«Sin tarjeta, no hay receta». El consejero de Sanidad, Gabriel Inclán, resumió en este sencillo pareado el contenido del decreto de Gobierno vasco que entrará en vigor mañana. Las farmacias sólo dispensarán los medicamentos recetados por el médico después de que el cliente se identifique con su tarjeta de Osakidetza. «No es un capricho – puntualizó el responsable del área – , sino que obedece a una necesidad, en aras de una mayor seguridad y una más eficiente gestión».

Si el enfermo no puede desplazarse a la farmacia, otra persona puede hacerle el recado, pero siempre mostrando la tarjeta del beneficiario. Quienes no dispongan de esta identificación, tendrán que enseñar al boticario el resguardo de la solicitud o – por ejemplo, en el caso de los inmigrantes – un documento provisional de asistencia sanitaria. «Seguro que algunos no saben ni dónde tienen la tarjeta, pero ahora habrán de acostumbrarse. No hay razón para no llevarla», comentó Inclán.

El consejero aprovechó la ocasión para exponer algunos datos sobre gasto farmacéutico. El año pasado, se expidieron en Euskadi 35,4 millones de recetas, con un coste superior a los 510 millones de euros. La mayor parte eran recetas rojas, de pensionista, abonadas íntegramente con fondos públicos, mientras que en las verdes la Administración asume el 60%. «De cada cien euros gastados en medicamentos, el que los compra pone menos de seis», detalló Inclán.

Aunque puntualizó que la exigencia de la tarjeta no tiene por qué reducir este gasto, el titular de Sanidad destacó que permitirá un mayor control. «Algunas cosas hay que hacerlas cada vez mejor», valoró. Además, el nuevo sistema servirá de ‘entrenamiento’ para la implantación en unos años de la receta electrónica, con la que la tarjeta será técnicamente imprescindible.