"La explotación se puede dar tanto en la prostitución como en otro trabajo"

El País, 03-04-2006

Y. MONTERO
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San Sebastián

EL PAÍS – 03 – 04 – 2006

“No es cierto el discurso oficial de que la mayoría de las mujeres inmigrantes que trabajan en la industria del sexo lo hacen obligadas”

Ruth Mestre i Mestre (Oliva, Valencia, 1971), profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia, rechaza el “discurso oficial” de que la mayoría de las mujeres inmigrantes que trabajan en la industria del sexo son víctimas de la trata de blancas y se ven obligadas a ejercer la prostitución. Considera que la construcción de esta idea es “interesada”, por razones que tienen que ver con la política española de extranjería, pero también con los distintos roles que todavía se atribuyen a los hombres y las mujeres en una sociedad “patriarcal, globalizada y capitalista”.

Mestre, que ofreció el pasado jueves en San Sebastián una conferencia sobre Tráfico y migraciones autónomas de las mujeres para la industria del sexo, programada por el IX Curso de Derechos Humanos de la UPV, pone en primer lugar sobre la mesa la diferencia entre trata y tráfico. “Trata es migración forzada, bajo coacciones”, mientras que “tráfico es migración voluntaria, según documentos internacionales y la propia Organización Internacional para las Migraciones, un organismo bastante conservador”, explica.

Y sostiene que España “mete en el mismo saco trata y tráfico porque no le viene bien esa migración” de mujeres que deciden dedicarse a la prostitución, una actividad que no está reconocida legalmente como un trabajo. ¿Cuál es la reacción? “Criminalizar esas migraciones autónomas y construir víctimas”, apunta. “El discurso oficial necesita construir víctimas para poder justificar medidas restrictivas”. Así, por ejemplo, puede devolver a estas mujeres a sus países bajo el argumento de que “en realidad no querían venir”.

Mestre destaca que “hemos construido una ciudadanía laboral”, de manera que “la base para lograr derechos es tener un trabajo”. ¿Qué ocurre? Que el mercado de trabajo está “muy masculinizado” y la mayoría de las actividades que han venido desarrollando las mujeres, relacionadas con el cuidado y las labores domésticas en el ámbito privado, “no están consideradas formalmente como un trabajo”, subraya. Las inmigrantes no escapan a esta realidad.

“Toda la estructura del Derecho de Extranjería gira en torno a que hombres y mujeres servimos para cosas diferentes”, critica Mestre. Y por eso la ley, a su juicio, ofrece “una respuesta sexuada” en la que las inmigrantes se consideran como personas “frágiles y subordinadas”.

A la mujer inmigrante se la tiende a contemplar, por tanto, como a alguien “sin proyecto migratorio propio” que llega al país a través del reagrupamiento familiar, como una posible empleada del hogar o como una “víctima de la trata”, expone Mestre.

Y volviendo a las actividades que siguen sin reconocerse como un trabajo, destaca como “ejemplo paradigmático” la prostitución. ¿Por qué defiende que esta actividad se reconozca como un trabajo? Pues precisamente porque, hoy por hoy, “la principal vía de acceso al reconocimiento de los derechos es el trabajo”.

“Hablar de trabajo permite hablar del trabajo sexual como una relación social capitalista, no porque el capitalismo cause la prostitución, sino porque el capitalismo mercantiliza la fuerza de trabajo, incluido el trabajo sexual, y en esta estructura puede darse, y se da, la explotación como en cualquier otro tipo de trabajo”, dice.

“Si asumimos que el trabajo sexual es trabajo, y no explotación sexual, migrar para trabajar en la industria del sexo puede ser analizado en términos de migración, regular o irregular, de trabajadores para trabajar en sectores desregularizados”, como pueden ser también “el servicio doméstico o la agricultura”.

Mestre afirma que su postura es “feminista”, aunque choque con el “feminismo oficial”, que apuesta por la abolición de la prostitución porque entiende que conlleva siempre el dominio del hombre sobre la mujer. No niega que la industria del sexo existe en el marco de “estructuras patriarcales”, pero cree que existen “márgenes de libertad en los que todas las mujeres negociamos con el patriarcado a diario”.

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