Emigrantes

El Correo, 04-04-2006

Un roble en Bélgica y un baobab en Mauritania. Entre los dos árboles, unos 5.000 kilómetros a vuelo de pájaro. Esta es la ruta que hacen cada otoño las cigüeñas negras, más raras y menos conocidas que su primas las blancas, esas que traen de París a los niños blancos bien sujetos en el pico y los dejan sin romperlos ni mancharlos en sus cunitas. A los bebés negros parece ser que los trasladan mayormente los cayucos y las pateras hasta las costas de España, si es que llegan… Pues bien, alcanzan África las cigüeñas todos los años en la época otoñal y desde 1995 gracias al programa ‘Cigüeñas sin Fronteras’ se vigila y se conoce al dedillo sus desplazamientos. Se va siguiendo su rastro, cómo atraviesan Francia denorte a suroeste, su travesía por los Pirineos, cómo cruzan el estrecho de Gibraltar, cómo sobrevuelan Marruecos y en qué punto deciden separar sus rutas, pues unas prefieren pasar el invierno en la desembocadura del río Senegal, otras irán más al sur o a Malí y los últimos ejemplares acabarán en el delta interior del Níger, o en Burkina Faso, o en Benin. Hombres de los dos continentes se unen con un solo objetivo: salvar a los pájaros en un viaje azaroso no exento de peligros.

A otras migraciones no les va tan bien que se sepa porque aunque conozcamos sus largos periplos no alcanzamos a saber la magnitud de sus trágicas largas marchas. En las últimas horas han muerto 32 inmigrantes frente a las costas de Mauritania, ‘sin papeles’ que sueñan con desembarcar en la península donde cualquier playa es una puerta al porvenir. Al mismo tiempo, las autoridades españolas mantienen la vigilancia sobre un buque negrero localizado a unas 200 millas de Canarias que podría transportar a unos 500 ‘ilegales’ de los que se ignora cuándo han partido ni de dónde, si desde Guinea Conakry, Senegal o Sierra Leona. Según el Gobierno español, en el primer trimestre del año se ha logrado salvar la vida de 1.700 personas. No se conoce cuántos cadáveres alimentan a los peces, ni siquiera cúantos recogen las redes de los pescadores. Sabemos que el cementerio marino se ensancha pese a que no haya lápidas, ni nombres, ni fechas. Muertes incontables como las olas. Supervivientes de desiertos de arena que mueren en el mar, un ‘desierto sin agua’ que dice Delibes

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