El infierno, a hora y media de casa

El público llenó el Amaia para asistir a la proyección de 'Gurs, un recuerdo desde el olvido'El estreno del documental sobre el campo de concentración contó con la asistencia de varios supervivientes y descendientes de cautivos

Diario Vasco, MARÍA JOSÉ ATIENZA, 17-09-2017

Sólo por el miedo que es capaz de inocular un régimen dictatorial, o por el instinto de alejar a los hijos del dolor propio, o por las dos cosas a la vez, puede explicarse el desconocimiento que, hasta hace pocas fechas, se ha tenido del campo de Gurs. Situado a hora y media en coche desde la frontera, por este campo abierto en 1939 para acoger, supuestamente, a los refugiados de la guerra española, pasaron más de 60.000 personas, entre ellas cerca de 6.000 vascos y 362 iruneses. En 1945, Gurs cerró sus puertas, dejando tras de sí una terrible historia de campo de concentración. Sus barracones fueron quemados y sobre el terreno que ocuparon, se plantaron árboles para que el bosque sepultara la memoria. Un cementerio con más de 1.000 lápidas es todo lo que quedó de aquel «infierno de barro», como lo calificaron los cautivos.

El desconocimiento sobre el campo de Gurs ha sido tan grande como las ganas de saber qué fue lo que ocurrió allí. Prueba de ello, es que el Centro Cultural Amaia registró un lleno absoluto en el estreno del documental ‘Gurs, un recuerdo desde el olvido’, celebrada el pasado viernes.

Dirigido por Alejandro Santos y Natalia Cambronero y producido por la asociación Askatasunarte, con subvención del Gobierno Vasco y aportaciones desinteresadas de numerosos colaboradores, el documental quiere ser «nuestra pequeña aportación para que se conozca la historia del campo de Gurs», dijo el director. «Se trata de un trabajo humilde, porque no somos profesionales, pero hemos puesto todo el corazón». Santos expresó su alegría ante el interés despertado por el documental y agradeció al público su asistencia.

La película incluye fotografías, planos y documentos del campo; testimonios de varios supervivientes (entre ellos los iruneses José de Sola, Ricardo Arruti y Ramón Ruiz – ya fallecido) y de descendientes de cautivos; explicaciones de historiadores de ambos lados de la muga e intervenciones del lehendakari Iñigo Urkullu y del alcalde de Irun, José Antonio Santano. El primer edil irunés acudió el viernes a la proyección del documental y agradeció el trabajo realizado por Askatasunarte.

Antes de que se proyectara la película, los espectadores del Amaia asistieron a una emotiva presentación, en la que pudieron escuchar de viva voz el testimonio de un superviviente del campo y del hijo de un matrimonio cautivo.

El historiador Josu Chueca fue el encargado de contextualizar el documental, con un resumen breve y claro de la historia de Gurs. La película «sirve para aproximar un episodio de la historia, al mismo tiempo lejano y cercano», dijo Chueca. «Lejano , porque hablamos de los años 1939 a 1945 y porque no lo hemos recuperado para la historia hasta hace muy poco tiempo y cercano, porque Gurs está a hora y media de Irun».

Esta cercanía geográfica es también una cercanía sentimental, ya que 362 irundarras «estuvieron internados en este campo. Los de Irun», añadió el historiador, «fuisteis los primeros en conocer la Guerra Civil en toda su dimensión militar. La primera gran batalla se dio aquí, en el Bidasoa, e Irun se vació prácticamente, gracias a la cercanía con la muga, en los primeros días del septiembre de 1936».

Muchos de los iruneses que cruzaron la frontera se quedaron diseminados por Francia. Otros muchos «fueron por Cataluña, a seguir luchando en favor de la República y tuvieron que volver a pasar la muga en el 39. Con lo que no contaban los milicianos y refugiados españoles de febrero, marzo y abril del 39 es con que la Francia republicana, la Francia del Frente Popular iba a hacer verdad en su propio territorio aquel cablegrama de Franco que decía: ‘’Cautivo y desarmado el ejército rojo, la guerra ha terminado’’. Es verdad que la guerra había terminado», prosiguió el historiador, «y es verdad que a este ejército republicano que pasó al exilio, se le desarmó y se le puso en régimen de cautividad en los campos de concentración, a los que buscaron muchos eufemismos, los mismos que hoy en día buscamos para los campos de internamiento de extranjeros y para esconder una realidad de negación de derechos y libertades, de mala alimentación y de enfermedades».

En este contexto surgió el campo de Gurs. En los primeros días de abril de 1939, «trajeron a 6.000 vascos, más de 2.000 españoles (así los catalogaban los franceses, no es que yo los diferencie)», puntualizó Chueca, además de brigadistas internacionales y aviadores. Estos fueron los 18.000 primeros habitantes de un campo que se construyó con 382 barracones «y con centenares de metros de alambre de espino para hacerles ver que eran cautivos».

De Gurs a Auschwitz

Gurs se mantuvo en funcionamiento no sólo para los españoles en fuga, sino que «dada la continuidad del fenómeno represivo, a través de la II Guerra Mundial, sirvió para albergar a miles de refugiados y deportados y, a partir del año 42, se convirtió en un eslabón más de la cadena que llevaba a la gente al campo de exterminio de Auschwitz».

Gurs se convirtió en «una historia de vergüenza para los franceses», añadió Chueca. «Cuando acabó la guerra, decidieron desmantelarlo y hacerlo desaparecer plantando un bosque. Durante años, no se ha hablado de Gurs y su historia se ha recuperado, a través del trabajo de asociaciones, historiadores, descendientes de los internados e iniciativas como las de Askatasunarte. El documental que se estrena hoy en Irun es un producto digno y una puerta para entrar en esa triste realidad de la historia, de nuestra historia».

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