El ala oeste

Promesas olvidadas

Deia, Por Estíbaliz. Ruiz de Azua, 27-09-2017

eS lo malo de comprometerte, de dar tu palabra, de anunciarlo y de decir que lo vas a hacer: que tienes que hacerlo. Nosotros nos comprometimos a sacarlos de la guerra que ha arruinado sus tierras. Les dijimos que éramos gente amable y hospitalaria que entendía el drama que les había tocado vivir. Que sabíamos lo duro que era dejar todo atrás, lo amargo de echarse al camino y a la mar con lo puesto. Les contamos que también a nosotros nos había tocado huir de una guerra, de los bombardeos continuos, del no saber si mañana estaríamos vivos. Se lo dijimos y les mentimos.

Nos comprometimos a acoger a 17.337 hombres, mujeres, niñas y niños. Ni uno más ni uno menos. Un número, que lejos de ser arbitrario, era el resultado de un cálculo en el que se ponderaba cuántos somos y cuántos no tenemos empleo, cuál es nuestra riqueza como país y a cuántos habíamos cobijado antes. Nos comprometimos a hacerlo en dos años, pero el tiempo ha pasado, el plazo se cumplió ayer y ellos, ellas, no han llegado.

Fuimos refugiados y somos olvidadizos. Hace 80 años una guerra, el miedo, las amenazas y el hambre nos convirtió en expatriados. Sin ceder a los mismos miedos y reticencias que hoy nos paralizan hubo países que fueron generosos, que nos abrieron sus puertas, que nos dieron un suelo sobre el que poder volver a caminar. Y nosotros, ingratos, respondemos así. Cerrando las fronteras, escudándonos en que estamos trabajando en ello, pero que no es fácil. Sembrando dudas sobre sus intenciones, agarrándonos a la mentira de que aquí no cabe nadie más, malpensando y engañándonos con la idea de que vienen a quitarnos lo que es nuestro, lo que por derecho nos fue dado al nacer.

Tenían que haber llegado y no han llegado. Por la torpeza y la incapacidad de unos y la desidia de otros. Empeñamos nuestra palabra y lo hicimos sabiendo que nunca cumpliríamos.

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