TESTIGO DIRECTO / ARIVACA (ARIZONA)

'Cazadores' de inmigrantes

El Mundo, 03-04-2006

Llegan con sus pistolas en las riñoneras, clavan la bandera norteamericana en mitad del desierto y prometen defender a su país de los invasores que vienen del otro lado de la frontera. Los hay con atuendo far west, sombrero de ala ancha y botas vaqueras. Abundan también los uniformes paramilitares, y las consignas ultrapatrióticas al estilo de las milicias de Michigan.

Son los minutemen, o cazadores de inmigrantes indocumentados, que acaban de montar su campamento en el Rancho de Ryan, a tiro de piedra de Arivaca. Y entre ellos hay hispanos, como el ranchero Alejandro Garza, de Huachuca City, director ejecutivo de los vigilantes en Arizona. «Yo no tengo nada en contra de los mexicanos que entran legalmente en mi país», afirma Garza. «Pero no puedo tolerar que salten la frontera, o que traspasen mi propiedad, que maten mi ganado, o que vengan con coyotes armados con carabinas…Por eso llevo siempre mi pistola. Desde hace dos años no me separo de ella».


Alejandro – Al, para los amigos – nació en Texas y presume de tener sangre mexicana, española e italiana: «Y aquí, en Estados Unidos, siempre ha habido sitio para todos, pero las leyes están quebradas y los ilegales se aprovechan. Lo que tienen que hacer es cerrar la frontera con un muro y poner al Ejército a vigilarla, y mientras no hagan eso, aquí estaremos los minutemen, para servir a la patria».


Presumen de ser ya más de 7.000 en todo el país, todo un ejército de defensa civil, en la línea fronteriza y en puntos calientes del interior, como Virginia, Nueva Jersey y Nueva York. «Y el 20% somos latinos concienciados», afirma Al Garza. «Porque una cosa es la inmigración y otra es la invasión que estamos sufriendo: esto hay que pararlo como sea».


El año pasado, en un mes de patrulla, los vigilantes llegaron a cazar a 330 inmigrantes. Nunca usaron sus armas, aseguran, ni siquiera para interceptarlos. «En cuantito los vemos, llamamos a la guardia fronteriza para que venga a prenderlos», asegura Garza.


Pero la pistola no se la quitan. Antes muerto que desarmado, que diría Charlton Heston…


«En Europa os tratan como niños y por eso no os dejan llevar armas; aquí nos tratan como adultos y nadie puede robarnos el derecho a la autodefensa». Hablamos ahora con Connie Faust, máxima representante de la facción femenina de los minutemen, con la culata reluciente de la pistola asomándole a la altura del bolsillo izquierdo: «Yo soy una chica de Montana, y he aprendido a defenderme por mí sola».


Hacemos una pausa para escuchar en pie el God Bless America, interpretado al micrófono por un niño patriota. Una repentina tormenta de arena, y todos los asistentes se llevan la mano al sombrero o a la gorra de béisbol.


Pasa el vendaval de polvo, y los vigilantes vuelven a sentarse plácidamente en sus hamacas a pleno sol, ante el escenario improvisado en el Rancho de Ryan, a 50 kilómetros de la frontera.


«¿Cuántos de ustedes son militares?», pregunta una voz. Levantan la mano unos 30 o 40 del largo centenar de asistentes… «Gracias por acudir de nuevo a la llamada de la patria, en estos momentos tan decisivos de nuestra Historia», añade en tono trascendente.


«Lo que está pasando en este país es indignante», volvemos con Connie Faust. «Todo el mundo puede manifestarse, pero los ‘ilegales’ no tienen derechos; para empezar, no tienen el derecho a estar aquí».


Como sus compañeros milicianos, la aguerrida Connie Faust es partidaria de poner a los 11 millones de indocumentados en la frontera: «Si siguen entrando como hasta ahora, van a terminar llevándonos al mismo agujero… Ha llegado el momento de que los mexicanos se pregunten qué pueden hacer por su país, en vez de preguntarse qué puede hacer este país por ellos».


Los minutemen afirman que nunca recurrirán a la violencia, a menos que tengan que defender sus vidas. Su llegada a Arivaca ha sido sin embargo precedida de una polvareda: los samaritanos de Fronteras Compasivas temen que los milicianos disparen contra los tanques de agua que han diseminado en el desierto para que los sinpapeles puedan reponer fuerzas.


La tensión palpable entre los samaritanos y los milicianos tiene en guardia a la Patrulla de Fronteras, que ha detenido este año a nada menos que 48.000 inmigrantes en el paso de Arivaca.


Durante todo este mes, el de mayor actividad en el desierto, junto a los 2.400 agentes de fronteras, habrá agazapados por la zona un centenar largo de vigilantes, patrullando entre las chumberas y las víboras con sus anteojos y sus pistolas.

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