Cuenta atrás para que todas las personas tengan cobertura sanitaria

La prioridad de la OMS es la cobertura universal para el año 2030. En la asamblea de la ONU se discuten las claves para conseguirlo

El País, Pablo Linde, 20-09-2017

En 1961 Japón era todavía un país pobre, posiblemente comparable a algunos de sus vecinos del sudeste asiático hoy. Pero para ese año, todos sus habitantes recibían asistencia sanitaria. Habían logrado un objetivo que más de medio siglo después buena parte del mundo tiene pendiente. La cuenta atrás está en marcha; la comunidad internacional se ha propuesto alcanzar la cobertura universal de salud en el año 2030. ¿Es posible? ¿Cómo se logrará?

Esas preguntas están siendo debatidas esta semana en Nueva York, en el marco de la 72 Asamblea General de las Naciones Unidas. La meta, una de las establecidas por este organismo en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, es la máxima prioridad del nuevo director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom. “Tenemos la convicción de que la cobertura universal es un derecho humano, no un privilegio. Es un escándalo que una familia tenga que elegir entre comprar comida o medicinas. Es un escándalo que una madre pierda a su hijo porque carece de una asistencia básica lo suficientemente cerca. No podemos aceptar un mundo así”, dijo el pasado lunes en una discusión de alto nivel en la sede de la ONU.

Si hay algo que parece suscitar la unanimidad de los expertos es que lograrlo dependerá de la voluntad política. Tal y como hizo Japón en 1961, hacer llegar la salud a todos sus ciudadanos está al alcance de la mano de todos los países del mundo, incluso de los más pobres. Pero hay matices. Probablemente no se consiga llegar a un altísimo rango de prestaciones para todo el mundo, pero sí las más básicas. Hoy, 400 millones de personas carecen de al menos de uno de los servicios esenciales sanitarios. Agnès Soucat, directora del departamento de sistemas de salud de la OMS, explica que hay dos pilares que son alcanzables: que estos servicios lleguen a todos y que la gente no se tenga que arruinar para pagar ciertos problemas de salud o accidentes. “Calculamos que tendría un coste de 58 dólares per cápita en la mayoría de los países de aquí a 2030. Con el crecimiento que se prevé y unas buenas políticas que lleven el PIB en salud a un mínimo de un 5 – 7% es posible”, señala.

Cubrir estas necesidades básicas es, normalmente, lo que marca la diferencia entre la vida y la muerte, entre una vida digna y otra que deja de serlo. Para lograrlo, según Soucat, hay que empezar por los más pobres. “Esto es difícil, porque son carecen de influencia política, pero tenemos la evidencia de que si los priorizamos para los nuevos recursos obtendremos también mejores resultados”, apunta Kumanan Rasanathan, asesor senior de Unicef. En su opinión, la meta de la cobertura universal es ambiciosa, pero el hecho de que la comunidad internacional la haya señalado como un derecho y no como un lujo le da esperanzas. Más allá de empezar por los que menos tienen, señala otras dos claves para alcanzar el objetivo: eliminar el pago donde se presta el servicio, lo que desincentiva a muchos usuarios; y apoyarse en otros sectores. “No solo depende del de la salud, necesitas educación para formar a los profesionales sanitarios, infraestructuras para que los centros tengan agua, electricidad y accesos…”.

El objetivo, además, no solo beneficia la salud de las personas, es una “inversión” que reporta “todo tipo de réditos”, en palabras del director de la OMS. “Reduce la pobreza, genera puestos de trabajo [su organización calcula que se necesitan 18 millones de sanitarios para lograr la meta], previene epidemias, reduce la brecha de género”, enumera Adhanom.

Como dice Rasanathan, de Unicef, más que una meta es un camino. “Incluso en los países con mejores coberturas no consiguen llegar a todos de la mejor manera”, recuerda. Y, según los expertos, el camino debe comenzar donde los enfermos inician su relación con el sistema sanitario: en la atención primaria. Chris Elias, presidente de Salud Global de la Fundación Bill y Melinda Gates, explica que se ha estudiado ampliamente que donde estos servicios son más fuertes la gente vive más y mejor, los niños mueren menos. “Tenemos que trabajar más y más rápido para mejorarlos. Algunos países solo gastan un tercio de su presupuesto de salud en atención primaria, cuando es lo que usa el 90% de la gente. Pero el dinero no es el único problema, también lo son los datos”. Una de las obsesiones de su Fundación para combatir la pobreza y las enfermedades es tener mediciones fiables que permitan detectar los problemas, no invertir el dinero a ciegas. “Puede que en principio sea más caro hacer políticas basadas en evidencia, pero los réditos que ofrece a medio y largo plazo son mucho mayores”, afirma.

No hay que remontarse al Japón después de la guerra para encontrar un caso de éxito. Varios países de bajos ingresos están demostrando que tomando las medidas que se citaban antes sus ciudadanos comienzan a recibir una atención básica que supone una gran diferencia en la calidad de vida. Etiopía, Senegal o Kenia son algunos ejemplos. Este último país ha pasado en un par de años de tener uno de los sistemas sanitarios más frágiles del mundo a encauzarse por el camino de la asistencia universal, si bien todavía no lo ha logrado. “Han sido necesarios tres ingredientes: voluntad, buenas políticas y colaboración intersectorial. Cuando se ponen de acuerdo Gobiernos, sociedad civil, la familia de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el sector privado se logran resultados. Pero es necesario un plan de negocio, un retorno de la inversión que incentive al sector privado, ésa es la clave para un sistema sostenible”, apunta Siddharth Chatterjee, asesor de salud de la ONU.

Porque cobertura universal de salud no quiere decir gratuidad total. “Hay un porcentaje que la gente debe pagar, excepto quizás lo más pobres entre los pobres, los refugiados…”, reflexiona Takao Toda vicepresidente de Salud Global de la Agencia de Cooperación de Japón. Su país logró la cobertura con un sistema de seguros que mezcla lo público y lo privado donde el usuario paga entre un 10% y un 30% del servicio. Pero, más allá de los mecanismos para lograrlo, Toda insiste en lo mismo que muchos de sus colegas, “la clave es la voluntad para lograrlo”. “Si la hay, todos los países lo conseguirán en 2030, como hizo Japón en 1961”.

Artículo publicado con ayuda de UN Foundation.

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