatemala están llevando a cabo patrullas terrestres, aéreas y de reconocimiento”, señaló el militar guatemalteco Manuel Pérez Ramírez. En otra base guatemalteca, en Tecún Umán, militares estadounidenses imparten cursos de formación en la llamada guerra contra la droga.

México siempre ha sido más reacio que sus vecinos centroamericanos a acordar esta clase de colaboración con EE.UU. Pero “a cambio de mejorar la negociación del Tratado de Libre Comercio (TLC), el Gobierno mexicano puede estar finalmente concediendo operaciones del ejército estadounidense en territorio nacional”, dijo Miguel Ángel Paz, de la asociación de apoyo a los inmigrantes Voces Mesoamericanas, en San Cristóbal de las Casas. Cabe recordar aquel comentario de Trump: “Tienes un montón de “bad hombres” allí y vuestros militares no hacen nada; parece que tienen miedo”, le reprochó al presidente mexicano en febrero en una conversación telefónica filtrada a los medios. “Pues nuestros militares no tienen miedo, así que igual les mando hasta allí para hacerse cargo del asunto”. Parecía bravuconería típica del presidente. Pero en Tapachula hay quien piensa que iba en serio.

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