"Vine para pagar la dote de mi novia"

Arreyndrip Bertrand rehace su vida tras perder un ojo en la valla de Melilla

El País, 04-04-2006

NATALIA JUNQUERA
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Madrid

EL PAÍS
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Última – 04 – 04 – 2006


Arreyndrip, en el aula donde recibe clases de español. (CRISTÓBAL MANUEL)
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La ONG Karibú ha conseguido para este camerunés de 24 años una casa y una prótesis de cristal

Perdió un ojo hace un año y siete meses en la valla de Melilla. Dice que la Guardia Civil le disparó tres veces con pelotas de goma y una acertó, de lleno, en su cara. Quince días después se despertó en un hospital de Málaga solo, desorientado y sin el ojo derecho. Arreyndrip Bertrand, de 24 años, se había despedido de sus padres y sus nueve hermanos hacía un año en Camerún. Lo había intentado otras veces, pero aquél fue su octavo y definitivo salto a Europa.

Ahora comparte piso con otros seis compatriotas y un etíope en Madrid. La casa pertenece a Karibu, una ONG por la que pasan cada año cerca de 8.000 subsaharianos. La preside el sacerdote Antonio Díaz, la persona que consiguió una habitación y un ojo nuevo para Arreyndrip: “Desde el primer día me animó y me dijo que podíamos arreglar lo de mi ojo. El 14 de diciembre me pusieron uno de cristal. En cuanto salí del hospital me hice mi primera foto en España. Se la envié en seguida a mi familia para que vieran que estaba bien”.

Los padres de Arreyndrip pensaron que había muerto en la valla. “Los otros tres cameruneses con los que salté aquel día llamaron a mi casa para decirles que había tenido un accidente. Cuando por fin pude llamar a mi madre por teléfono, no paraba de llorar”, recuerda.

Tiene una misión y asegura que no volverá a su país hasta que la cumpla. Consiste en reunir 3.000 euros. Ni uno menos. Es lo que vale el beneplácito del padre de su novia, Clarise, de 21 años, para que puedan casarse. “En África las cosas son distintas. Para que el padre de la chica dé su visto bueno, el novio tiene que pagar siempre una cantidad de dinero. Como Clarise está estudiando y va a ser maestra, es más cara”, relata Arreyndrip haciendo ver el enorme esfuerzo que le supone aclarar una cuestión que a él le parece lógica, obvia y motivo de sobra para recorrer miles de kilómetros, esperar cinco meses en el bosque del monte Gurugú (Marruecos) y saltar una valla de seis metros.

Pasó sus primeras tres semanas en Madrid durmiendo en un parque con una veintena de subsaharianos como él, sin papeles, sin trabajo y sin casa. Su día a día en el parque se parecía bastante a la vida en el Gurugú: ninguna posesión y todo el tiempo del mundo para esperar. “Nunca había pasado tanto frío”, es el resumen de Arreyndrip de tres semanas soñando al raso.

En Camerún trabajaba de soldador y ganaba unos 300 euros al mes. Aquí, el médico le ha dicho que se olvide del soplete porque es peligroso para su ojo. “Mi vida ha cambiado totalmente; no puedo jugar al fútbol ni hacer tareas pesadas porque enseguida me duele la cabeza. Pero me sigo despertando a la misma hora: las siete de la mañana. En Camerún, para ir al trabajo, y aquí para llegar a tiempo a clases de español”.

“Es el más listo de la clase”. Lo dice Miguel López, uno de sus profesores en el centro formativo de Karibú. Los grupos son bastante grandes, entre 15 y 30 personas, de modo que el comentario es todo un cumplido. “Al principio era muy rebelde. Un día hasta le eché de clase. Tenía unos dolores horrorosos por culpa del ojo y muchos cambios de humor”, explica Miguel. Pilar Alvariño, otra de las profesoras, lo corrobora: “Todo el mundo tenía problemas con él al principio, pero en cuanto le empecé a acompañar al médico para las revisiones del ojo, cambió totalmente. Necesitaba confiar en alguien. Yo le quiero mucho”. Es recíproco. “Pilar tiene corazón negro”, zanja Arreyndrip.

Después de clase, no tiene nada que hacer. “En Camerún no tenía días malos. No pensaba cómo iba a pasar el día; simplemente, lo ocupaba con cosas. En la calle lo único que hago es pensar. Y no me gusta pensar”.

Arreyndrip llama “pensar” a la nostalgia. “Muchas veces, Clarise me manda un mensaje al móvil diciéndome que me echa de menos, y yo no tengo dinero para contestarle. Eso me hace sentir fatal. Se preocupa mucho.Cuando yo estoy triste, ella también”.

En el año y siete meses que lleva en España, Arreyndrip se ha hecho hincha de Bisbal, del Real Madrid y del Barça. Como estas dos últimas aficiones eran incompatibles, al final se ha decidido por los culés. Resume su dilema de la siguiente manera: “Admiro mucho a Zidane y a Raúl, pero Eto’o es de mi país”.

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