Un barrio atravesado por el arte

El colectivo Mamaza penetra en casas y locales para conectar con una línea roja dos distritos de Madrid

El País, Raquel Vidales, 22-10-2017

Selina Losa, madrileña, abridora de puertas. El pasado viernes negociaba con John Gutiérrez, ecuatoriano afincado en España y asesor en uno de los muchos bufetes de extranjería que hay en el barrio de Usera, el segundo con mayor porcentaje de inmigrantes de la capital (sobre todo chinos y latinoamericanos). Selina le explicaba que necesitaba entrar en el despacho trasero de su local para pegar un trozo de cinta aislante en el suelo. “Es un proyecto artístico. Para conectar el barrio con Matadero. ¿Conoce usted Matadero?…”. La conversación duró unos minutos, seguida con pasmo por los clientes de la oficina, hasta que por fin el abogado respondió amablemente: “Claro, por supuesto, pasen”.

Desde el jueves pasado Selina ayuda a Fabrice Mazliah y Johanna Milz, miembros del colectivo de coreógrafos alemán Mamaza, a atravesar Usera. Atravesar en el sentido literal de la palabra. Su propósito, enmarcado en su proyecto Asingeline (léase A single line, una línea sola), es trazar una recta con una cinta aislante roja desde este barrio hasta el complejo cultural Matadero. No puede haber giros ni una mínima curva. Eso les obliga a meterse en todo tipo de edificios (restaurantes, bares, tiendas, oficinas comerciales, viviendas, patios interiores), cruzar carreteras y hasta saltar el río Manzanares. Necesitan por ello una “abridora de puertas”, Selina, que domine el castellano. Después de seis días tienen previsto llegar este martes a su destino. Habrán recorrido poco más de un kilómetro.

No siempre resulta tan fácil como en el bufete de John Gutiérrez. “A veces nos cuesta horas conseguir permiso para entrar en algunos sitios. Pero ese es precisamente el objetivo de este trabajo: provocar el diálogo, conocer la vida interior de los barrios, sus reglas, qué ocurre dentro de las casas. Así que cuanto más difícil, mejor”, explicó Fabrice Mazliah a EL PAÍS el viernes. “De paso pretendemos despertar el interés por el arte contemporáneo. O al menos curiosidad. De hecho, el proyecto nació en 2011 para conectar un barrio de Amberes con un teatro que estaba cerca pero que resultaba muy ajeno a sus vecinos. En Madrid pasa lo mismo entre Usera y Matadero. Nuestra línea roja es, de alguna forma, una alfombra roja que invita a recorrer ese trayecto”, añadió.

¿Y cuál es la vida interior de Usera? A pie de calle, muchas tiendas y restaurantes regentados por chinos, tiendas de comida asiática o latinoamericana, abogados especializados en inmigración, agencias de viaje con vuelos baratos a Bolivia y Ecuador… “No suele haber problema en los locales comerciales. Ha habido algunas dificultades solo por el idioma. Hay muchos chinos de primera generación que no hablan español”, cuenta Selina. “En las viviendas encontramos de todo. Pisos de inmigrantes habitados por varias familias que abren la puerta sin dudar, una familia brasileña que acabó dándonos un concierto, gente del barrio de toda la vida, una chica asiática que estaba cosiendo unos bordados bellísimos”, resume. Esta es la realidad de Usera.

El grupo, que va acompañado siempre de un cámara para registrar todo lo que acontece, tiene previsto, mañana, lunes llegar hasta el río Manzanares. No les preocupa cruzarlo, teniendo en cuenta que hace tres años atravesaron Venecia. Solo en dos de las ciudades donde Mamaza ha trazado su línea roja (Fráncfort, Lausana, Haifa (Israel), Lagos, Maputo, entre otras) ha quedado algún agujero: en un suburbio Johanesburgo y en Birmingham (por la negativa de una oficina del banco HSBC). A Madrid han viajado invitados por las Naves Matadero, dentro de la gira que cada año realiza por Europa el Be Festival de Birmingham. Cuando el martes por la tarde lleguen a su destino, la cafetería de Naves Matadero, se presentará un vídeo que recoge el resumen de cómo se ha realizado el trazado (seguirá proyectándose todos los días en ese espacio hasta enero). Allí han prometido estar la bordadora asiática, la familia brasileña y otros habitantes de Usera que encontraron por el camino.

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