«Se pueden decir cosas sinceras y profundas sin necesidad de palabras»

ABC, 03-04-2006


PHILIPPE CLAUDEL

Escritor

BARCELONA. Se dio a conocer entre los lectores españoles y catalabes con «Almas grises», obra galardonada con el premio Renaudot de 2003, y regresa ahora con «La nieta del señor Linh» (Salamandra/La Magrana), una novela sencilla, minimalista y de sorprendente final en la que Claudel relata la historia de un anciano a quien la guerra arranca de su país para arrojarlo a una ciudad desconocida en la que le encontrará olvido, soledad y la amistad del señor Bark, un lugareño tan necesitado de compañía como el propio señor Lihn. En las manos del anciano descansa durante todo el relato el minúsculo cuerpo de su nieta, razón última para seguir viviendo y no desesperarse ante lo desconocido.

– «La nieta del señor Linh» conserva parte del tono de «Almas grises» pero, sin embargo, la forma cambia radicalmente.

– Cada libro que escribo es como una reacción al anterior. Es algo de lo que me doy cuenta cuando he terminado de trabajar, y lo veo como un deseo profundo de cambio que surge de una manera inconsciente; una voluntad de decir las mismas cosas utilizando todos los instrumentos. Puede que aparezcan los mismos temas, pero lo importante es cómo éstos se sonorizan. A mí me gusta mucho el alpinismo, y uno de los principios básicos de su práctica es escalar una montaña por todas sus caras.

– Se diría que dentro de estas temáticas recurrentes le preocupan especialmente los aspectos más trágicos de la condición humana como la guerra, la soledad…

– Es verdad que aparecen temas como la culpabilidad, la fragilidad del ser humano y el olvido, pero todos están inspirados por un deseo de fraternidad. Lo que me interesa es explorar todos los lados del ser humano, tanto los oscuros como los luminosos. La naturaleza humana tiene tanto de destrucción como de construcción, y es esta doble cara lo que siempre me ha llamado la atención.

– En este contexto, ¿de dónde surge un personaje como el del señor Linh?

– Más que un personaje, el señor Linh es un símbolo, como una mezcla de muchos personajes que viene a representar a todos los exiliados del mundo. Es un hombre frágil que acarrea la carga de todos los exiliados del mundo, por lo que acaba convirtiéndose en un portavoz mudo de todos aquellos que se ven obligados a dejar su tierra y se trastierran (emigrantes o exiliados).

– Del libro parece desprenderse la idea de que hoy en día inmigración se ha convertido en sinónimo de soledad.

– No siempre es así. Existen comunidades muy solidarias donde se desarrollan buenos sentimientos hacia los demás. París es un buen ejemplo, con las comunidades china y turca, por lo que no siempre son sinónimos inmigración y soledad. La verdadera soledad llega con el rechazo de los residentes del país y su falta de ayuda.

– También existe una reivindicación de la comunicación más allá de las palabras, una manera de decir que si existe la voluntad de conectar con alguien, poco importa que no se use el mismo idioma.

– Cuando terminé el libro me di cuenta de que había escrito una historia que se basa en ir más allá de las palabras y deja el idioma al margen. Esto es importante, ya que muchas veces conseguimos comunicarnos tocando al otro y decir cosas sinceras y profundas sin necesidad de usar palabras. No es del todo casual que esto aparezca en la novela, ya que actualmente el mundo ha desarrollado formas de comunicación que anteponen objetos como móviles u ordenadores, y a la gente le cuesta cada vez más comunicarse cara a cara.

– ¿Por qué esa suerte de indefinición a la hora de retratar una ciudad sin nombre y unos personajes que, excepto el señor Linh y el señor Bark, apenas tienen rostro?

– Me interesaba jugar con unos personajes muy bien definidos ubicados en un entorno brumoso. Son dos criaturas que se encuentran como en un decorado, ya que «La nieta del señor Linh» es esencialmente una historia sobre la soledad. De este modo, le doy la libertad al lector de situar la acción en cualquier lugar. El banco en el que se encuentra, por ejemplo, podría ser un banco del paseo de Gracia de Barcelona. En el fondo, se trataba de darle a la historia un eco universal.

TEXTO: DAVID MORÁN FOTO: YOLANDA CARDO

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