Inmigración hispana

La Vanguardia, 03-04-2006

HASTA finales de la década de los ochenta del pasado siglo, California era un estado sólidamente republicano en las elecciones presidenciales estadounidenses: había votado por el candidato del partido del elefante en nueve de los once comicios comprendidos entre el final de la Segunda Guerra Mundial y 1988. Desde entonces, no ha parado de votar a los sucesivos candidatos del Partido Demócrata, hasta el punto de que el presidente Bush apenas hizo campaña hace dos años en el estado más populoso y con más votos electorales de todo el país, habiéndoselo concedido de entrada al senador John Kerry.
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La razón fundamental de este viraje político es el gran incremento de la población de origen hispano – ya constituye un tercio en California – o, más precisamente, la movilización de este colectivo contra el Partido Republicano a causa de las medidas restrictivas de la inmigración o represivas contra los sin papeles adoptadas en el ámbito estatal. La posibilidad de tomar medidas de este tipo en el ámbito federal ha provocado movilizaciones que Estados Unidos no había vivido desde la guerra de Vietnam, como el medio millón de personas que salió a la calle en Los Ángeles.
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Por supuesto, la dimensión sociolaboral, cultural y humana del fenómeno – se calcula que en Estados Unidos viven doce millones de inmigrantes sin papeles y que cada año cruzan ilegalmente la frontera del sur al norte más de 400.000 mexicanos – supera con mucho la vertiente estrictamente política, pero la actual Administración – y, en realidad, también el Congreso – ha demostrado hasta la saciedad que sólo actúa ante amenazas electorales más o menos inminentes.
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También es cierto que, en general, la cuestión se vive en ese lado del Atlántico con menos dramatismo. País forjado al fin y al cabo por la inmigración y que despierta una adhesión identitaria sin parangón en el resto del mundo, no existe un movimiento antiinmigratorio en Estados Unidos digno de tal nombre. Pero la cuestión reviste una gran carga emocional. Por otra parte, la reciente reunión entre los presidentes Bush y Fox no aportó ningún atisbo de solución.
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