Final feliz para un converso

La Vanguardia, 03-04-2006

La renuncia a la fe musulmana en Afganistán es un crimen penalizado con la muerte. Cuando la noticia se difundió desde Kabul la semana pasada, en la que se informaba de que un ex asistente social, Abdul Rahman, de 41 años, había sido juzgado por haberse convertido al cristianismo, varios gobiernos occidentales con tropas desplegadas en Afganistán expresaron su disconformidad. Italia también expresó su protesta y lo ha acogido en asilo. Estados Unidos, el país que tiene más presencia militar en Afganistán, respondió con consternación, pero no mucho más. El presidente Bush declaró: “Nosotros tenemos influencia en Afganistán y vamos a usarla para recordarles que hay unos valores universales”.
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Para muchos occidentales, el hecho de que la conversión al cristianismo se enfrente a la persecución en un país liberado por la coalición de fuerzas en el 2002 ha reforzado la percepción de que la división entre el islam y Occidente está creciendo. Ansarullah Maulavezada, el juez encargado del caso Rahman, defendía la independencia del poder judicial afgano. “En Occidente se permite que dos mujeres se casen porque lo contempla la ley, y yo lo respeto. En Afganistán nosotros tenemos la ley de la charia y la gente la respeta y la acepta”, afirma el juez Maulavezada.
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